#MAKMAArte
Entrevista a Carles Àngel Saurí
Director del Espai d’Art Contemporani de Castelló (EACC)
Carrer de Prim s/n, Castellón

Ha pasado más de un año desde que el proyecto de Carles Àngel Saurí fuera elegido para que ejerciera como director artístico del Espai d’Art Contemporani de Castelló (EACC), un centro con veintitrés años de actividad. A lo largo del pasado 2022, Saurí ha puesto en marcha una programación que continúa impulsando a todos los niveles un espacio cultural y vital, engranando las voces de los creadores, de los públicos y de la propia ciudad de Castellón.

¿Cómo ha sido este primer año como director del EACC? ¿Qué transformaciones ha habido en la programación?

Me interesaba analizar la situación del EACC y ver cómo conectar a un público joven dedicado a la reflexión cultural y a la producción artística. Cuando llegué había un programa expositivo; una de las ideas era construir un programa de actividades que dotase de nuevos cuerpos, lenguajes, identidades y reflexiones al espacio, involucrando a gente de Castellón.

El ‘Descrèdit de la realitat’ era una declaración de intenciones. El primer gesto era no comisariarla yo solo: ayudó que estuviese un proyecto como Cúmul. Tuve un par de encuentros con ellas y me pareció interesante trabajar con Paula Lorenzo, por su sensibilidad y su posicionamiento estético-político. Participaron otros creadores de Castellón como Carlos Bonet, Carlos Páramo, Lara Ordóñez, Maria Doménech… y otros agentes que trabajan el pensamiento contemporáneo; se invitó a una asociación de agricultura regenerativa de Benlloch, Malærba. Mi manera de trabajar es porosa con lo local.

La segunda exposición es de Francesc Ruiz, ‘La Ciutat del Transport’. Trabaja con el lenguaje del cómic, la gráfica, el diseño, reflexiona sobre la impresión… Esta relación se entiende a partir del ecosistema cultural de la plaza del EACC, donde está la Escuela de Diseño (EASD). Se trata de pensar qué cosas nos activan, o trabajar en relación al vacío: qué no hay. Aquí no había una reflexión sobre el diseño vernáculo, y Francesc ha producido una exposición reflexionando las estrategias del diseño semiprofesional. Fue un proyecto a partir de su diálogo con Castellón.

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¿Con qué ha roto y con qué ha continuado el EACC?

No hemos dejado de hacer nada que se estuviese haciendo. En este espacio han pasado cosas increíbles; cuando conoces el EACC en su totalidad te das cuenta de cómo puede destrozar cualquier tipo de pensamiento provinciano. Para mí es un referente de cómo la periferia ha podido tener un programa históricamente puntero; han pasado reflexiones sobre los Gay studies o los Black studies mucho antes de que llegasen a la circulación mainstream.

El espacio ha sabido relacionarse genial con los públicos de Castellón. Una de las cosas más bonitas es ver cómo las reservas de escolares están llenas. Muchos de vosotros sois una generación que ya empezó pasando por aquí, eso le da al EACC una capa que no tenía: un público que hubiera crecido aquí. Para mí, programar no es llenar los vacíos, sino pensar también en qué ha pasado antes aquí.

¿Cómo han funcionado las nuevas líneas –queer y arte coreográfico–, que ya veían un poco de base?

Con lo coreográfico y queer ya habían pasado cosas. Hubo una exposición muy bonita comisariada por Ana Manubens, en la cual ya se habían desplegado. Por el EACC había pasado mucha gente como Sandra Gómez, Valentina Desideri, Marc Vives…

El trabajo con lo queer no entiendo que sea una obligación, pero sí que la teoría queer se puede entender como teoría institucional, que haga replantearse a la institución desde qué lugares ha trabajado, qué cuerpos ha invisibilizado o a cuáles no les he dado voz. Me parece una metodología de pensamiento crítico que debe estar, igual que el pensamiento feminista o el pensamiento decolonial.

¿Y cómo marcha la apuesta del EACC por los videojuegos?

