Vicente Muñoz Puelles
Repaso a su trayectoria literaria
Domingo 26 de julio de 2020
El universo literario encierra muchas contradicciones y sorpresas. Un escritor de origen uruguayo, Constancio Cecilio Vigil, famoso en Argentina como autor de literatura infantil, resultó ser un contumaz erotómano que poseía la mayor colección de literatura pornográfica de Latinoamérica descubierta tras su muerte. Lo cuenta con ironía alguien de cultura enciclopédica, el escritor valenciano Vicente Muñoz Puelles, como un caso opuesto a su trayectoria. «A mí me sucede un poco lo contrario», confiesa.»Mis primeras novelas fueron eróticas, incluida una incursión al fetichismo sexual de García Berlanga, y me pregunto cómo será la última».
En el ecuador de su vida, con una sólida trayectoria a sus espaldas decidió dedicarse a escribir para menores de edad cuando el Ministerio de Cultura le concedió el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por un cuento de ocho folios. «Había empezado escribiendo novelas de hasta setecientos folios pero comprendí que dentro de mí seguía habitando un niño. Por otra parte, si uno quiere mantenerse como escritor profesional, conviene hacer un poco de todo. La literatura para adultos dura muy poco. En cambio, la que se hace para niños, cuando supera los baremos de calidad, se reedita continuamente. Muchos de mis libros, como ‘2083’, se han convertido en pequeños clásicos. Y, además, los niños son lectores más agradecidos. En todo caso, opino que un buen libro no tiene edad».
Muñoz Puelles busca en la literatura infantil lo mismo que en la literatura en general. «La posibilidad de crear nuevos mundos, de pasar de un nivel de realidad a otro, de vivir varias vidas. Además, está la parte técnica, con la que disfruto muchísimo. Encontrar la palabra exacta, modular el lenguaje, rebajar la sonoridad para que la frase no resulte demasiado ampulosa».
No siente ninguna nostalgia de su etapa anterior. «En los tiempos de Proust, Joyce, Kafka, Virginia Woolf, Nabokov, cuando la llamada literatura para adultos era realmente valiosa, cada novela de mérito implicaba un esfuerzo experimental, y conducía a un hallazgo. Ahora, cuando esa literatura se ha vuelto adocenada y previsible, cada libro infantil es una posibilidad de plantear cambios de modelo y giros copernicanos. Quizá en el futuro se llegue a escribir solo para los niños, y los mayores pierdan la comprensión lectora».
Dos de sus últimos libros versan sobre ciudades. ‘Ciudades perdidas’ es un recorrido por 21 ciudades antiguas sobre las que ha tejido otros tantos relatos bellamente ilustrados. En ‘La ciudad de las estatuas’ urde una especie de leyenda urbana, en torno a la estatua ‘Callejeros’, de Elena Negueroles, ubicada en la plaza de los Pinazo de Valencia, que representa un perro y una gata. También ha publicado un libro sobre Greta Thunberg, ‘La niña del clima’, que se centra más en el cambio climático que en la joven activista. «A mucha gente conservadora de edad madura le molesta que una niña pueda decirles lo que han hecho mal, acusarles por ello y, además, ser popular y tener razón».
¿Por qué es necesario que los niños lean? ¿Qué herramientas aporta la ficción a su mente? «Todas. Cuando un niño lee un buen libro y crece al mismo tiempo, es como si el mundo entero se desplegara ante sus ojos. Entre esas páginas que apenas parecen tener relación con él, y por las que transitan personajes de cualquier época y condición, un niño lector aprenderá a discernir su futuro, los peligros que le acechan y las alegrías que le aguardan. Desarrollará también la sensación de poseer una personalidad separada y diferenciada de los otros, lo que mejorará su propia estimación. Estar a solas con un buen libro le ayudará a conocerse a sí mismo y a relacionarse mejor con sus semejantes».
Sugiere dos vías para evitar que los niños dejen de leer al llegar a la adolescencia como por desgracia suele ocurrir. «Una es facilitarles buenos libros cuando todavía son niños. Sí han leído a H. G. Wells, a Robert Louis Stevenson y a Oscar Wilde, habrán recorrido la mitad del camino, y podrán acceder con buena disposición a Cervantes, a Shakespeare, a Dickens, a Gógol y a Tolstói. Otra forma es que los autores que escriben para ellos lo hagan mejor. Como escribió Harold Bloom: «Casi todo lo que ahora se ofrece comercialmente como literatura para niños sería un menú insuficiente para cualquier lector de cualquier edad en cualquier época». Se trata de subir el listón de nuestras exigencias literarias, no de dejarlo a ras del suelo, donde cualquiera puede pisotearlo».
Sobre el impacto del Covid en la cultura opina que en la medida en que nuestra vida cambie, la cultura seguirá cambiando. «El Covid ofrece un abanico de posibilidades temáticas a las personas creativas, en especial a los escritores, que en principio se bastan con un ordenador y el sometimiento, o no, a las exigencias del mercado. Sin embargo, las disciplinas artísticas que requieren subvenciones e inversiones cuantiosas tendrán mayores dificultades para expresarse».
A la hora de preparar una maleta estival de lecturas infantiles propone media docena de títulos. Entre sus libros: ‘Sombras paralelas’, ‘El último manuscrito de Hernando Colón’ y ‘La isla de los libros perdidos’. De otros autores: ‘Sin novedad en el frente’, de Erich Maria Remarque; ‘Tiempo de vivir, tiempo de morir’, también de Remarque, y ‘Por quién doblan las campanas’, de Ernest Hemingway.
Bel Carrasco
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