#MAKMAArte
Entrevista a Isidoro Valcárcel
27º Coloquios Cultura Visual Contemporánea
Palabras más, palabras menos
Isidoro Valcárcel Medina en conversación con Carolina Parra
Fundación Mainel
Porta de la Mar 6, València
Viernes 4 de noviembre de 2022, a las 19:00
Isidoro Valcárcel lleva años practicando el arte y platicando sobre él como si estuviera al margen de cuanto acontece en su interior. O, mejor dicho: le interesa el arte cuando este surge de forma imprevista, más allá de los dictados de la oficialidad. El compromiso al que alude -lejos de llevar un adjetivo político- es el de la creatividad que, según él, todos llevamos dentro, aunque algunos prefieran delegarla en quienes adquieren el marchamo de artistas.
Sus proyectos, ya sean en el ámbito de la pintura, del teatro, de la poesía, del cine o del acto performático, giran en torno a esa búsqueda de lo insospechado, allí donde el campo trillado dificulta su emergencia. Más que de vuelta de todo, Isidoro Valcárcel lo que hace es darle la vuelta a todo, para que el arte salga del letargo de lo dado por hecho. En Fundación Mainel, mantendrá este viernes 4 de noviembre una conversación con Carolina Parra, bajo el título de ‘Palabras más, palabras menos’, con el que arrancamos esta entrevista.
‘Palabras más, palabras menos’, un título que invita a pensar en el sujeto y su conformación a través de los textos, del lenguaje, de la palabra. Ya se sabe que en el principio fue el verbo. ¿Pero, a qué palabras nos referimos cuando hablamos de ellas? ¿Y hasta qué punto es una cuestión de más o de menos?
Bueno, aunque no soy responsable del título del encuentro, me parece muy sugerente y además muy abierto. En cualquier caso, lo que quiero decir es que en el mundo del arte -como en tantos otros, pero más en este-, se utilizan las palabras de una forma estereotipada. Ya la misma palabra arte está restringida a un territorio que lo comprende, pero no abarca toda su capacidad, y la posibilidad de escamotearla es muy positiva. Es decir, no hay términos infalibles o inevitables; son útiles, porque los usamos constantemente, pero pienso que hay que mirarlo todo con un poco más de cuestionamiento.
Recientemente se expusieron en el Azkuna Zentroa de Bilbao sus ‘Arquitecturas prematuras’, así llamadas porque, según usted, no es que sean utópicas o irrealizables, sino porque, siendo técnicamente posibles, para ser desarrolladas se necesitarían otra época y otra mentalidad. Sus proyectos, en tanto pretenden subvertir ciertas dinámicas consolidadas en el mundo del arte, ¿están destinados a ser siempre prematuros?
Vamos a ver, la palabra “prematura” fue elegida muy intencionadamente, porque generalmente a la arquitectura poco definida en el futuro se le llama utópica, y la utopía es fácil programarla, pero nunca se cumple. Sin embargo, lo prematuro reúne todas las condiciones para poder hacerse, lo que ocurre es que está un poco adelantado a su tiempo. Y, efectivamente, mis proyectos nunca se van a hacer y son prematuros -de ahí la mala o la buena intención de la palabra-, porque si resulta que no se hacen, con todos los elementos a su disposición, es sencillamente porque no se quiere.
Y, más recientemente todavía, en Genalguacil, en la nueva edición de ‘Lumen’ [Genalguacil Pueblo Museo], se dirigió a la gente que pasaba por la calle para entregarles dibujos en papel (tamaño A4), que realizó a razón de 10 modelos diferentes y 50 ejemplares de cada uno. ¿Era su manera de reivindicar la disolución del arte en la vida cotidiana? ¿Se considera, tal y como apareció en algún medio local, un outsider del arte español?
El arte en general, ya sea español, polaco o de cualquier otro lugar, está sometido a una serie de normas y hormas. Y, sencillamente, si yo reparto esas obras por la calle es porque considero que no es imprescindible ir a una galería de arte, para encontrarte con esas obras sin más requisito que extender la mano y cogerlas.
Otro detalle: se hicieron esos 10 modelos diferentes y 50 ejemplares de cada uno, porque los habitantes del pueblo [Genalguacil] son aproximadamente unos 500, de manera que tocaba una obra a cada uno. Eso corresponde a una visión de la perspectiva de la difusión artística que no coindice para nada con la habitual. Entonces, hay una intención de desligarse de las normas que rigen el mundo del arte.
Carolina Parra, en el texto ‘Arte contra el sistema. Isidoro Valcárcel’, dice que su figura es la de un artista silenciado por la crítica y la historiografía de nuestro país. ¿El haber ganado el Premio Nacional de Artes Plásticas 2007 y el Premio Velázquez de Artes Plásticas 2015 vendría a contradecirlo o, simplemente, es la constatación de que algo ha cambiado con respecto a su figura en estos últimos 15 años?
Pues no lo sé, realmente. Yo creo que a lo mejor -sin que se tome lo que voy a decir como un juicio o un análisis- pensaron que ya era un hombre con tantos años, que, como llevaba tiempo dando la lata, pues dijeron: ¡vamos a dárselos! Pero vamos, esto no puede tomarse más que como una interpretación casi cómica. Pienso, sencillamente, que hubo un criterio relacionado con la idea de ¡ya era hora! Yo no tengo obras en museos -uno o dos ejemplos solamente- y tampoco pertenezco al circuito comercial del arte. Por otro lado, los premios deberían de ser, en teoría, ecuánimes, aunque tampoco quiero prestarles demasiada atención, porque invaden mucho el territorio de la imaginación.
