A propósito de Evolución
Centro del Carmen de Valencia
‘Evolución’ es el título de la muestra que recientemente se clausuró en una de las salas de exposiciones del Centro del Carmen de Valencia. Esta importante selección de obras de la colección Aena consta de artistas españoles, portugueses e iberoamericanos, representativos del intervalo de tiempo que transcurrió entre el informalismo y el grupo El Paso, junto a lenguajes y creaciones más recientes de las artes plásticas.
Admirable el mérito de esta exposición de Aena que recorre el país para mostrar las más de 1700 obras de arte contemporáneo que integran este valioso conjunto artístico y, repito, admirable y valiente, cuando el coleccionismo contemporáneo sigue siendo escaso y, sobre todo, silencioso en España. La carencia de estudio y atención hacia estas colecciones nada tienen que ver con los estudios realizados hacia grandes colecciones formadas por la nobleza, la iglesia y las casas reales de siglos anteriores, pero las modas cambian, hay nuevos perfiles de coleccionistas, y los lugares geográficos que acogen estas colecciones son cada vez más exóticos y lejanos.
Sin ir más lejos, en pleno siglo XX y XXI importantes coleccionistas están surgiendo por Oriente Medio como es el caso de la casa Real de Catar, que aspira a situar su colección de arte entre las mejores del mundo, algo nada extraño cuando este pequeño Emirato disfruta de la mayor renta per cápita del planeta.
De todas formas, en los siglos XIX y XX el poder económico de las clases altas para algunos, coleccionistas-mecenas para otros, son impulsados a coleccionar junto a nuevos coleccionistas como la clase media o los ricos industriales. La colección Lladró es un claro ejemplo de nuevos ricos que han apostado por el arte, centrando sus adquisiciones mayoritariamente en pintura valenciana como Ignacio Pinazo, Juan Ribalta o Joaquín Sorolla entre otros, junto a artistas significativos del arte español.
Pero los coleccionistas en su mayoría buscan y necesitan de la cooperación con instituciones que persigan fines culturales para asegurar la viabilidad y sostenibilidad de sus colecciones, como la de Patricia Phelps de Cisneros, una importante colección que mantiene fructíferas relaciones con el museo Reina Sofía en Madrid e instituciones como el Moma de Nueva York y parte del territorio de América del Norte y del Sur.
La importante ex galerista Soledad Lorenzo tras cerrar las puertas de su espacio madrileño de la calle Orfila en 2012, nos recuerda la mala salud que el mundo de las galerías de arte está sufriendo por una crisis que ha golpeado fuertemente al mundo del arte y con ello las ya deterioradas ganas de coleccionar.
Estos galeristas con muchos años de trabajo y lucha a sus espaldas, poseen importantes colecciones que escasamente, y muy de vez en cuando, podemos conocerlas gracias a las instituciones de turno que las reciben ante la ocasión de exponer obras de artistas más desconocidos dentro de las listas de los museos, pero más conocidos y habituales en las programaciones expositivas de las galerías de arte. Por ello se agradece la valiosa labor de los museos públicos ofreciendo sus sedes, tras una donación, compra o convenio de colaboración, como respaldo a la actividad privada y como recientemente ha ocurrido con las exposiciones de las colecciones de arte contemporáneo de Soledad Lorenzo y Helga de Alvear.
Cada coleccionista merece un estudio diferenciado, y en cada caso podrían establecerse factores humanos, económicos, y sociales que aplicasen la trayectoria y composición actual de su colección.
Como es el caso de la familia Yera. El tesón y la voluntad de sus miembros ha servido para contribuir al conocimiento de la obra y pensamiento de estos y muchos más artistas como José Guerrero, José María Yturralde, Darío Villalba, Luis Feito, Equipo Crónica, Antonio Saura, Manuel Millares o Juan Genovés, dejando patente las corrientes pictóricas de mitad del siglo XX, como reflejo y valioso testimonio de una época española dentro del panorama artístico internacional, una labor que fue distinguida con el Premio Arco al Coleccionismo privado en el año 2012.
Con una personalidad más vocacional, Hans Rudolf Gerstenmaier de nacionalidad alemana decía que: «todos en nuestra niñez hemos empezado a coleccionar con sellos o cajas de cerillas o cualquier otra cosa», pero el contacto permanente con la historia y la cultura que vivió en España desde joven, fueron la causa y el motivo suficiente para reunir en treinta años más de doscientas pinturas europeas de diversas escuelas y procedencias, donde destaca principalmente la pintura Flamenca del siglo XV al XVII.
Las pinturas religiosas, los retratos, los bodegones, los temas mitológicos o las naturalezas muertas se mezclan en esta colección a través de artistas como Anton Van Dyck, Pedro Pablo Rubens, Alexander Adriaenssen, Jan Brueghel De Velours, Juan Van Der Hamen y León, Hendrick Van Ballen, Christian Coclers, Andries Danielsz y el padre e hijo, Gaspar Pedro y Pieter Verbruggen (el viejo y el joven). Obras de gran belleza y muy superiores a lo conocido hasta aquel momento, predominando la función decorativa destinada a los salones de palacios nobles de Italia y los Países Bajos.
Pero las peripecias hereditarias y los reveses económicos se suman a la crisis actual, lo cual ha provocado un escaso desarrollo y vacío difícil de remontar en cuanto a la apreciación y promoción del arte moderno desde el siglo XIX, primando en muchos casos otros intereses tanto o más que los puramente artísticos, un vía crucis que puede traer graves consecuencias sobre todo al futuro del coleccionismo, por ello destacamos las conocidas colecciones, Carmen Thyssen-Bornemisza, las colecciones de Arte de Telefónica, Iberdrola, la colección Frick o el de la Fundación Suñol, que nos recuerdan la buena salud de algunas colecciones privadas y la necesidad de que existan por el bien del mundo del arte.
El crítico Rafael Sánchez Mazas dijo de la obra de Vazquez Díaz en la colección Rafael Botí: «Ha sabido ser, cuanto más fino y luminoso, más fuerte y más sabiamente constructor. En él se ha dado una rara coincidencia: el progreso de la razón con la intuición pictórica».
Antonio Barroso
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