Villa Harris. Tánger

#MAKMAArte
Villa Harris – Museo de Tánger
The Kasbah Museum – Contemporany Art Space
Marruecos a través de sus museos (III)
Visit Morocco
Un reportaje de Merche Medina y Jose Ramón Alarcón

“Walter Burton Harris. Nacido el 29 de agosto de 1866. Vino a Tánger en 1887 y colaboró con The Times como corresponsal en Marruecos y en otros lugares. Amó al pueblo moro y fue su amigo”, reza en la inscripción de la tumba del periodista británico, fallecido a causa de un derrame cerebral, el 4 de abril de 1933, durante una de sus muy literarias travesías por el Mediterráneo. Una sepultura ubicada en el cementerio anglicano de Tánger, camposanto de frágil belleza decadente y jardín sacramental de St. Andrew’s Church, iglesia construida en 1905 a escasos metros del fragor cacofónico que irriga el Gran Zoco.

Un sintético epitafio con el que apenas podemos intuir las extravagantes hechuras de su devenir biográfico por el país norteafricano. “Hasta 1912, Marruecos nunca sufrió dominación extranjera y su interior montañoso estaba tan cerrado a los extranjeros como el Tíbet. Walter Harris, sin embargo, fue la excepción”, recapitulaba el Times Literary Supplement con motivo de una de las reediciones de ‘Morocco That Was‘, una “aguda, melodramática y extremadamente divertida” autobiografía publicada originalmente en 1921.

“Lo visitó por primera vez en 1887 y vivió en el país durante más de treinta y cinco años, y como corresponsal del Times había observado cada aspecto de su vida. Era íntimo de al menos tres de los sultanes gobernantes (así como del rey Eduardo VII) y un hombre capaz incluso de trabar amistad con su secuestrador [el jerife yebala Ahmed al-Raisuli]. Se decía que sólo tres cristianos habían visitado alguna vez la ciudad amurallada: uno fue envenenado, otro vino durante una hora disfrazado de rabino y el otro era Harris”, compulsaban con avíos cáusticos los críticos literarios del semanario británico.

Morocco That Was. Walter Harris
Portada de la primera edición de ‘Morocco That Was’, de Walter Harris, publicada en 1921 por William Blackwood and Sons (Edinburgh and London).

Un singular reportero que, amén de enviar sus crónicas desde los preludios de aquel celebrado Tánger internacional –que mantendría su decisiva posición geopolítica, entre 1912 y 1956, bajo el protectorado colectivo de Francia, España y Reino Unido–, sería capaz de granjearse las privanzas de un fascinante conciliábulo de monarcas, gerifaltes, cónsules, espías y acaudalados de túrbido cuño.

Un tipo capaz de camuflar el verbo y la testa (sin ofrecer jamás la testuz) entre el paisaje polifónico del país, uniformado en la urbe de ladino plumilla para transmutar el cálamo, ya de madrugada, en sofisticada extremidad de confidente, bailando el paso y el gaznate al calor anisado de la mahia o el champagne con los que celebrar todas sus revelaciones.

De tal modo que Walter Harris supo cobrarse sus primeros servicios prestados mandando edificar para sí una suntuosa villa neomorisca en el barrio costero de Malabata, custodiada por un ingente jardín de nueve hectáreas y bajo cuyos techos tallados en madera de cedro ser privilegiado testigo, entre otras coyunturas de naturaleza colonial, de la denominada Crisis de Tánger, conflicto diplomático franco-alemán que comenzaba a gestarse fruto de la visita del Kaiser Guillermo II de Alemania a Marruecos, en marzo de 1905, con el avieso fin de desequilibrar la preponderante influencia francesa en el país.

Villa Harris
Fachada principal de Villa Harris. Imagen cortesía de la Fondation Nationale des Musées (FNM).

Sería, entonces, Villa Harris una inmejorable síntesis arquitectónica de los excesos del periodista, tan presto a la hipérbole desde todos los pináculos como al descenso ludópata hacia la bancarrota. Así que Harris, arruinado por su febril embriaguez con el juego, se ve abocado a vender su ostentoso palacete, en 1922, al empresario español Onofre Zapata, quien reconvierte la villa (¡ah, sardónico destino!) en casino durante un par de décadas, hasta que los tentáculos de la Segunda Guerra Mundial ocupan Tánger con su veto a las veleidades lúdicas del azar.

