The White Lotus

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‘The White Lotus’
Creador: Mike White
Reparto: Murray Bartlett, Connie Britton, Steve Zahn, Jennifer Coolidge, Alexandra Daddario
Serie de TV
2021. 55’
HBO                                 

Irritación. Esa fue mi respuesta epidérmica y visceral a los primeros capítulos de ‘The White Lotus‘, la serie de HBO escrita y dirigida por Mike White ganadora de varios premios y uno de los platos fuertes del año. Me indignaba que sus protagonistas, en vez de disfrutar de las maravillosas playas y piscinas a su alcance –que para mí, como criatura acuática que soy, representan el-no-va-más de la existencia–, se dedicaran a ensañarse unos contra otros y a amargarse por nimiedades.

Una reacción pueril, lo reconozco, porque sin conflicto no hay relato ni mucho menos emoción e intriga. Y el señor White –la cosa va de blanco y remite a otro hito de las series (a ver quién lo averigua)– es todo un maestro en la materia. Conflictos de pareja, familiares, generacionales, laborales, criminales…

Ignoro si frecuenta los hoteles de lujo o si prefiere practicar la acampada en los montes Apalaches, pero no hay duda que es un hábil cazador de perfiles humanos. Lo imagino cómodamente sentado en alguna terraza de lujo, con las antenas puestas cual ojeador de béisbol o vampiro incruento, absorbiendo la esencia de esta o aquella persona para usarla como materia prima para construir este o aquel personaje. Tampoco sé si es hetero u homosexual, pero posee una sensibilidad especial para retratar el mundo gay, tanto en su versión lúdica y simpática como en la tenebrosa.

Fotograma de ‘The White Lotus’, de Mike White.

Y se luce dando voz a los representantes de la generación Z, que llevan el peso de la crítica al mundo que han heredado de sus mayores, especialmente Paula, Portia o Queen. “No se habla de robo cuando uno cree que todo le pertenece”, le dice Paula a su amiga Olivia cuando esta le reprocha que le haya dado el código de la caja fuerte a su ligue de verano, empleado del hotel.

Lugares paradisíacos, una espléndida banda sonora, un elenco de actrices y actores físicamente atractivos –amén de un magnífico doblaje para los que se resistan al VOSE– y, en contraste con la blancura del lotus, una nota negra que salpimenta el argumento. Con estos ingredientes, White cocina un delicioso suflé de contenido ligero y textura cremosa, combinando sensualidad visual y placer estético con diversas interrogantes que nos exhortan a la reflexión: ¿estamos programados para gozar del paraíso? ¿Tal lugar realmente existe o comenzó a contaminarse desde el mismo momento en que fue hollado por el hombre?

Más allá de los dramas individuales, que se cuentan con mayor o menor solvencia (algunas me resultan previsibles o tópicas), plantea un transfondo deprimente: la muerte del concepto del viaje representada por gentes que gastan miles de dólares en vacaciones de una semana, a miles de kilómetros de su residencia habitual, para no enterarse de nada.

Para seguir aislados en cápsulas de opulencia y derroche, en búnkeres donde todo es decoración y virtualidad. Tras la luminosa escenografía del loto blanco se percibe un negro futuro dividido entre resorts de lujo para minorías selectas y hormigueros insalubres donde se hacinará el resto de la población.

Fotograma de ‘The White Lotus’, de Mike White.

Pero no quiero ponerme en plan dramático. Para la mayoría de los espectadores ‘The White Lotus’ es un producto ameno y digerible muy acorde con la mentalidad de nuestro tiempo. Una serie que podría ser fruto de la Inteligencia Artificial –y conste que no lo digo en son de crítica– por el mesurado equilibrio de las tramas y el peso que en ellas tienen los diferentes personajes, de forma que la coralidad se garantiza. 

Guiones escritos a escuadra y cartabón, a golpe de algoritmo, pero que no desmerecen por ello; al fin y al cabo, nos abocamos a un mundo de ajetreados robots y humanos sumergidos en el metaverso.

‘The White Lotus’ invita a dar un paseo por una especie de Bioparc humano en el que distintos especímenes del homo sapiens vips, recluidos en sus opulentos recintos, exhiben plumaje, garras y sofisticados atuendos. Los vemos desenvolverse en su intimidad, revolverse y agitarse en su propia salsa, en sus propios jugos vitales.

