En lo alto

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‘En lo alto’, de Hong Sang-soo
Reparto: Kwon Haeyo, Lee Hye-Young, Park Miso, Song Sumi, Cho Yunhee y Shin Seoko
97′, Corea del Sur | Finecut y Jeonwonsa Films, 2022
Nominada a la Concha de Oro a la mejor película en la Sección Oficial Festival de San Sebastián 2022

Esos edificios a los que apenas les dedicamos la menor atención; esas construcciones a medio hacer que se han convertido en parte fundamental en cualquier paisaje urbano de nuestra época; todos esos bloques de vecinos que impregnan las ciudades –grandes o pequeñas- de lo más fundamental que puede aportar el ser humano al planeta: la vida.

Una vida que, en ocasiones, puede ser aburrida y tediosa, mientras en otras nos embarga con las más trepidantes aventuras que el fragor diario nos llega aportar. Una vida que cada cual vive como mejor le parece y en la que los demás tan solo somos meros personajes aleatorios apareciendo en escena.

Esa vida, que pasa sin que apenas nos percatemos de su presencia, es la que el director Hong Sang-soo retrata en sus películas desde que el año 1996 dirigiera ‘El día que un cerdo cayó a un pozo’.

Con el estreno en la cartelera de su última cinta, ‘En lo alto’, el coreano nos hace ir hasta un edificio de apenas tres plantas y un sótano, en medio de una gran ciudad de la que nunca sabemos su nombre, pero que bien podría ser una gran urbe como Seúl, la capital de Corea del Sur.

Fotograma de ‘En lo alto’, de Hong Sang-soo.

Entramos en ese pequeño edificio de la mano de su dueña, una arquitecta famosa (interpretada por Lee Hye-Young) en una visita que le hace un antiguo amigo director de cine y que llega con su tímida hija, la cual pretende ser decoradora de interiores. Con este pretexto, entablamos una relación con el personaje del director de cine (Kwon Haehyo) y conocemos más en profundidad un personaje del que apenas se habla: el propio edificio.

Ese edificio que es parte tan fundamental de la trama, como pueden serlo cualquiera de los personajes que aparecen en la cinta. El alma que irradian esas paredes es tal que parece poseer sentimientos propios, incluso en ocasiones llegamos a oírlo respirar.

En esta última película, el prolífico director coreano (algunos lo comparan con Woody Allen, pues saca una o más de una película al año) vuelve a usar una fotografía en blanco y negro, como ya hizo en su anterior trabajo ‘La novelista y su película’. Aunque, en esta ocasión, apenas vemos planos en el exterior del edificio, si no es para estar en la terraza del ático comiendo, o en la entrada del edificio fumando, mientras se espera la entrada en escena de algún personaje.

Los planos fijos que nos muestra en pantalla quedan lejos de ese uso del zoom al que nos tenía acostumbrado Sang-soo en sus últimos trabajos. En ‘En lo alto’ no hay movimiento alguno de la cámara, lo cual hace que podamos fijarnos más en lo que la imagen nos muestra: como, por ejemplo, los diálogos.

Fotograma de ‘En lo alto’, de Hong Sang-soo.

Unos diálogos largos, en los que el círculo de la conversación regresa al punto de partida para remarcar aquello que es necesario, pero sin perder el ritmo de la propia conversación. Los personajes hablan sobre sus vidas con naturalidad, sin artificios cinematográficos de esos que se añaden ahora para hacer énfasis en algo que luego no vemos reflejado en la historia. Se trata de la naturalidad de lo cotidiano, sin los añadidos de frases que no deberían estar ahí.

Y si los diálogos son naturales, más naturales aún son los silencios: silencios que cuentan una historia; silencios que nos hacen conocer más a los personajes que están dentro de la gran pantalla. Silencios naturales, incómodos dentro y fuera de la pantalla. Silencios que hacen que levantemos una ceja en la sala, esperando ver cómo resuelve esa incomodidad el director. Y son esos silencios los que hacen subir un piso más arriba esta cinta de Sang-soo.

La narrativa circular que lleva ese guion, firmado por el propio director de ‘Lo tuyo y tu’, hace que los lapsos de tiempo sean tan solo un recurso para contar la historia del director de cine. Desde que entra en el edificio con su hija, al comienzo de la película, vamos observando las diferentes etapas que va pasando este hombre de edad madura.

Byungsoo (que así es como se llama el director de cine interpretado por Kwon Haehyo) va cambiando de casa -aunque siempre dentro del edificio- según sus necesidades. En cada una de ellas, la película ahonda en diferentes aspectos de la vida en la madurez; de la soledad de un hombre, al aprender a estar solos sin más compañía que la nuestra. O la necesidad de una espiritualidad que, antes o después, acaba llegando a nuestras vidas y la importancia (o no) de la creencia en una u otra religión, mayoritaria o no.

Cada apartado anterior es un piso que subir en esas escaleras de caracol que conducen hasta el ático. Pero también es un camino hacia un estilo de cine que no es el que ahora se puede encontrar en las salas. Ese ritmo pausado para contar una historia íntima; los personajes idóneos para entrar de lleno en la historia. Sin grandes alardes técnicos, pero sí con un gran guion y una muy buena fotografía, hacen que este estilo de cine minimalista llame más la atención que los grandes blockbusters que inundan semana tras semana la cartelera de nuestro país

Todo esto lleva a pensar en esta cinta como algo más que una simple película que ir a ver para pasar el rato. Es una película de esas que rozan los sentimientos sin llegar a ahondar en ellos, pues no es el objetivo del director.

Se trata, tan solo -ahí es nada-, de mostrar la vida de un edificio en medio de una gran ciudad llena de rascacielos sin alma, siendo el claro ejemplo de la metáfora que Hong Sang-soo nos muestra en esos apenas 97 minutos que dura el metraje de ‘En lo alto’.