Le he leído en alguna entrevista que, para usted, “el arte es sencillamente el espíritu con el que se afrontan las situaciones”. En este sentido, ¿cualquiera que tenga ese talante sería un artista, al margen de su capacidad para producir una obra?
Evidentemente. Eso es una cosa fundamental. Todos somos artistas, lo que pasa es que la mayoría de nosotros se resiste heroicamente a serlo. De manera que, a este que hemos pillado, le colgamos el candil de artista y ya lo tenemos, lo cual significa un renuncio a la capacidad creativa que todos los seres humanos tenemos, aunque no sea en la misma medida, pero sí, al menos, para considerarlos artistas en potencia.
Para usted, ¿existe alguna diferencia entre la realidad y la ficción? Si el arte se ha de disolver en la vida, ¿dónde queda la distancia estética que eleva la cosa -en su simple utilidad- a forma elaborada tras el juego de la representación?
Vamos a ver, junto al criterio de arte y no arte, hemos construido no solo eso, sino en qué consiste, y la estética es uno de los elementos que intervienen en ello. Pero, claro, si nos ponemos a mirar la cantidad de obras de arte que no tienen nada de estética -y ni falta que les hace, afortunadamente-, llegamos a la conclusión de que esa estética no es un elemento constitutivo de lo que es la expresión creativa. Lo importante es ver algo en lo que no había pensado nunca: ahí está la componente artística, que no es estética.
En este sentido, es cierto que el planteamiento del arte está condicionado por lo que se ha acostumbrado a llamar arte. Por ejemplo, pintura es arte, pues claro, pero también la botánica bien interpretada o la albañilería bien ejecutada, de forma que hay que estar alerta por lo que las instituciones quieran imponer.
Usted busca, por ello, un espectador que no sea pasivo, que participe en la creación artística. ¿No le parece suficiente que el espectador que contempla un cuadro, escucha una obra musical o ve una película salga conmovido y alterada su visión de cuanto le rodea tras esa experiencia artística?
La participación del espectador es una responsabilidad suya y cuanto más se sienta influido, pues más positivo, si la obra lo merece. Lo que yo propongo no es ese disfrute de ver una película, que es indudablemente algo colaborativo, sino el hecho de que, yendo por la calle, te den un papel bien dibujado y con colores, y tengas que decidir si lo tiras o te lo guardas, en un momento en que vas a hacer la compra e igual te estorba. Esa es la cuestión que a mí me interesa mucho. Al ciudadano no se le da un papel de participación, en absoluto, y esa coacción -digámoslo así- para mí es fundamental.
Se habla mucho del arte comprometido, pero ¿qué es para usted ese arte comprometido, después de haberle escuchado que últimamente no hay gente, dentro del mundo del arte, que se juegue el tipo?
El arte comprometido es hacer lo mejor que se sabe hacer, en el sentido profesional del término, y luego transmitir una idea, un concepto. Pongamos un accidente de coche que he visto en la calle. ¿Qué puedo hacer si eso me inspira, en el buen sentido de la palabra, dentro del territorio del arte? Tengo que considerar porqué estos dos individuos tenían que ir en coche, porqué tenían que ir por una calle estrecha que no facilita la circulación, y consideraciones de este tipo que llevan a cuestionar el hecho inicial en sí, sin llegar a criticarlo, para exponer que podemos no ir en coche, aunque en ocasiones sea enormemente útil e incluso necesario.
En Valencia, además del IVAM, el MuVIM, el Museo de Bellas Artes, el Centre del Carme del Consorci de Museus o Fundación Bancaja, ahora tenemos Bombas Gens, el reciente CaixaForum y, dentro de poco, la Fundación Hortensia Herrero y la Fundación Juan José Comenge. ¿Tamaña proliferación de espacios expositivos es signo del interés creciente por el arte o la constatación de su eclosión como fuente de interés turístico?
Lo que no se puede decir es que eso sea negativo, de ninguna manera. Lo que sí se puede decir es que allá por los años 80 hubo una fiebre de inaugurar museos en cualquier sitio, cosa que, así dicha, es muy positiva, pero que después se ha ido demostrando que no respondía a las necesidades del lugar. Y esto es así, porque esas instituciones se creaban de una forma automática.
Hacer un museo es muy fácil -aparte de las cuestiones económicas o políticas-, porque se levanta un edificio con paredes en blanco, donde se meten cosas que se dicen que son obras de arte. La responsabilidad empieza una vez que está hecho el museo, porque generalmente la finalidad del museo, más que la de generar inquietud cultural, es mostrar la apariencia social o política de la institución.
Volviendo a ‘Palabras más, palabras menos’, ¿qué entiende usted por lenguaje y, más en concreto, por lenguaje del arte?
El lenguaje del arte tiene que ser más complejo o incómodo. Es decir, si ante una obra de arte aplicamos la regla del ‘2 x 2 son 4’, esa evidencia no nos requiere ninguna pregunta más. El arte es más incómodo, por no decir difícil. Si tú penetras con esfuerzo en una obra y la asimilas, la compensación es inmensa, cuando se trata de un arte auténtico.
¿Y en qué consistiría esa autenticidad?
La autenticidad tiene que ver con aquello que en la obra te provoca cierta inquietud o una nueva visión; no dar por asimilado lo que estás viendo.
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