Cristina Gamón

#MAKMAEntrevistas | Cristina Gamón (artista)
Premio Adquisición MAKMA Abierto València 2021
‘Espejismos’, de Cristina Gamón
Shiras Galería
Vilaragut 3, València
Hasta el 14 de noviembre de 2021

Conversamos con Cristina Gamón (València, 1987) a propósito de su exposición ‘Espejismos’, la cual se podrá visitar hasta el 14 de noviembre en Shiras Galería. Dicha muestra supone, además de una vuelta a su ciudad natal, el reconocimiento tanto por parte de la Fundación Juan José Castellano Comenge como de este medio, dado que ambas entidades adquirieron obra suya en el marco de Abierto València, el evento de inicio de temporada de las galerías de arte contemporáneo de la Comunitat Valenciana.

En los inicios de su carrera, Gamón recibió diversos galardones, como el XXVI Premio Nacional de Pintura Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia o el Premio Senyera de Pintura por el Ayuntamiento de València, ambos en 2009, o el XXVI Premio BMW de Pintura en 2011. Ella misma reconoce que estos premios de su juventud le ayudaron a encauzar su profesión como artista visual: “Es cierto que los premios conformaron mi carrera. Quería saber si era capaz de aportar algo que tuviera valor para mí y conocer si podía ser útil también para los demás”.

El premio adquisición MAKMA en Abierto València se suma a una nutrida lista, en la que la Beca de Residencia en la Casa de Velázquez (Madrid) en 2012 ocupa, supongo, un lugar especial. ¿Cómo resumirías tu trayectoria artística desde entonces?

Cristina Gamón (CG): Resumir mi propia trayectoria casi parecería como leer mi carta astral. Quizás la clave estaría en el contexto: el cómo nos enfrentamos a la realidad nos define. Siempre me he dedicado en exclusiva al arte como un punto de no retorno. A caballo entre dos crisis, para los artistas de mi generación la palabra incertidumbre está hueca y comporta algunas ventajas. El arte te permite y te incita a llevar una vida nómada. En mi caso, hace tiempo, decidí trasladar mi base de operaciones a Madrid.

¿Destacarías alguna anécdota o situación curiosa en todo este tiempo?

CG: Recuerdo la primera vez que expuse en París, junto a los artistas de la Casa de Velázquez. El día de la inauguración, un señor entrado en edad, con la cabeza ágil y no tan bien acompañado, ya, de su paso elegante, se entusiasmó con mi trabajo. En un limitado francés, le expresé la intención de mi obra, a lo que él, con esa grácil manera afrancesada, me respondió en castellano: “Un paisaje para la imaginación”. De pronto, el tumulto invadió la sala quedando solamente un hombre al fondo de la misma, que se acercó y me dijo: “Usted deberá volver mañana para recoger su cheque. Monsieur Pierre Cardin, desea su pintura de ensueño”.

‘Umbrales VI’, de Cristina Gamón. Fotografía cortesía de la artista.

En los últimos años has sido bastante trashumante, desde París hasta el Círculo Polar Ártico…

CG: Tengo una buena relación con Francia, trabajo con una galería en París y residí allí varios meses con motivo del proyecto ‘El marco de la Ilusión’, gracias a las Becas FormARTE del Ministerio de Cultura y el Colegio de España. Algo más exótico fue mi periplo por Filipinas. He residido en Manila dos ocasiones por proyectos expositivos del ámbito privado. La segunda ocasión supuso una experiencia aún más inesperada e intensa puesto que viví allí todo el confinamiento. Una circunstancia que agradezco, porque pude pintar mucho durante la pandemia.

En Filipinas el color vibra más fuerte. Allí expando mi paleta, mi pintura es más espontánea y vital. Su cultura, de predisposición optimista –probablemente a causa de su localización geopolítica– sumado al caprichoso clima intertropical, te conquista. Pero lo que verdaderamente me cautivó fue su exuberante naturaleza. Creo que no son conscientes de la riqueza de sus corales milenarios, de sus frutas paradisíacas y de los atardeceres de leyenda.

Como revés de la moneda, hay un proyecto anterior que marcó mi trabajo. Se trata de mi paso por el desierto ártico, una travesía en residencia por el archipiélago de Svalbard a bordo un velero bergantín durante el solsticio de verano. La monotonía del color y la luz constantes originó una propuesta más analítica en torno a la percepción subjetiva del color enmarcada en la experiencia psicológica de la luz del sol de medianoche y la frontera imaginaria de la conquista del Polo Norte.

La instalación ‘Blanca Sombra’ –que se encuentra actualmente en Shiras Galería– es una referencia directa al espejismo superior común a las aguas árticas que, con su paisaje simétrico bañado por la luz especular del cristal dicroico, se erige como broche holístico de esta exposición.

En tu exposición ‘Espejismos’, en la Shiras Galería, alteras muchas partes constitutivas de la considerada pintura tradicional, empezando por la propia pintura como tal, recurriendo solo a los pigmentos, y también sustituyendo la tela o el tablero por superficies de metacrilato. Sin embargo, dejas intacto un tercer elemento: el esqueleto, el bastidor, que además dejas entrever a través del propio plástico o sus agujeros. ¿Por qué?

