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Luis Martín Arias (1956-2024)
Analista cinematográfico, miembro de la revista Trama & Fondo
Autor de ‘El cine como experiencia estética’ y ‘En los
orígenes del cine’, entre otros
Obituario
Fallecido el sábado 9 de noviembre de 2024 a los 68 años
Se nos ha ido Luis Martín Arias. Para quienes no lo conozcan, bastará decir que ha sido un gran hombre de cine; un profundo conocedor de los textos fílmicos, que abordaba con sumo rigor investigador tratando de separar en ellos el grano (la experiencia estética) de la paja (el confortable mensaje ideológico).
Fue autor de numerosos artículos, en su mayoría publicados en la revista Trama & Fondo, de cuya asociación cultural fue durante muchos años vicepresidente, y de libros ya imprescindibles para todos aquellos que deseen adentrarse en la aventura del análisis fílmico: ‘El cine como experiencia estética’, ‘En los orígenes del cine’ o ‘El cine de Clint Eastwood. Un análisis textual’.
Se nos ha ido de forma imprevista, con tan solo 68 años y habiendo dejado, en el XII Congreso Internacional de Análisis Textual organizado por Trama & Fondo en la Universidad Rey Juan Carlos dedicado a la ley, constancia de sus grandes dotes para el análisis textual, levantando, en muchas ocasiones, encendidas polémicas amortiguadas por su carácter generoso y afable.
Se nos ha ido, pues, un polemista entrañable. La muerte, que viene a detener en seco el flujo de la vida, genera un turbión de recuerdos en torno al ser querido provocando la aparición de un agujero difícil de llenar. Recuerdos que atraviesan un espacio tiempo caracterizado por su inquebrantable amor al saber, sus planteamientos a contracorriente y su buen gusto por la vida.
A Luis, el polemista, muchos le llegaron a odiar por sus reflexiones en torno a los toros, la violencia sexual o la política como foco de un goce a veces destructivo, sin comprender jamás que el pensamiento de verdad consiste precisamente en eso: en escuchar aquello que nos escuece utilizando por todo bálsamo un pensamiento que, al menos, lo iguale en rigor.
Porque se nos ha ido, sin duda, un hombre riguroso a la hora de defender su pensamiento, siempre abierto a ser modificado por argumentaciones de mayor calado. Pero se nos ha ido, también, un hombre que a su rigor investigador contraponía una generosidad sin límites y un carácter bondadoso a prueba de iras contumaces.
De hecho, los que llegamos a conocerle supimos canalizar el torrente de argumentaciones que desplegaba en sus distintas conferencias y encuentros, gracias a la bonhomía que destilaba en el cuerpo a cuerpo. Y es que el saber, si se ejerce con la honestidad que Luis profesaba, tiene el sabor de lo auténtico, de lo singular, de lo que llega por simpatía doblegando cualquier antipatía inicial.
Luis Martín Arias se ha ido dejándonos las ganas de seguir profundizando en aquellos textos cinematográficos que, gracias a su experta mirada, nos han permitido adentrarnos en las contradicciones del ser: la contradicción más honda y fundamental de sabernos limitados por la muerte y, aun así, o precisamente por ello, no cejar en el empeño de abrir un horizonte de sentido allí donde la muerte, su muerte, nos lo niega.
De manera que Luis se ha ido, pero sigue vivo en todos aquellos que, como él, entendemos el cine –los textos artísticos– como una vía privilegiada para amortiguar la desazón existencial, rastreando en las huellas de quienes echaron mano de la creación para sacar fuerzas de flaqueza.
En su artículo sobre ‘El verdugo’, película de Luis García Berlanga que analizó para un número especial del cineasta valenciano editado por MAKMA, concluyó así: «’El verdugo’ de Berlanga sigue insistiendo, señalándolo con precisión desde el principio, en que la muerte nos espera. Y que mientras tanto, eso sí, podemos echar unas risas».
En medio del tremendo dolor por su muerte, es el propio Luis Martín Arias quien nos anima a “echar unas risas”. No cabe mayor homenaje a un hombre de cine que, sabiendo lo que sabía, siempre acompañó sus más prolijas y sesudas investigaciones con un buen vino posterior y la amistad de cuantos supieron ver en él, por encima de todo, a un hombre culto y bueno. Que Dios te bendiga.
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