Jacobo Pallarés. Odisea. Espacio Inestable

#MAKMAEscena
‘La odisea de aquellas vidas’, de Teatro de lo Inestable
Creación i direcció: Jacobo Pallarés
Dramaturgia: Iria Márquez, Carla Zúñiga Morales, Ignacio Tamagno y Jacobo Pallarés
Con Lucía Poveda, Juan Andrés González, Arantxa Cortés, Nuria Albelda y Jacobo Pallarés
Espacio Inestable
Aparisi i Guijarro 7, València
Del 6 al 16 de junio de 2024

En la puerta de la sala, los actores comen algo después del ensayo general. En el interior, se nota el calor humano después de invocar a esta última epopeya humana: ‘La odisea de aquellas vidas’. Diego Sánchez arregla los detalles de las maquetas y el resto del equipo creativo hierve con los últimos retoques.

Con esta tercera obra se culmina un canto a las partidas, a los exilios y a los fracasos. En esta ocasión, el tema que se aborda es de carácter global. Todo surge a partir de una imagen, la de Fati y Marie, madre e hija muertas en el desierto de Túnez cuando intentaban alcanzar una vida mejor. Es el primer disparador que se plantea a los cuatro autores para dar comienzo a la obra que a partir de hoy verá la luz en Espacio Inestable: la dureza, la grandeza y la miseria de la tragedia que nos ha tocado en nuestro tiempo. Como Fati y Marie, los héroes de hoy lo son muy a su pesar.

Partiendo del título que engloba la trilogía, ‘La Odisea…’, ¿cómo volver a esta narración tantas veces narrada? ¿Cómo atreverse con algo tan grande y y cómo contarlo obviando otras versiones, desde un ahora?

No versiono ‘La Odisea’ de Homero, sino que me quedo con elementos que me parecen detonantes para mi dramaturgia, como el personaje del héroe y los otros, los anónimos, todos esos hombres de Ítaca que viajan con Ulises sin tener ninguna duda al respecto, viajan con él y no vuelve ninguno. Y cojo también a la madre ausente y al hijo ausente.

Hago una lectura perversa de la Odisea. He leído a Homero desde distintos lugares. También desde la mala hostia, intentando pervertir un poco a ese personaje de Ulises, ese héroe occidental fuerte que podía con todo. Y, a partir de ahí, esos elementos me llevaron a poner en duda al héroe, judeocristiano, blanco, occidental, fuerte, hombre, que es el que nos ha movido a lo largo de estos miles de años de historia y que nos ha llevado a malos lugares.

Cuando comenzó la trilogía, estaba ocurriendo la guerra de Putin contra Ucrania y otras guerras, y siempre todas esas guerras tenían un principal protagonista, que era el hombre blanco occidental, Putin o incluso Zelenski, que parecía que no tuviera la culpa, pero era un hombre blanco que estaba ahí también. Y pensé en otros hombres blancos, como Franco, como Hitler o Mussolini.

Planteé una especie de puzzle; todos esos podían ser ese Ulises que llevaba a la guerra, a cualquier guerra, cualquier guerra que siempre es mala, como la de Troya. Todos habían sido embaucados y todos iban detrás de él sin pensarlo. Y me fijé otra vez en todos ellos, en los que se quedaban detrás, los que se quedaban en las cunetas, los soldados rusos que iban a la muerte a Ucrania sin pensárselo, o los soldados de Ucrania que morían y se quedaban tirados en la nieve. O como los republicanos que se han quedado en las cunetas. Entonces puse el foco en los otros. Cualquiera puede ser Ulises, incluso yo.

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Esta tercera parte de la trilogía lleva el subtítulo de “aquellas vidas”. ¿Cómo hablar de migración sin caer en el desconocimiento o desde una postura cómoda, desde el punto de vista sobre el hombre-blanco-occidental que comentas? ¿Cómo no apropiarse de aquellas vidas, de sus voces? ¿Cómo escribir esto desde la silla?

