Ximo Amigó. Señas de identidad

#MAKMAArte
Señas de identidad. Ximo Amigó
Comisario: Francisco Sebastián Nicolau
Fundación Bancaja Sagunto
Sala de Exposiciones Glorieta
Caballeros 12, Sagunto (València)
Hasta el 30 de junio de 2023

“(…) He estudiado los signos y conozco sus figuras, me las enseñó hace cuarenta años la bruja de Copenhague.
¿En qué signo saldrá el sol? El signo de la herradura; pues está allí, del otro lado del oro.
¿Y cuál es el signo de la herradura? (…)”
Herman Melville. ‘Moby Dick’ (Cap. ‘El doblón’)

El último ‘Home Dibuixat –título de una extensa serie de obras de Ximo Amigó, producidas entre 2017 y 2019 en las que, sobre un mismo formato de 200 x 100 cm (salvo excepciones) y un mismo perfil de imagen (con variaciones), aborda las diversidades del ser humano– se vio reflejado en el aluminio pulido de una señal de tráfico.

Llevaba tiempo caminando, observando a cada uno de los personajes con los que se cruzaba por las calles. Gentes de diversa condición (llegó a pensar en hacer una pequeña enciclopedia (si ello es posible) sobre la condición humana). Personalidades en las que todo cabría: arte y ciencia, cultura e ignorancia. Y actitudes vitales que ocuparían el amplio espectro que inunda el espacio que hay entre la bondad y la maldad más abyecta.

También en esas figuras se había reflejado en ocasiones, como en aquellos escaparates –’Escaparates’: serie ‘Ullar’, desarrollada por Ximo Amigó entre los años 1997 y 2007 en las que, pintando el interior del metacrilato de enmarcado, simulaba los tiempos intermedios de montaje de los escaparates comerciales, creando una relación voyeur entre el observador y los mundos interiores parcialmente desvelados de las obras– como espejos, en los que años atrás se reconoció mirándose y mirando más allá del cristal.

Ximo Amigó. Señas de identidad

Pero, en este último reflejo, él mismo se desdibujó, como si el rigor de las inclemencias temporales hubieran hecho mella en su físico. En realidad, así había sido. Nada resiste el paso del tiempo. Su imagen, que había contenido la de los otros, había transitado por todos ellos hasta regresar y convertirse nuevamente en la suya, desvaída sobre un triángulo metálico destinado a comunicar algo distinto a lo que ahora pretendía sugerir.

Lejos de acumular rasgos de aquellos con los que se cruzó, se despojó de ellos. Se diluyó, fue desapareciendo al igual que desaparece la imagen en esas señales de carretera castigadas por los años y la meteorología en las que resulta imposible adivinar si nos avisan del improbable salto de un ciervo o el cruce de una bicicleta. Sólo su forma externa persiste. La imagen desaparece pero la forma que la contiene resiste.

Formas simples, rotundas, básicas y perfectas: cuadrado, círculo, triángulo. Figuras soporte que en cualquier cultura encierran las ideas, los mensajes más importantes: Deidad, Universalidad, Temporalidad –tondos, monedas, relojes frontispicios, escudos, pantocrátores… contenidos en formatos geométricos que han servido para acoger ideas que abarcan lo universal y lo temporal–. Y también los primeros dibujos básicos (no menos importantes). Formas que han sido y son la base de las construcciones infantiles pero también de la arquitectura. Formas destinadas en ocasiones a indicar, mostrar, advertir… Señalar.

Ximo Amigó
‘Señalando’ (2023), de Ximo Amigó. Imagen cortesía de Fundación Bancaja.

Las señales son símbolos fijados de interpretación única. Una señal en la que cada uno de nosotros pudiera establecer conclusiones diferentes resultaría inútil, además de peligrosa. Imaginemos aquella que indicara ‘Ceda el paso’, pero que pudiera interpretarse como ‘Preferencia de paso’, o de cualquiera otra manera.

Las señales son códigos que asumimos como indicadores que eliminan dudas y enfocan la actitud personal hacia una misma interpretación y hacia un mismo objetivo de cumplimiento colectivo.