CG: Mi discurso parte de la literalidad de los elementos constitutivos del cuadro referenciados desde la historia del arte. Así, la ventana albertiana de la pintura se traduce en el formato de trabajo: metacrilato y bastidor son el soporte de la pintura desde el cual exploro sus límites hasta desvelar cómo la estructura interna del cuadro participa de un orden poético dentro del caos representado en las obras.

Las piezas que integran ‘Espejismos’ son una deriva natural de mi investigación, en donde las preocupaciones propias a la pintura, y que comparte con el reflejo (la dualidad, la simetría o el simulacro…), encuentran su eco especular en temáticas relacionadas con la construcción de la mirada sobre uno mismo o la mise en abyme. Desde el punto de vista de mi práctica artística, pertenecen a la serie ‘Umbrales’, describiendo un lazo invisible que abraza mi anterior proyecto en el cual, como adelantabas, el espacialismo por ausencia o superposición, adquiere una presencia habitual en mi vocabulario plástico.

Reinterpreto la idea de fisura en la representación pictórica que como encuadres de la escisión profundiza sobre la doble realidad del cuadro. Los abismos huecos de sus aperturas compositivas, como umbrales de lo inalcanzable, o el patetismo de sus trípticos mudos, son los cristales rotos de la ventana de la pintura, que quedan arrancados de su paisaje abstracto.

En alguna ocasión relacionaste tu pintura con el concepto de constelación o galaxia, por ejemplo en la serie ‘Constelaciones de colores’, de 2014. El propio Alfonso de la Torre, en el texto de la exposición actual, habla de “ingrávidas constelaciones de colores y fuerzas desarrolladas en un interregno entre la contracción y la expansión”. ¿Te inspira lo interplanetario?

CG: Esa seriede la que forma parte la obra adquirida por MAKMA– cuestiona el origen de la pintura a modo de fantasía-ficción. Conocemos que la materia que daría lugar a la vida en la tierra procedía del interior de un asteroide. El pigmento es parte de esa materia mineral primigenia y es también el origen del color que hace posible el ejercicio de la pintura.

En mi trabajo, a menudo reflexiono sobre el mundo de las imágenes que hemos construido y cómo nos relacionamos con él. Respondiendo a tu pregunta, pondría el ejemplo de cómo las imágenes más famosas que conocemos del espacio exterior son una interpretación, es decir, una traducción de datos que, desde telescopios como el Hubble, registran la luz desde el blanco y negro para más tarde procesar a color.

Nuestro imaginario visual sobre el origen de las estrellas o el futuro de una galaxia parte de unas bases cromáticas imaginarias. Dicho de otra manera: los ojos con los que miramos el mundo varían en cada época mientras nuestras inquietudes, nuestros grandes interrogantes, permanecen invariables.

Es un privilegio haber tenido oportunidad de contrastar ideas junto a Alfonso de la Torre –autor del texto del catálogo editado por la Shiras Galería–, quien ha dedicado su vida a investigar el arte contemporáneo español. Su conversación siempre me aporta conocimientos que ponen de manifiesto puntos en común en donde mi obra se alinea con la estela de nuestra vanguardia pictórica, desde el informalismo hasta el surrealismo metafísico, entre otros.

Vista de la exposición ‘Espejismos’, en Shiras Galería. Fotografía cortesía de la galería.

Me resultó curioso descubrir que la plataforma Artsy etiqueta tu trabajo, entre otras categorías, como “molecular”, es decir, “que contiene formas que se asemejan a moléculas, átomos u otras partículas microscópicas.” ¿Estás de acuerdo con este símil, o simplemente deberíamos hablar de abstracción?

CG: En términos pictóricos, lo molecular o biomórfico, como enunciabas, está muy presente en la historia de la abstracción y me siento cómoda también con esa lectura. Si bien la abstracción es un territorio en donde micro y macro convergen a menudo, mi trabajo se pone en paralelo a la mirada científica, de nuevo, a causa del imaginario que hemos construido gracias a los avances científicos. La democratización de las tecnologías ha hecho posible que el punto de vista del demiurgo nos sea de una domesticidad rutinaria.

Fotogeología con drones para cartografiar el presente, telescopios para descifrar el pasado y microscopios para formular el futuro. Y, si me apuras, el Big data es en sí mismo es un buen ejemplo de cómo desde micro a macro se representa nuestro tiempo.

Comencé en abstracción con la serie ‘Pinturas infinitas’, titulada bajo una intencionalidad que apelaba a la pintura pura y contemplativa propia a una poética de grandes formatos en los que poder sumergirse a través de la sensualidad huidiza de sus atmósferas de color. Mientras, el efecto del título provocaba esa necesidad de racionalización en el espectador forzando lo reconocible que etiquetamos como infinito. Para mí ese duelo constante entre razón y sentimiento es toda una definición de nuestra limitada condición humana.

El trabajo desde la abstracción supone una vuelta a los valores, a asimilar las raíces para, quizás después, de algún modo, poder transgredirlas. Me interesa recuperar las bases desde su esencia: el espacio compositivo, el formato, el color luz, el color pigmento, la forma, la materia, el gesto o la emoción. Todos estos elementos forman parte de mi lenguaje.