Cinco años de la Sala Russafa
Balance del cumpleaños
Julio de 2016

La Sala Russafa de Valencia acaba de cumplir cinco años. Un cumpleaños feliz si tenemos en cuenta la dura travesía realizada, justamente durante el periodo de mayor azote de la crisis económica, pero en ningún caso complaciente. “No podemos ser triunfalistas. La situación ha remontado un poquito, pero después de años de película de miedo”, comenta Juan Carlos Garés, director del Centre Cultural i Docent d’Arts Escèniques que nació en octubre de 2011 de la mano de Arden Producciones, que Garés comparte con Chema Cardeña y David Campillos.

Su voluntad inicial de “desafiar a los malos tiempos”, según reconocieron aquel año de salida, se ha satisfecho con creces. Han luchado contra el cierre “en varias ocasiones”, merced a su “espíritu vocacional” y a lo que han dado en llamar “cultura de resistencia”. Y ahora, con la perspectiva que da el tiempo, se afirman en una sola cosa: su reivindicación de la cultura de base que quieren exportar, por seguir a Celaya, como un arma cargada de futuro.

Alicia, de Thomas Noone Dance. Imagen cortesía de Sala Russafa.
Alicia, de Thomas Noone Dance. Imagen cortesía de Sala Russafa.

“Hay que incentivar al público y trasvasarlo de unas salas a otras”

Y, en ese futuro, Garés apuesta por la coordinación de programaciones culturales entre las diferentes salas de Valencia. Va incluso más allá, advirtiendo de la necesidad de una política cultural interterritorial. “Cada espacio tiene su propio estilo, pero nosotros creemos que se puede incentivar al público y trasvasarlo de unas salas a otras mediante promociones conjuntas, como carnets con descuentos si acudes a distintos espacios a ver diferentes espectáculos”, explica Garés, quien aboga por una “sentada” entre responsables teatrales: “Creemos que saldría ganando todo el mundo”.

Las producciones valencianas han ido creciendo de forma progresiva en su sala de teatro, cuya ocupación media es de 105 espectadores para un espacio con 178 butacas. Eso refleja, según Garés, que hay muchas funciones que están llenas, “pero otras son minoritarias”. Y aquí es donde pone el acento: “Hay excelentes trabajos de tamaño medio y pequeño, como los nuestros cuando vamos de gira, que no pasan por Valencia porque nadie apuesta por ellos”. Con esa política de coordinación cultural, se podría traer a esas compañías ofreciendo diversos espacios donde actuar, abaratando costes e incrementando las oportunidades de exhibición.

Moby Dick, de Marta Alonso, en Sala Russafa.
Moby Dick, de Marta Alonso, en Sala Russafa.

“Programar trabajos arriesgados obliga a intensificar la promoción, porque si no pasan desapercibidos”

Sala Russafa lo viene haciendo desde el principio, a pesar del riesgo que supone: “No podemos dejar de hacerlo porque creemos en la calidad de esos trabajos, pero lo cierto es que nos obliga a intensificar la promoción y publicidad, porque si no pasa desapercibido”. En este sentido, Garés asume que están cumpliendo la función del teatro público. De ahí que insista en la necesidad de crear una política cultural común, entre salas privadas y públicas, tanto de una misma ciudad como vinculada con otros municipios de Alicante y Castellón, con el fin de reducir costes y facilitar la exhibición de los espectáculos. En su caso, ya tienen programadas otras seis compañías nacionales para el próximo otoño.

Esto es algo que ya han empezado a hacer el Festival Tercera Setmana, cuya primera edición se celebró el pasado mes de junio en Valencia, y Sagunt a Escena: coproducciones y coordinación con otros festivales de teatro. “Hacia principios de los 90, la Feria de Julio cogía espectáculos importantes, de manera que Valencia se convertía en ciudad de paso dentro de esas giras teatrales, pero eso dejó de existir y Tercera Setmana nace en cierto modo para tomar ese relevo, al igual que Sagunt a Escena”. A este respecto, Garés se muestra contundente: “Valencia lleva décadas excluida de los grandes circuitos teatrales”. Y quien dice Valencia dice la Comunidad Valenciana en su conjunto.

Esa inercia de vivir al margen de los grandes festivales tipo Mérida o el Grec de Barcelona penaliza a las grandes producciones del teatro valenciano. Pero si volvemos a las medianas y pequeñas, otro tanto de lo mismo. “Nosotros planteamos crear nuevos públicos para los pequeños grandes trabajos, haciendo paquetes con otros municipios y conexiones interterritoriales”, subraya Garés. Para ello, “los programadores culturales son el puente”, de manera que se puedan hacer “estrenos a dos o tres bandas” que animen a las compañías.

Imagen de los últimos premiados por la Sala Russafa.
Imagen de los últimos premiados por la Sala Russafa.

“Seguimos echando de menos a nuestros dirigentes en las salas de teatro”

Como anima Garés a los dirigentes políticos a consumir cultura. “La mejor promoción de la cultura es que nuestros dirigentes la consuman; que además de a las ruedas de prensa, vengan al teatro”. Y en esto se muestra crítico: “Seguimos echándoles de menos en nuestras salas teatrales”. Al igual que se echa de menos la cultura en los debates electorales y en los programas de los partidos. En el Acord del Botànic, sin ir más lejos, no hay una sola línea dedicada a la cultura. “Sí, lo triste es que sigue estando excluida de sus programas”.

En ese contexto de abulia cultural, Garés reconoce que no queda otra: “Vamos a tener que seguir reivindicando el teatro de base”, porque a su juicio “Shakespeare, por citar un ejemplo, abre la mente de las personas”. Cultura de base por la que el nuevo equipo de gobierno parece haber mostrado un mayor interés: “Ahora sí, al menos de palabra, falta que lo pongan en práctica”. Y puestos a poner en práctica, no estaría de más tampoco la aprobación tantas veces postergada de una ley de mecenazgo y la rebaja del sangrante IVA cultural.

“Todos los teatros hemos sufrido y tenido que absorber los sucesivos machaques financieros”, lamenta Garés. Aunque atisba cierta mejoría: “El síndrome del bolsillo vacío parece haber remitido”. Él, por si acaso, sigue apelando a la “cultura de la resistencia” y al “espíritu vocacional” para seguir dando alas a su apuesta por la coordinación entre salas y entre espacios de otros municipios. Ahí parece estar escondida el “arma carga de futuro” que para Juan Carlos Garés y la Sala Russafa sigue siento el teatro.

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De izquierda a derecha, Juan Carlos Garés, Chema Cardeña y David Campillos, responsables de la Sala Russafa. Fotografía: Juan Terol.
De izquierda a derecha, Juan Carlos Garés, Chema Cardeña y David Campillos, responsables de la Sala Russafa. Fotografía: Juan Terol.

Salva Torres