La imaginación se esfuerza en pulir sus diseños para, precisamente, no dejar lugar a ella una vez concluido su papel. El mensaje es sólo uno: ‘Cuidado’ (esto), ‘Atención’ (aquello), ‘Preferencia’, ‘Ceda el paso’, ‘Prohibido’, ‘Dirección única’, ‘Dos direcciones’, ‘Desprendimiento de piedras’, ‘Badenes’, ‘Límite de velocidad’, ‘Derecha’, ‘Izquierda’…

El signo exacto sólo es útil y eficaz mientras el dibujo original se encuentra intacto. Su mantenimiento en buen estado resulta imprescindible pues el desgaste de la imagen primigenia abre grietas a la interpretación.

‘Hombre indeciso’ (2020), de Ximo Amigó. Imagen cortesía de Fundación Bancaja.

Encontrar esas grietas, esas fisuras, por las que deslizarse hacia un mundo diferente al que propone el mensaje inicial, invita a desligar a la señal de su contenido y la convierte en posible soporte de cualquier otro, siempre diferente al primero.

La forma y el material base tienen tanta potencia simbólica, resultan tan asumidas en nuestro imaginario que difícilmente, despojadas de la indicación para la que fueron diseñadas, pierden la idea imperativa que transmitían originalmente. Sin embargo, una vez transmutada la idea por el desgaste o la acción del artista nos vemos perdidos, desamparados ante lo que nos comunican.

Una señal que ni siquiera sugiere, que únicamente muestra ¿Es una señal?

Lo que consideramos señales son algo muy diferente a las propuestas plásticas de Ximo Amigó. La diferencia estriba en que estas últimas carecen de un manual de interpretación. No existe el código en el que vengan referenciadas sin intermitencias ni dudas sus mensajes únicos. Por lo tanto la máxima del mensaje unívoco desaparece y la polisemia ocupa su lugar.

Lo que vincula y explica imagen y mensaje no es tanto el mensaje y la imagen en sí como el código que las relaciona y codifica para poder ser descodificada en la interpretación o análisis.

Así pues, si no tenemos código, si carecemos de manual, si no encontramos asociaciones gráficas con explicaciones verbales o literarias y ejemplos comparativos sobre ellas, si nadie explica pormenorizadamente su simbología ¿Cómo interpretamos? ¿Cómo las explicamos?

Aunque, por otro lado: ¿necesitamos explicar o interpretar?

Tal vez la clave esté precisamente en ello, en la interpretación y no en la explicación. En separar una cosa y la otra. En no pensar que aquello que no tiene explicación plausible no es interpretable.

En estos casos interpretar es convertir la señal en la indicación de un espacio abierto, “mediante el doble juego de ocultación y superposición” (Juan Bautista Peiró. ‘Vist i no vist’. Catálogo Ullar, IMC, Meliana, 1997), manteniendo su forma como reclamo para incluir entre sus límites: recuerdos, homenajes, deseos, ausencias… Es observar la ruta, el transito, mirando al frente y a los lados, mientras aparecen anotaciones, marcas, indicaciones.

Cada una de las obras que Ximo Amigó referencia en la serie que presenta en la Fundación Bancaja de Sagunto supone una anotación sobre esas observaciones de ruta, de carretera recorrida en coche, autobús, motocicleta, en tren… Un largo paseo.

Señales que aparecen y desaparecen a la velocidad que nos lleva el vehículo en el que nos trasladamos y sobre las que la memoria se instala. Sobre ellas golpea el tiempo, el sol, la lluvia y la nieve, piedras lanzadas por rabia, por afinar puntería, por diversión infantil, disparos de perdigón… y, por la mirada.

También la mirada se instala en la plancha de metal conformado, y la retina a través del recuerdo, las golpea y deja en ellas una nueva huella más. Esta vez variando y permutando el dibujo original por el impacto de la imagen del héroe de un film visto en una terraza de verano siendo todavía un niño.

O haciendo justicia y rescatando aviadoras y deportistas que no fueron todo lo protagonistas que debieron ser en su día, o protagonistas que sí lo fueron, vistas por primera vez desde una butaca y que, en alguna obra, ocupan ahora con sus sugerentes ojos la barra horizontal de un ‘prohibido’ convertido en minúscula pantalla de un cinerama (quien conociera la censura sabrá de la doble lectura en una señal como esa). El cine siempre presente. La memoria del niño que regresa a la aventura sobre el ballenero Pequod en la larga travesía a la caza de Moby Dick.

