#MAKMAArte
Vicente Colom. El arte en tensión
Comisariado: Javier Ribera Peris
Fundación Chirivella Soriano
Palau Joan de Valeriola
Valeriola 13, València
Del 22 de abril al 26 de junio de 2023
Decía el pintor René Magritte que uno no puede hablar acerca del misterio, sino que debe ser cautivado por él. A Vicente Colom le ha debido de suceder eso, porque más que extenderse en explicaciones acerca de su enigmática obra, lo que propone es dejarnos llevar por lo que, a él, desde muy temprana edad, le ha cautivado, y que no es otra cosa que el propio misterio de cuanto nos rodea.
Ya sean los capiteles que tanto le atraen, como los desnudos femeninos o las ciudades -con Nueva York a la cabeza-, todo en la obra de Colom destila la inquietud de quien utiliza el dibujo a plumilla para desvelar lo invisible que subyace en la realidad cotidiana. Y es así, trabajando con la pasión que merece tamaña tarea inmersiva –“puedo dedicarle 80, 100 o 150 horas a un dibujo”-, como el artista deposita en sus cuadros la extrañeza de la existencia.
Diríase, por su aspecto menudo y delicado, que su trabajo guarda correspondencia con su propia fisionomía, dada la igualmente delicada y minuciosa elaboración de sus obras realizadas, cual orfebre, a plumilla. Y, sin embargo, bajo esa apariencia frágil y quebradiza se esconde la fuerza de un artista que ha ido por libre encerrado en su propia concepción del arte: “Tengo complejo de no ser moderno”, afirmó durante la presentación de ‘El arte en tensión’, la muestra que reúne en la de la exposición ‘Vicente Colom. El arte en tensión’, en la Fundación Chirivella Soriano 244 obras a modo de retrospectiva.
Un amplio conjunto de obras –“récord en este espacio”, subrayó Manuel Chirivella, presidente de la Fundación- que permite radiografiar el calado de su vasta producción. “Hacer lo que yo hago no se lleva”, resaltó Colom, por aquello de mantenerse fiel a una idea del arte al margen de las modas, de las etiquetas, y apostando fuerte por la elaboración minuciosa de cada cuadro, como si la vida le fuera en ello.
De hecho, su vida cabalga a lomos de esa actitud, no diferenciando entre la vida laboral y la privada, por cuanto ambas se hallan entrelazadas por esa continua búsqueda del cuadro bien hecho, meticulosamente perfilado y, más allá de la techné, porque en su obra está en juego aquello que va más allá de la superficie de las cosas.
Tras la afable imagen de Vicente Colom -que, dejándonos guiar por ella, nos llevaría a entender su trabajo como fruto únicamente del asombro que causa su destreza técnica-, se oculta una mente al acecho de cuanto viene a poner en cuestión esa otra vida amable y razonable que transmite su figura.
Podría decirse, siguiendo en esto a Modigliani, que lo que busca Colom “no es lo real ni irreal, sino más bien el inconsciente, el misterio de lo instintivo en la raza humana”. Bastaría con observar su primera obra de 1956 -incluida en la exposición-, en la que el artista pinta a una mujer haciendo punto. Aunque, todavía más, en su autorretrato, donde el rostro adquiere la expresión de quien acaba de salir de cierta pesadilla.
Esa “cierta manera de entender la realidad”, que Manuel Chirivella asoció al “realismo emocional” fruto de la “naturaleza inestable de lo real como todo lo sometido al tiempo”, entroncaría su obra con la de Rembrandt en relación con los retratos, pero también con un más tímido Francis Bacon, si nos atenemos a los desnudos femeninos, cuyas figuras trascienden el tiempo en su grotesco transcurso ininterrumpido.
‘El arte en tensión’, al que alude el título expositivo, y que según el comisario Javier Ribera “está en toda su obra”, viene a proclamar esa dialéctica entre lo bello y lo siniestro que, según Eugenio Trías, permite vincular el placer de ciertas visiones con la sobrecarga de violencia que suscita en el sujeto la defensa contra su visión opuesta.
De manera que el amable y jovial Colom estaría, en todo momento, afinando su asombrosa técnica, para contener las más sombrías imágenes que configuran su obra. Por eso sus ciudades, con los rascacielos de Nueva York al frente, poseen la majestuosidad de las grandes metrópolis -en consonancia con el propio despliegue técnico del dibujo a plumilla-, al tiempo que dejan traslucir los misterios e inquietudes que se cuelan por sus arterias.
El “trazo riguroso y sutil” fruto de la “maestría en el uso de la tinta y la plumilla”, con los que Chirivella describió el trabajo del artista, están puestos al servicio de ese inconsciente que Vicente Colom deja aflorar en su obra y que tiene que ver con la actitud del auténtico creador a la hora de interrogarse por los misterios de la existencia. Misterios que la Fundación Chirivella Soriano exhibe mediante un prodigioso montaje -obra de Rafael Tejedor- que, como señaló el propio artista, funciona a modo de autorretrato.
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