Ahí está la conciencia judeocristiana que nos asola y nos corroe constantemente. De alguna manera, aquellos que creemos que estamos concienciados a nivel crítico, debemos colocarnos en el lugar del otro sin ser ese otro. Intentar hablar de la otredad siendo el normal es siempre muy complicado, hay que ir con mucho sigilo y, a veces, incluso te frustras, fracasas y lo dejas, lo abandonas porque nunca vas a poder colocarte en el lugar de Fati y de Marie, de la mujer y la hija con las que abordamos la obra.

Es imposible porque nosotros no hemos salido del confort. Para salir del confort está el posicionamiento crítico del creador, intentar dar voz, aunque sea desde aquí, desde la silla, como dices, dar voz a la inmigración o aquellas cosas que hay que cambiar o que hay que denunciar de alguna manera.

No hay un desarrollo de esa historia, un desarrollo de su vida, de las dos mujeres ni de nadie de inmigración, sino que hay un relato poético de un viaje traumático, trágico, en una noche en concreto. Dsde ese lugar, desde esa poética política, desde esa ética, sí que se puede armar un discurso claro. Nosotros estamos muy bien, pero hay un mundo alrededor que está mal por culpa de nuestros actos. No busco cambiar esos actos, pero sí a lo mejor concienciar de qué forma, por lo menos, podemos dormir tranquilos, que no es mucho con todo lo que está pasando.

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En ese aspecto, no solo aportas tu visión y la de Iria Márquez, sino que incorporas las voces de dos autores que son de Chile y Argentina. Supongo que eso agranda el prisma y da una perspectiva más global.

A mí me gusta complicármelo todo. No pienso que la autoría de un texto sea mía, no tengo la idea mía –el copyright, por ejemplo–, sino que eso desaparece y es el copyleft. La idea es que no hay nada mío, sino que es de todos, de los elementos creativos, es de todos los que participamos.

Eso es complicarlo también, porque no es un texto que tú escribes sentado en una mesa y que lo articulas de la A hasta la Z y ya lo tienes para montarlo, sino que siempre me apetece y me estimula mucho más el poder trabajar con otras visiones de las cosas. Mi visión, como decimos, occidental, blanca, patriarcal, está completamente viciadas, por mucho que yo quiera salir de ahí, está llena de micromachismos, está lleno de formas de ver occidentales.

Entonces, hay otras latitudes que he ido conociendo a lo largo de estos años, en esas odiseas, en esos viajes de Argentina y de Chile, que tienen no una manera completamente diferente de verlo como los otros, porque están bastante, por desgracia, occidentalizados, pero sí que tienen otra forma de contemplar los hechos que están acaeciendo en sus tierras, tanto Argentina, con todos sus conflictos armados de siempre. No ha tenido que venir Milei para que Argentina sea un depósito de explosivos, sino Argentina lo es desde hace muchos años.

Chile tiene, desde 2020, un estallido social que ha hecho que aflore una pobreza y una precariedad galopante en ese país. Y tienen una dramaturgia, tanto Chile como Argentina, supersólidas de tiempo ha; dramaturgos maravillosos se han asentado o han estado en esas tierras trabajando. Entonces, me apetecía, en esos viajes que había hecho, confrontar escrituras con compañeras y compañeros de viaje y encontrar cómo podían ver la inmigración ellos desde esos lugares.

Después de volver de esa gira por Chile y México, me pegó un golpe una imagen de una mujer y una hija en el desierto. Muertas, congeladas, deshidratadas. Una imagen potente, muy dura, durísima, y que estaba en la televisión como podía haber estado cualquier cosa, en esto frívolo que tenemos los occidentales contemplando la inmigración. Me golpeó con mucha fuerza.

Normalmente, parto de una imagen para mi trabajo y se la compartí a mis compañeras de escritura. Vamos a trabajar sobre esta imagen y quiero una escritura que sea muy lenta, en la que veamos cómo esa mujer y esa hija se levantan del suelo muy lentamente, se levantan de esa noche fatídica, les va cayendo grano a grano de su cuerpo la arena al suelo y ellas se van levantando. Inician un camino. Pero no nos centremos solo en ellas, sino que abramos campo hacia otro tipo de exilios, de salidas forzosas, de algún sitio.