Los vemos sufrir. Porque sí, porque los ricos también lloran, aunque sus lágrimas se enjuguen con pañuelos de seda y sean más dulces que saladas. Porque, no nos engañemos: las penas con pasta pasan más rápido y pesan menos.

Pero la serie es mucho más que un retrato acerbo y sagaz de Pijolandia: ‘Pijos en la picota’. Uno de sus mayores aciertos es el planteamiento de la interacción que se produce entre los huéspedes y los currantes del resort, sin caer en la tentación del maniqueísmo, pues, aunque unos son explotados y sufren problemas económicos, mientras que los otros nadan en la abundancia, no por ello se puede hablar de buenos y malos.

Fotograma de ‘The White Lotus’, de Mike White.

El arranque de la primera temporada es una declaración de principios cuando el gerente del Lotus de Hawai, interpretado por Murray Bartlett,  alecciona a la empleda novata que oculta un embarazo para no perder su puesto. “No hables mucho de ti misma, mantén una identidad genérica», viene a decirle, «se siempre complaciente, trátalos como niños que no saben lo que quieren”. 

De esa temporada me quedo con la masajista Belinda, vocacional paño de lágrimas y el chico autista, Quinn Mossbacher, el único que se sumerge en la realidad de Hawai con el equipo de remo y que se niega a regresar a su ciudad de origen, un lugar “donde todo está muerto”.

Las sombrillas blanquiazules que flanquean la piscina del resort de Taormina podrían ser el icono de la segunda temporada en la que el personaje recuperado de Tanya, la ricachona insegura traumatizada por sus padres, alcanza la redención y en la que brillan con luz propia la pareja de amigas que se prostituyen con idea de ganar algo de dinero para cumplir sus sueños. Una de ellas, Lucía (Simona Tabasco) deslumbra por cuerpazo y aura luminosa made in Italy.

A White le encanta dedicar guiños a los espectadores más cultos o atentos, por ejemplo, a través de los libros que leen los personajes. A la bellísima recién casada Rachel que sueña con ser escritora, la vemos ojeando ‘Dos amigas’ de la italiana Elena Ferrante; las marisabidillas Olivia y Paula, que se creen de vuelta de todo, se llevan a la tumbona tochos sobre Nietzsche y Freud; y la abogada laboralista Harper, obsesionada por la presunta infidelidad de su pareja, lee en la cama ‘Desierto sonoro’ de Valeria Luiselli, novela sobre un viaje con crisis matrimonial incluida.

Fotograma de ‘The White Lotus’, de Mike White.

Otro guiño culto es el título, ‘Lotófagos’ de uno de los episodios de la primera temporada, una referencia a la isla descrita en la ‘Odisea’, cuyos habitantes se alimentan exclusivamente de flores de loto y acaban olvidando a sus seres queridos y entrando en un estado de apatía perpetua. Algo muy similar al ocio amorfo que practican los huéspedes de los paraísos de pago.

Tanto Hawai como Sicilia ofrecen un impresionante material estético que White rentabiliza sabiamente. Si tuviera que elegir uno de los escenarios me inclino por el italiano por una cuestión de proximidad y afinidad cultural. A los maravillosos temas melódicos, fragmentos operísticos y paisajes de ensueño se unen los artísticos interiores de palacios y mansiones gatopardianos y esos inquietantes cabezones policromados que vigilan a los huéspedes del hotel. Inevitable que uno acabe hecho pedazos.

Si en la primera temporada el tema central es el dinero, necesario pero nunca suficiente, en la segunda es el sexo. La tercera, que se rodará posiblemente en el continente asiático, ha anunciado White, girará en torno a la espiritualidad. De hecho, pese a su apariencia frívola y mundana, el título de la serie remite a la pureza mística que simboliza el loto blanco sobre el que existe una amplia bibliografía.

Esperemos que la serie no pierda fuelle debido a las presiones y a las prisas por el tema económico, como por desgracia ocurre en tantas ocasiones cuando un producto triunfa y se exprime demasiado rápido la ubre de la vaca sagrada. Y estoy pensando en la penosa precuela de ‘Juego de Tronos’. ¡Qué lástima!

Fotograma de ‘The White Lotus’, de Mike White.