Escuela del Actor. Andrés Poveda
Espai Rambleta
Bulevar Sur esquina C / Pío IX. Valencia
Algunas personas nacen predispuestas a asumir múltiples identidades sin dejar de ser ellos mismos, ni perder un ápice de cordura. Son seres capaces de vaciarse temporalmente de su propia esencia para convertirse en un vehículo de transmisión de emociones, sentimientos e ideas, imaginados por el autor de una obra al crear a su personaje. Los actores y actrices nacen pero también se hacen y ese proceso de forja es cada vez más arduo y complejo. Al arte de la interpretación en sus diversas vertientes se suma el dominio de la voz y las técnicas de expresión corporal, además de una sólida base teórica y cultural, que hoy día incluye nociones de audiovisual.
En suma, un considerable esfuerzo físico y mental, aparte de económico, que muchos jóvenes invierten en un sueño que no siempre llega a materializarse. El oficio de actor es uno de los más volátiles, al albur de las circunstancias más o menos propicias. La belleza, el talento y la capacidad de trabajo no garantizan el triunfo al cien por cien. Y si se consigue, más difícil todavía es mantenerlo en un mundo altamente competitivo y exigente. Cuántos actores y actrices brillan fugazmente en la cumbre para desaparecer al poco tiempo, engullidos por el olvido. La crisis crónica que afecta al teatro, la agonía de la industria cinematográfica y la precariedad de las televisiones configuran un panorama desolador. Pese a expectativas tan precarias, este curso un buen puñado de jóvenes iniciarán los estudios de interpretación, bien en la Escuela de Arte Dramático, bien en alguno de los centros privados que existen en Valencia. En la mente de todos ellos alienta la esperanza de que cuando terminen la carrera hayan cambiado las tornas y mejore la situación.
La Escuela del Actor es uno de los centros privados más veteranos, cuya vitalidad y capacidad de supervivencia demuestra el hecho de que funciona hace ya 18 años sin ningún tipo de ayuda oficial ni subvención. La creó un grupo de siete socios entre los que figuran su director, Andrés Poveda, y otros actores y maestros de actores: Jaime Pujol, Carles Sanjaime, Pepe Galotto, Vicente Genovés… Su primer centro estaba situado en la calle Alcalde Albors y, después de un tiempo en el paseo de la Petxina, se acaban de trasladar a Espai Rambleta, donde disponen de un millar de metros cuadrados, además del flamante escenario.
“Las ventajas son múltiples”, afirma Poveda. “Tendremos mejores instalaciones, mayor contacto con los profesionales y contribuiremos a dinamizar un espacio cultural muy bien gestionado. Por otra parte, habrá un interesante intercambio con la gente del barrio de San Marcelí”.
La Escuela del Actor opta por la diversificación para garantizar su supervivencia en tiempos duros que obligan a imponer recortes, aunque ellos gestionan casi un centenar de contratos al año y cuentan con una veintena de profesores. Además de los cursos ‘académicos’, que duran cuatro años con grupos de 15 a 20 personas que aspiran a ser profesionales, se imparten otros cursos más ligeros destinados a niños o personas mayores para quienes la interpretación es un complemento educativo o un hobbie terapéutico. Según Poveda, estos últimos años se ha incrementado el interés de los menores hacia la interpretación, aunque ello no siempre suponga que se dediquen a ella profesionalmente.
“Nuestros títulos no están homologados, pero proporcionan una base muy firme a partir de la que el joven actor puede empezar a moverse”, indica Poveda. “En este oficio nunca se deja de estudiar y aprender. Muchos de nuestros alumnos han trabajado o trabajan en series de televisión o en otros proyectos”.
El equipo del centro combina las clases con otras actividades pedagógicas en torno al teatro dirigidas a escolares. Ha colaborado con el Palau de la Música y el Palau de les Arts, donde organizaron un interesante montaje, ‘Detectives en la Opera’, para descubrir a los niños los entresijos de los escenarios.
“Este curso vamos a empezar en la Rambleta una campaña llamada Teatre-Educa”, señala Poveda. “Consiste en completar la visión de la obra teatral con unos trabajos que se realizan en clase tanto antes como después de verla. La idea es que el niño absorba la mayor información posible sobre la misma y a la larga se convierta en un buen espectador. A veces si van a ver teatro solos con sus padres pierden matices y se les escapan muchas cosas”.
¿Qué futuro les espera a los jóvenes actores? Imposible predecirlo, pero Poveda se muestra optimista. “Esta profesión no es una manera muy fiable de ganarse la vida, pero resulta muy gratificante”, opina. “En Valencia nunca ha sido sencillo vivir de ella, y ahora aún menos, pero creo que hay que resistir y seguir trabajando. De hecho hay síntomas de que el fuego de la pasión teatral sigue encendido con propuesta como Creador.es, Espacio Invisible o las jornadas de Russafa.”
Bel Carrasco
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