Entonces, a partir de ahí emprendemos una escritura muy densa, automática en algunos momentos, en el que les dejaba, durante dos semanas, a cada uno de los autores escribir como quisieran, con mucha densidad y con mucho texto, que no había problema en ese sentido. Después de esa escritura, de leer, revisar, ordenar, recomponer, componer, reescribir y escribir cosas nuevas, en diciembre, tras cinco meses de escritura, salió un textazo de cuarenta y cinco páginas, nada más y nada menos, y desde ahí ya hicimos una lectura. Dijimos: “Este es el texto, esto es lo que queremos decir”.

Al final, cuando compones con un equipo grande o atiendes a la polifonía o estás equivocándote, algo has hecho mal. Si eliges a cuatro autores y eliges un equipo con una libertad creativa, como pueda ser el escenógrafo o el creador del espacio escénico, Diego Sánchez con los Reyes del Mambo, o a nivel audiovisual con Aurora Diago, donde tienen una libertad potente de crear tanto los autores como ellos, como luego incluso los actores, o aceptas la polifonía como meta o estás perdido.

De ahí surgen características del postdramatismo, que es donde me he colocado siempre. Y el postdramatismo, al final, es lo que me ha complicado un poco la vida a la hora de hacer y a la hora de crear. Porque siempre me he colocado en el margen, en el margen de los circuitos, en el margen de los lugares.

Has cumplido 50 años y la compañía ha montado más de cuarenta espectáculos desde 1997. ¿Qué significa esta obra en este momento y qué ve Jacobo Pallarés en el horizonte?

Los cuarenta y dos o cuarenta y tres espectáculos que tiene Inestable desde su nacimiento, en el 97, evidentemente no todos son míos, por suerte, porque ahora mismo estaría muertito en el suelo. Inestable se fundó con Juan y con Gaby, pero el único que se ha mantenido en el tiempo como un hilo rojo soy yo, del 97 a 2024, y sigo en activo.

Evidentemente, soy el que más espectáculos ha hecho. También soy el que más tiempo ha estado dirigiendo el proyecto. Por él ha pasado mucha gente, mucha gente que no está, gente maravillosa y gente que aún sigue estando en la parte artística. Como mi socio Rafael Palomares, Maribel Bayona, siguen estando de alguna manera. Es verdad que soy el que más espectáculos ha hecho.

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Tengo 50 años, llevo desde el 97 con conciencia haciendo lo que quiero hacer, eligiendo –como decía el otro día en redes sociales–, eligiendo estar en el margen, en los márgenes, con todo lo que eso significa, con toda la conciencia de lo que significa estar en los márgenes. Pero también me enseñó José Luis Sirera algo muy precioso, que era que, con el tiempo, la periferia acababa convirtiéndose en centro, en canon. La historia de la literatura y del teatro: Valle-Inclán podía ser periferia y se convirtió en canon y luego volvió a ser periferia. Y así estamos todos.

Entonces, yo me considero margen, pero igual algunos me consideran canon. Llevo mucha trayectoria, pero es algo que tengo muy claro, y es que no acabo de consolidarme. No es que no acabe de consolidar mi lenguaje, que eso también me gusta: no acabar de consolidar mi lenguaje, porque eso significa que tengo dudas, que encuentro otros estímulos y hacen que vaya variando.

He pasado por muchas tristezas. En ese sentido, estoy hecho de tristezas, estoy muy duro en esas tristezas y entiendo muchas cosas como fracasos, frustraciones, pero también me hacen levantarme y tirar hacia delante. Lo que hemos conseguido es que hay trabajadores, podemos pagar al mes a los trabajadores, a los proveedores, a todo el mundo, tenemos esa solidez de liquidez, tenemos esa posibilidad que muchos no tienen. Esto es también una odisea.