El tema de los videojuegos tal vez sí fue algo más personal. Es una industria completamente dominada por el espectáculo y un consumo cultural acelerado y capitalista, exento de su crítica o de su propia reflexión. Aunque es verdad que hay todo un género de juegos indie que permite esas reflexiones. El videojuego es un lenguaje superinteresante y que construye nuevas maneras de ver, de estar, de relacionarse…

Hace poco, el ministro de Universidades [Joan Subirats] dijo en el IVAM que nos equivocamos en el momento en que entendimos que Internet era una herramienta. En realidad, es otro espacio, otro país, con sus maneras sociopolíticas de relacionarse. Yo entiendo eso también; el videojuego es un espacio más, un lenguaje con el que trabajar, y a partir del cual generar conversaciones con un público tanto nativo digital como no nativo.

En la primera sesión de ‘El Club del videojoc’ vino una madre con su hijo y se construyó una conversación increíble: la madre apreció maneras de ver el videojuego que no esperaba, y el niño vio cómo la reflexiones de su madre eran escuchadas, no se construía como una cuestión binomial de no-videojuegos o sí-videojuegos. Pudieron dialogar.

¿Crees que el arte está emparentado con lo lúdico? ¿En qué sentido crees que debería estarlo o no?

Contestaré sobre lo que creo que es la potencia que tiene un centro de producción artística o de arte visual. Para mí, a día de hoy, son espacios que construyen una lectura contracultural del consumo visual. Acostumbradas a un consumo acelerado a través de las redes, un espacio como el EACC construye una mirada que exige un tiempo alejado de la rapidez.

Para entender exposiciones como ‘La Ciutat del Transport’ o ‘El descrèdit de la realitat’ tenías que venir una vez, volver, leerte el catálogo… Eso implica unos tiempos de lectura visual muy relajada, y, evidentemente, pueden ir acompañados de lecturas lúdicas, que muchas veces propician interpretaciones sin prejuicio. El marco del juego permite ensoñaciones y otras realidades. Por ese lado me parece interesante. Lo que no acabo de creer es que lo lúdico sea la herramienta base para la lectura de cualquier cosa. No todo es juego.

Donde yo haría una crítica es: se puede disfrutar sin el juego, el placer existe más allá de lo lúdico. Cuando creemos que solo con el juego se llega al placer nos perdemos otros lenguajes con los que disfrutar. La ludificación o la gamificación del todo también es una estrategia neoliberal del capitalismo. No olvidemos que el juego es un marco predefinido; el problema es insertarse en él sin generar reflexión crítica. El placer por el placer, exento de un pensamiento situado, nos lleva a la alienación.

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¿Ha cambiado tu percepción personal como director del EACC? ¿Y respecto a la aplicación proyecto?

Sí, y me equivocaría si no hubiese pasado eso. El EACC estaba antes que yo y tiene una potencia de construcción de relaciones independiente a que yo dirija o programe. El EACC es una pieza en un ecosistema. El primer paso del programa era entender cómo el EACC me cambiaba a mí, y a partir de ahí generar las preguntas que diesen pie al programa.

Nunca entendí que mi programación hubiera de estar por encima; así hubiera invisibilizado su historia, en la que, seguramente, yo seré un breve espacio temporal, pero el EACC continuará cuando yo me vaya. Sí, me ha cambiado cosas, y las seguirá cambiando. Esa es la relación de afección que yo entiendo que tiene que ser una dirección.

¿Qué grandes similitudes y diferencias encuentras entre el EACC y otras instituciones con las que has estado vinculado, como el Reina Sofía, el IVAM o Bombas Gens?

La diferencia es que el EACC no trabaja con una colección, no es un receptáculo de conservación de patrimonio, más allá del propio edificio y algunas intervenciones. Es interesante que el espacio dé lugar a nuevas propuestas, no a trabajar con lo ya hecho, sino con una producción, dando espacio a esos artistas que están coleccionados en el IVAM o el Reina Sofía, como era Francesc Ruiz, a que den un paso más en su carrera y construyan otros proyectos.

Muchas veces, esos proyectos estarán construidos por comisarios y comisarias que trabajarán con obra ya hecha, pero el EACC se convertirá en el espacio que dé lugar a una nueva mirada de esos comisarios. Otra de las diferencias es que en un país tan centralizado, incluso en el País Valencià, con ciertas dinámicas centralistas, Castellón es periferia. Eso significa que la relación que establece el EACC a nivel institucional es otra.

Se tiene que trabajar desde otras dinámicas y lugares, en la escucha de qué espacio ocupa el EACC en Castellón, porque es fruto de la ciudad. Reina Sofía, IVAM o Bombas Gens tienen otras características y dinámicas por estar en otras ciudades.

