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Entrevistas MAKMA I Diana Navarro
‘En tierra extraña’, libreto y dirección de Juan Carlos Rubio
Idea original: José María Cámara y Juan Carlos Rubio
Intérpretes: Diana Navarro, Alejandro Vera y Avelino Piedad
Teatro Olympia
San Vicente Mártir 44, València
Hasta el 18 de septiembre de 2022
La atracción de lo prohibido, el arrebato lorquiano, la mujer sumisa o perversa, el hombre cornudo o entregado, las minorías, la sexualidad encubierta y las carnes en llamas de los amantes furtivos, la añoranza, los amores imposibles, las miradas eléctricas, la pérdida… Estas fueron las piezas con las que los poetas montaron todo un universo popular.
Solo la tríada Antonio Quintero, Rafael de León y Manuel Quiroga sumó más de cinco mil composiciones, concebidas como novelas cantadas, con introducción, nudo y desenlace, de una calidad lírica excepcional. En España, la música es casi tan importante como el pan. Y si, como recordaba la poeta Francisca Aguirre, en tiempo de agitación en España se canta mucho, a partir del año 1936, en este país fueron necesarios muchos pentagramas para espantar los males.
‘En tierra extraña’, obra protagonizada por Diana Navarro, Alejandro Vera y Avelino Piedad –que permanece en cartel en el Teatro Olympia hasta el próximo 18 de septiembre– es el ojo de una cerradura que permite espiar una reunión, ficticia, entre dos poetas, Rafael de León y Federico García Lorca, y una estrella de la canción, Concha Piquer, días antes de que se desate la Guerra Civil.
Los tres actores, los tres cantantes, despachan en inglés, español y valenciano un repertorio que Diana Navarro conoce desde antes de cumplir 13 años, cuando interpretó por primera vez ‘Ojos Verdes’. Desde entonces, ha pretendido revitalizar un género con formas nuevas de contarlo, sin pestazo a vinacho y madrugada vieja (aunque también), invitando a entrar en un mundo que se resiste a desaparecer: “Intento adentrarme en mundos sonoros que he inspeccionado antes, pero siempre inspirado en las coplas, en las saetas, el flamenco, la zarzuela, el cuplé…, con una necesidad de acercar a la gente joven todos estos estilos de raíz que creo que son tan necesarios y que tienen tanta historia cultural y popular detrás”.
¿Te reconoces en el título de máxima exponente de la neocopla?
Me gusta, lo expresa bien. Lo que yo hago es copla, digamos que es neo cuando compongo yo los temas. También hago los clásicos con una revisión sonora que creo que la acerca a la gente joven. Esa es una cruzada personal que tengo, la de que la cultura de nuestro país no se pierda.
Cine, teatro, televisión y música, por supuesto… ¿Sientes que alguna tierra te es aún extraña?
La verdad es que no. Todo lo que abarco lo hago con mucho respeto. En todos los géneros que intento investigar lo hago desde el respeto. Tengo, gracias a Dios, una garganta que me permite meterme en todos esos lagos y flotar. Nadar con estilo ya es otra cosa. Lo que creo que sobre todo transmito es que me lo paso muy bien y eso es lo que la gente me permite seguir haciendo después de dieciocho años.
‘Inesperado’, ‘Resiliencia’… Más que una carrera discográfica, parece una profecía.
‘Resiliencia’ es un trabajo muy importante para mí, que, aunque salió en 2016, sigue absolutamente vigente porque fue mi crecimiento personal y mi manera de compartirlo con el público en forma de canciones. Fue una catarsis emocional, sentí una muerte metafórica por un malquerer y eso me hizo apostar por mí y aprender a quererme.
A la artista la tenía muy cuidada, pero a la persona la tenía muy olvidada. De eso iba ese disco, de superación personal. La resiliencia es la capacidad del ser humano de estirarse como una goma sin romperse frente a las situaciones delicadas de la vida. Lo que no te mata te hace más fuerte.