Igualmente, se instala en ellas la mano. Indicar con el dedo (manera universal e inequívoca de señalamiento) una dirección a seguir o el peligro de un bache sinuoso ¿La vida misma?

Ximo Amigó. José Morea
‘Morea’ (2022), de Ximo Amigó. Imagen cortesía de Fundación Bancaja.

Entre tantas, elegir la adecuada para instalar entre sus límites a un amigo con el que no volverá a cruzarse ya en ningún camino. ¿En un círculo o en un cuadrado? Evidentemente, en un triángulo –homenaje a su amigo el artista José Morea, fallecido en 2020. Obra realizada para la exposición homenaje a Morea de Cazadoras Asociados en Chiva, Casa de la Cultura, El lavadero, 2022–.

Y, cómo no, jugar a juegos de ida y vuelta (como todos los juegos que realmente lo son), adaptando flechas y giros que agoten al espectador a la espera de volver a reiniciarlo una vez superado el cansancio, porque lo hará nuevamente al volver a observar las piezas (como todo buen jugador (observador) que realmente lo sea).

Buscar y descubrir la concavidad que dejó el golpe fortuito, la hendidura provocada por el choque de algún elemento. Deslizar la mirada entre la grieta de la pintura desgajada, pelada, la herrumbre que repinta intercambiando el color de origen por el que aporta el tiempo –las texturas que aporta el desgaste del tiempo sobre las superficies pintadas ya fue investigada por Ximo Amigó en su extensa serie ‘Trinquet’ (1984-1997). Las paredes desgastadas de los espacios deportivos del juego de pelota valenciana y sus símbolos gráficos fueron el motivo de las obras–.

El envejecimiento del material convertido en la nueva sabia comunicativa que trasciende y cambia el significado. El signo aquí ya no significa. Al menos no lo que quiso significar un día. La señal, como aquellas de humo, en el cine del género del Oeste, cambia ella sola su mensaje ganando en matices cada vez que un viento súbito desvía y deforma las volutas. Sabemos que surge de un cuerpo de fuego pero sólo apreciamos el humo sin confirmar qué lo produce.

¿Es una hoguera, un incendio, una chimenea, un tren, un barco de vapor, un cigarrillo…? Reconocemos la forma pero su densidad, su color, su cadencia, indican el reconocible principio del que emana para convertirse en abstracción diluida en la que fundirse y perderse. Ensoñación sobre la que viajar al pasado o hacia el futuro.

Maryse Histz. Ximo Amigó
‘Maryse Histz’ (2022), de Ximo Amigó. Imagen cortesía de Fundación Bancaja.

Una señal es también una huella, una marca, un rastro y, cómo no, una herida y su cicatriz.

Podría concluir que Ximo Amigó trabaja sus creaciones plásticas sobre señales que a su vez mantienen la seña, la marca, la huella, que a sus ojos las ha hecho atractivas. De nuevo el surco, la hendidura de la que hablábamos.

Cuando una señal ha asumido sobre sí el deterioro del mensaje, las huellas y marcas temporales acaban convertidas en herida y cicatriz.

Hermoso sustantivo, cicatriz, para definir la marca permanente que produce una herida. Ponerla en valor y, en vez de ocultarla, confirmarla, suturarla (tal vez) y exponer su belleza, es parte de la labor del artista. La cultura japonesa nos ha enseñado mucho sobre ello –entre las tradiciones de la cultura japonesa más antigua pervive la técnica centenaria del Kintsugi que consiste, además de contener un importante fondo filosófico, en reparar las roturas cerámicas con oro, recuperándolas y enfatizando su vida anterior–.

En el dibujo, su trazo, la textura provocada y la subyacente, la relación entre forma e idea, entre signo desaparecido y potenciales significados aparentes, la aplicación plana del color, el guiño humorístico, el suceso y la sugerencia, la apertura del símbolo hacia tantas interpretaciones como miradas, la herida y el restañado… En todo ello, en las obras que componen la muestra que recoge esta publicación, anidan, si se buscan, las señas de identidad de Ximo Amigó. Sus señales.

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