¿Qué opinas acerca de la idea de que Castellón es culturalmente desértica en comparación a otras ciudades no periféricas?

Bueno, tras esa idea habría poco entendimiento de qué está pasando en los lugares. En Castellón está el EACC, pero también Cúmul. Para mí que exista Cúmul dice mucho, creo que no existiría si no hubiese existido el EACC; la gente que habita Cúmul, o que habita Matèria Col·lectiva, por ejemplo, han pasado por el EACC por su programa educativo con las escuelas, o como público.

En Castellón han pasado muchas cosas –y cosas magníficas–. Entender que es un desierto a nivel artístico es no haber salido de su centro; la programación que se está haciendo a nivel musical en el Auditorio es increíble, en el EACC están pasando acciones interesantes, la galería Cànem lleva cuarenta años construyendo pensamiento contemporáneo, y, de repente, una cosa como Cúmul: quince o dieciséis personas vinculadas al arte contemporáneo abren un espacio de diálogo. Eso ya nos da la respuesta.

En Castellón están pasando muchas cosas a nivel artístico. Además de una escena musical envidiable, grupos como Ortopedia Técnica, por ejemplo. No quisiera comprarlo con otras ciudades porque me llevaría a hablar sin el conocimiento suficiente. Pero bueno, pasan cosas en todos los lugares.

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Está clara la crítica hacia el consumo cultural acelerado. ¿Por qué parece que vaya dirigida únicamente al creador o al público joven? Aunque haya una separación entre generaciones, vienen a la mente ejemplos de artistas veteranos que están artísticamente adecuados a lo actual, como Paco Rangel.

Paco Rangel es un artista que muchas de las reflexiones del arte contemporáneo ya las tenía incorporadas a su discurso. Fue uno de los primeros artistas pioneros en en esa relación entre lo maquínico, la reproducción, la aceleración de la impresión…

Sí que es verdad que cuando yo apelo a un público tal vez joven es porque creo que es justamente el espacio donde no se está dando la reflexión sobre el consumo acelerado de cultura, porque, seguramente, como lo llevamos incorporado y habitamos ahí, somos más incapaces de poner una distancia.

Generar un club del videojuego, al cual venir a compartir una partida dialogada y reflexionada, es algo que puede interesar a ese público joven. También cuidado con la etiqueta. Qué es lo joven, es difícil, y más con el arte. Hay artistas jóvenes de 50 años. Ahora mismo y a nivel programático, por joven entiendo esa generación nativa de lo digital que tiene más dificultades en poner distancia al momento en que está viviendo, porque son presente continuo.

¿Qué intenciones hay para 2023, en líneas generales?

Hemos prorrogado la exposición de Francesc hasta abril, para trabajarla con otros públicos, generando otras lecturas temporales. También ha sido un esfuerzo a muchos niveles y merece un espacio de tiempo un poco más longevo.

Después viene una muestra con el colectivo de curadoras Yaby, de Madrid. Internet y las plataformas de arte digital nos han llevado a una tendencia curatorial muy basada en las relaciones visuales; Bea Botas y Alberto Vallejo, como Yaby, investigan en torno a la lectura del minimalismo y posminimalismo de la poesía, del texto, a través de un posicionamiento estético-político queer. Será una exposición que a nivel matérico esté en otro lugar.

A nivel de actividades, a finales de enero trataremos de empezar una escuela de adultos, ‘Parament’, dirigida por Mar Reykjavik, activando a otro público, el público jubilado por ejemplo, con una mochila de experiencia y que seguramente ha tenido más relaciones con el arte que el público escolar.

Intentaremos seguir trabajando con artistas de Castellón. Hemos invitado a Carlos Bonet a que trabaje una serie de talleres con la exposición actual. Mantendremos la invitación a Paula Lorenzo para que siga trabajando cerca y ver de qué manera construir un relato de la documentación del EACC y su conceptualización.

El objetivo es seguir con un marco de buenas prácticas, que dignifique el trabajo de la gente con la que queremos colaborar, y continuar con una mirada porosa con lo local. También hay un querer aumentar los públicos: significa que más gente ha visto las exposiciones, ha estado en las actividades, y por lo tanto, más voces, cuerpos y reflexiones nos podrán atravesar.

Carles Àngel Saurí
Carles Àngel Saurí. Fotografía cortesía del Espai d’Art Contemporani de Castelló (EACC).