De ‘El perdón’, uno de los temas, no dejan de subir reacciones en YouTube y me siento muy orgullosa. En cuanto a ‘Inesperado’, lo titulé así porque cada canción que componía me salía con una sonoridad diferente y dije: «Pues esto no se lo va a esperar nadie». Siempre bromeaba con que el siguiente disco se llamaría ‘Abundancia’ y caerían patas de jamón del cielo.
En ‘Inesperado’ podíamos escuchar a Marifé de Triana pasada por el rap, bastante antes de que recuperar cantes de la Repompa de Málaga con bases electrónicas fuese lo más.
Eso es algo que mi ego agradece. Ha dado la casualidad de que, cosas que yo hice hace tiempo, luego otra gente también ha explorado esos caminos. Pero tampoco he inventado nada. Las verdaderas creadoras de estilos fueron las folclóricas de antes, como Encarnita Polo, con su ‘Paco, Paco, Paco’ en modo setentero.
Cantas en ‘Resiliencia’: «Déjame sin nada y arrebátamelo todo. Pero los niños no». Hoy es un concepto que ya es de curso común –el de la alienación parental–, pero cuando salió el disco no se manejaba con esa soltura.
Me preocupa muchísimo. Los niños son lo más importante que hay y no se pueden utilizar como moneda de cambio, para herirse. Eso lo veo mucho. Es un canto a la cordura y al respeto, sin géneros. Hay hombres, padres, maravillosos y madres también maravillosas.
En la obra ‘En tierra extraña’ dejas al público en la misma habitación con Concha Piquer, Federico García Lorca y Rafael de León, a unos días de estallar la Guerra Civil, en 1936. Se habla como de una unión de dos Españas, pero Concha fue rebelde incluso en el trozo de España en el que le tocó vivir. Grabó «en el quicio de la mancebía» pagando una multa.
Era una mujer ingobernable por todo lo que vivió de pequeña: se quedó huérfana, tenía que ayudar a su madre a salir adelante robando en los huertos… Después, con 12 años, se va al Sogueros porque quería cantar, desembarcó en Broadway con 15… No es extraño que llegara donde llegó. Era una mujer de armas tomar y su carácter la convirtió en la estrella que fue. Tanto, que un siglo después seguimos hablando de ella.
Hablando de… ovarios o de coñazos bien puestos. Contaba el saxofonista Pedro Iturralde, en 2014, que Concha Piquer solo tuvo problemas en Argentina por su nombre.
A ella la avisaron de que, en Argentina, ‘concha’ significa el aparato reproductor femenino y ella contestó que le daba igual: “Yo soy Conchita Piquer”, decía. O sea, Coñito Piquer. Fue muy transgresora, la Madonna de la copla.
¿Qué clase de amor es la música?
Es un amor que no se puede llamar de otra manera: es música. No se puede llamar amante, esposa, novia, ni querida. Para mí, es mi vida. Cantar es como respirar. La música me sana, me calma, me emociona y siento que a través de ella puedo sanar, calmar y emocionar a los demás. Eso es un privilegio de la vida y soy consciente de la magia que tiene. Es el amor más grande que he podido experimentar.
¿Hubieses terciado en ese cruce de declaraciones entre la Piquer y la Jurado sobre quién era más larga?
Qué fantasía. Yo hubiese disfrutado muchísimo siendo una folclórica de la época. Eran dos genias. Que existiese esa especie de pique (que yo creo que era ficticio) era maravilloso, formaba parte de la manera que tenían de sentir en ese momento. Son incomparables: uno no puede decir si le gusta más el sushi o la tortilla de patatas, el jamón ibérico o el foie. Ellas eran únicas; no puedo vivir sin ellas, sin Juana Reina, Lola Flores… ¿A cuál elegir?
Si no hubieras salido cantante, ¿qué habrías hecho por no callar?
Habría sido cantante en todas mis vidas. O actriz, que también ha sido una gran oportunidad. A mí, de pequeña, me preguntaban qué quería ser de mayor y lo tenía claro: cantante. Nunca pensé que fuera a ser imposible cumplir ese sueño y por eso creo que lo alcancé. Le caigo bien al duende y siempre me echa una mano.
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