A mediados de los años 60, el Club Med adquiere la propiedad en plena conversión turística de la zona, transfigurando Villa Harris en un vasto complejo vacacional que clausuraría sus puertas en 1992, dejando la hacienda al albur de la degradación durante más de veinte años, hasta que, en 2017, la Agencia para la Promoción y el Desarrollo del Norte en el marco de Tánger Metrópolis rehabilita el edificio, tras un fragor popular y cultural –encabezado, entre otros, por los escritores Mokhtar Chaoui y Rachid Tafersiti–, que exige su restauración en calidad de símbolo arquitectónico del pasado intersecular de la ciudad.

Villa Harris
Vista de una de las salas de Villa Harris. Imagen cortesía de la Fondation Nationale des Musées (FNM).

Así, en 2021, Villa Harris – Museo de Tánger inaugura sus renovadas dependencias de la mano de la Fondation Nationale des Musées (FNM), albergando una exposición permanente cuyo fondo artístico proviene de la donación del mecenas marroquí Khalil Belguench, con la que procurar un recorrido por la historia del arte en Marruecos.

Una profusa colección que parte de la obra de pintores orientalistas como Claudio Bravo, Jacque Majorelle o Edy Legrand y continúa por los albores de la modernidad artística marroquí, abanderada por la experimentación pictórica de Mohammed Ben Al R’Bati, así como la presencia de una nómina de creadores que hubieron recibido el influjo de ciertas celebridades europeas; tal sea el caso de Yacoubi (descubierto por un Paul Bowles «que vivía suspendido en un tiempo y en una ciudad invisibles») o Mohamed Hamri, quien fraguaría una venturosa amistad con el escritor y artista británico Brion Gysin, figura imprescindible y satelital de la Beat Generation y, a la sazón, propietario en Tánger del restaurante ‘Las 1001 Noches’.

Abderrahim Trifis
Obra de Abderrahim Trifis en Villa Harris. Foto: Merche Medina.

Un conjunto que auxilia a cimentar la deriva plástica que comprende, asimismo, las aspiraciones del heteróclito colectivo de pintores marroquíes que protagonizaron los años 50, 60 y 70 del pasado siglo –entre los que destaca el Grupo Casablanca, del que forman parte Melehi, Chebâa o Melehi–, orientados a responder a los retos culturales e identitarios de su país sin perder la conexión con los acentos principales que caracterizan al arte contemporáneo internacional del que son coetáneos.

Una determinación que contrasta, definitivamente, a partir de la década de los 80, con la apuesta por el individuo-artista –ajena a los céfiros creativos del orbe artístico occidental–, de figuras como Fouad Bellamine, Abderrahim Trifis o Abbès Sladi.

The Kasbah Museum – Contemporany Art Space
The Kasbah Museum – Contemporany Art Space
Vista general de diversas obras en The Kasbah Museum – Contemporany Art Space. Imagen cortesía de la Fondation Nationale des Musées (FNM).

Un florilegio que se extiende en la ciudad entre los renovados muros de la antigua prisión de la Kasbah, en cuyo espacio adyacente al museo arqueológico aguarda una sugestiva revisión de los artistas más representativos de la región norte del país. De este modo, The Kasbah Museum – Contemporany Art Space concita los trabajos de, entre otros, Mohamed Serghini, Saad Ben Cheffaj o Abdelkrim Ouazzani.

“Esta muestra pretende poner en valor el patrimonio histórico artístico del norte de Marruecos, incluidas las escuelas de Tetuán y Tánger”, afirmaba uno de los comisarios de la muestra, El Idrissi, durante la inauguración del museo en diciembre de 2021.

The Kasbah Museum – Contemporany Art Space
Obra de Abdelkrim Ouazzani en The Kasbah Museum – Contemporany Art Space. Foto: Merche Medina.

Una exposición vertebrada por setenta obras de la colección de la Fundación Nacional de Museos con la que ofrecer “un recorrido homogéneo que cuenta la historia del papel desempeñado” por el territorio septentrional marroquí, apuntalando una programación con la que “crear una buena conexión con otros espacios culturales en la ciudad, como Villa Harris”.