#MAKMAArte
‘Zush en Eivissa’
Comisarios: Enrique Juncosa, Xavier de Luca (Funcació Suñol) y Elena Ruiz
Museu d’Art Contemporani d’Eivissa (MACE)
Zona Dalt Vila, Ronda de Narcis Puget Viñas s/n, Ibiza
Hasta el 30 de noviembre de 2022
En 1996, llego con ojo crítico, por primera vez, a la obra de Zush (Barcelona, 1946), sobre todo con su exposición individual en la extinta galería Charpa de València y en una colectiva en la Sala Parpalló –también extinta por más que perdure nominalmente– que reflexionaba sobre los oscuros mundos interiores de algunos artistas, Zush entre ellos.
Guardo mayor recuerdo de lo visto en la galería Charpa porque en ella se mostraban obras de raigambre digital, en un momento en que eran poco frecuentes y hasta denostadas. Era una exposición por la que circulaban vísceras sin fin entre las que asomaban ojos que ora te miraban, ora buscabas, siempre empantanados en un mar seminal que confundía muchísimo por su abundancia de trasnos y otros seres irreales.
En 2001, fui a visitarlo al MACBA; sí, a visitarlo, porque para su exposición ‘Tecura‘ decidió instalarse a vivir en el museo, obligando a modificar el protocolo de seguridad, ya que eso no estaba contemplado.
Mientras me conducía por su exposición, me llevó a la carrera al piso de abajo para que viera la colección Prinzhorn. Trazos sobre el bloc mágico que recogía papeles y cuadernos coleccionados por el psiquiatra e historiador de arte Hans Prinzhorn entre los años 1890 y 1920; su urgencia vino por el deseo de enseñarme cómo los pacientes psiquiátricos inventaban idiomas propios, al igual que él mismo, que había estado ingresado en el Hospital Frenopático de Barcelona tras su detención por consumo de drogas.
Durante esa estancia, Armando, otro interno con quien jugaba a inventar palabras, lo bautizó como Zush, y desde ese momento cayó en la fascinación por los inventos lingüísticos que devino experiencia psicadélica y le trasladaría a vivir en Ibiza por consejo del pintor, recientemente fallecido, Erwin Bechtold.
Durante esa exposición en el MACBA representó la muerte de Zush y, desde entonces, se llama Evru, como su MentalState, y todavía hoy se expresa en evrugui por escrito.
La exposición en el Museu d’Art Contemporani d’Eivissa recoge parte de la producción que Zush (ahora Evru) realizó en la isla entre los años 1968 y 1983, y forma parte del programa que su directora, Elena Ruiz, lleva a cabo desde hace años para incorporar al acervo popular todo el arte surgido de una isla reconocida solo por sus valores festivos, razón que justifica la antológica ibicenca de su obra.
Para quien conozca la obra de Evru (antes Zush), lo más llamativo es el gran cuarto oscuro habilitado en el centro de la sala principal del MACE para poder disfrutar de unas obras ejecutadas con colores fosforescentes, también visibles en condiciones normales, que dotan a la estancia de una irrealidad que ayuda mucho a comprender los mundos paralelos en los que este pintor inclasificable habita de manera simultánea y que tanto dificultan la interpretación de una obra que, como en todos los casos, se debe evitar someter a sus significados para dejarse llevar por la mirada.
Algo muy difícil en estos días de proscripción puritana de la visión, digna de la mejor santa Lucía, que se arrancó sus ojos para evitar parecer seductora a los otros; porque el visitante de hoy se ve hostigado por cien mil prospectos previos al disfrute escópico (si goza del beneficio de llegar a conseguirlo).
En un autor tan prolijo como Zush (ahora Evru), dieciocho años de producción abarcan muchas soluciones pictóricas a otros tantos retos expresivos, y más desde su decidida falta de fidelidad a sí mismo; piense el lector que cuando le pregunté en el MACBA si el cambio de nombre lo supondría en la obra, repondió: “Claro, o no tendría sentido matar a Zush», al que estaría deseando poner de patitas en la calle por el hartazgo de verle siempre con las mismas obras a vueltas.
La exposición recoge obras en las que se encuentran muchos de los estilemas de Evru (antes Zush), como la fuerte presencia de los ojos, que solo puedo emparentar con el ojo de Dios de la Catedral de Compostela, como puerta de entrada a visiones extraterrenales e incluso extraterrestres; la lengua inventada evrugui para ubicar mejor (sic) al espectador; o el coqueteo con el cuerpo femenino, siempre fértil, como si fuese la representación de la propia fecundidad artística de este pintor que no para nunca, pintando a todas horas –del día o la noche–, con la pulsión última de dejar huella sin saber muy bien porqué.
Hay momentos en que uno podría estar ante la obra del tachista Henri Michaux, mientras en otros se sorprende por la gamberrada de un niño pequeño, con quien el arte frenopático tiene tanto en común y, en general el arte en bruto, también llamado el outsider art, y que yo prefiero recoger bajo la expresión de arte de los afuerados, apropiándome de las palabras de Raoul Ruiz para referirse a los chilenos como tales.
Asimismo, se recogen cuadernos de dibujo compulsivos en los que Evru (antes Zush) empuja a su cerebro hasta las puertas de la percepción –y más allá en casi todos los casos–, con unos jeroglíficos encadenados que dan lugar a un cadavre exquis contra sí mismo, sabedor de que el receptor, Evru, ignora todo del emisor primero, Zush, y así hasta que amanezca el día, y otro más. Esto también lo comparte con el arte de los afuerados, la fuerte presencia de los cuadernos de dibujo para darle alas al pensamiento hasta que se funda con la Vía Láctea.
- In memoriam: celebrando con Luigi Pagliarini el Primo Paglia Day - 26 noviembre, 2023
- Daniel G. Andújar y los hados migrantes con patente de corso - 5 mayo, 2023
- ‘El gran experimento’: la esclavitud en todas sus dimensiones y tiempos - 3 marzo, 2023