#DesayunosMAKMA | Abierto València 2020
«Tenemos una misión de divulgación artística»
Con los galeristas Pablo Vindel (The Liminal), Amalio Vanaclocha (Galería Vangar) e Ignacio Borafull (La Mercería)
Entrevista de Salva Torres y Merche Medina

La octava edición de Abierto València, organizada por LAVAC del 25 de septiembre al 2 de octubre de 2020, además de portar consigo un cambio de imagen que ha implementado el diseñador valenciano Antonio Ballesteros, renueva su compromiso anual con el cronograma cultural de la ciudad en un inicio de temporada extraordinariamente inusual como consecuencia de la COVID-19, que, aún cuando ha trastocado el desarrollo habitual del evento, no ha mermado la necesaria voluntad de reemprender todo aquello que la pandemia se ha llevado consigo durante los últimos meses en el universo del arte.

Por ello, desde MAKMA hemos querido contar con el testimonio de tres jóvenes galeristas que han incorporado, recientemente, sus respectivos proyectos al mapa del mercado del arte valenciano: Amalio Vanaclocha, director de la Galería Vangar –que participa en Abierto València con la artista María Marchirant y su proyecto ‘La bañera de la rusa’–; Ignacio Borafull, responsable de La Mercería –iniciando la temporada de LAVAC con ‘What Remains’, de Lucía Blas–; y Pablo Vindel, quien emprende, junto a Carmen Mariscal, la galería The Liminal, exhibiendo ‘Ofrecer la protección más adecuada’, propuesta de la artista francesa Anaïs Florin que se programa en paralelo a Abierto València, aguardando su participación para venideras ediciones.

En primer lugar, ¿cómo habéis sobrellevado el fulminante cese de la actividad durante el estado de alarma?

Pablo Vindel (PV): Ha sido tremendamente extraño. En The Liminal estábamos en pleno proceso de reforma y acondicionamiento del espacio. Con el corte, a mitad de marzo, nosotros lo hemos vivido con mucha incertidumbre.

Amalio Vanaclocha (AV): Nosotros llevamos año y medio y la verdad es que empezamos bien. Con el parón te entra el miedo de cuándo podrás abrir. Pasa un mes, dos y tienes que seguir pagando. Después del confinamiento he percibido ganas de salir a las galerías y se ha vuelto a la normalidad muy poco a poco. Tuvimos que anular o posponer exposiciones a 2021. No obstante, me mantengo optimista.

Ignacio Borafull (IB): He notado bastante bajón. La respuesta del Gobierno fue una buena ayuda: recibir el cese de actividad, dejar de pagar autónomos, etc. El trastoque a la programación fue muy gordo, ya que te elimina exposiciones, hay que posponer, cancelar… No sabes cuándo vas a poder programar y tienes mucha incertidumbre. Así que, en mi caso, decidí hacer una exposición para la reapertura y comenzar, después, con Abierto València.

Una de las consecuencias más significativas de la pandemia ha sido la necesidad de potenciar la vertiente online en detrimento de la presencialidad. ¿De qué modo afecta a vuestro trabajo cotidiano en la galería?

IB: Es algo que va a ser complementario y necesario, pero no va a sustituir completamente a la galería y el espacio físico y presencial. La obra se disfruta más en persona que en un medio digital.

AV: Me sigo resistiendo a que la galería sea un medio digital. La proximidad, el recorrido por la exposición, su contexto… Aunque sí me ha pasado que he gestionado ventas por redes sociales. Estas ventas permiten que el negocio siga funcionando, pero ojalá no se pierda nunca la experiencia de que la gente siga acudiendo al espacio y se establezcan lazos.

IB: En la galería tenemos una misión de divulgación cultural y artística y eso, quizá, se pierda en el medio digital. Somos espacios a los que nos encanta que la gente venga. El espacio abierto de cara al público es muy importante.

PV: No puede ser un sustitutivo, pero, en este caso, nosotros hemos creado un segundo espacio que solo existe virtualmente; y creo que de esa manera estás ofreciendo otra experiencia. La galería, además de ser un lugar de venta y encuentro, también la entiendo como un lugar de producción de arte, dinámicas, conocimiento y reflexión. En este sentido, pasar a un espacio virtual –que no es un sustitutivo, sino un proyecto en sí mismo– sí que puede ser que genere una nueva dinámica de trabajar.

Una de las obras de la expsoción en The Liminal ‘Ofrecer la protección más adecuada’, de Anaïs Florin. Fotografía cortesía de la galería.

¿Se ha transformado la idea primigenia con la que emprendísteis vuestras galerías?

AV: Mantengo la idea de dar a conocer artistas que no son conocidos en València. Dar a conocer y promocionar a artistas jóvenes y de media carrera, manteniendo, ante todo, la ilusión en el proyecto.

PV: Hay ciertos cambios. Nosotros incidimos mucho en la cuestión de que somos una galería productora de arte contemporáneo. Tenemos un programa de residencias artísticas y de talleres en torno al libro de artista que sirven a la gente para conectar con la galería y dinamizar el espacio, cuestiones que requieren contacto y presencia física, en un principio. Ahora estamos planteando estas residencias artísticas online, donde se generan dinámicas muy interesantes, incluso espacios de intimidad. Frente a ese escenario, creo que debemos tomar, en vez del daño colateral, el beneficio colateral.

¿Cómo convive vuestra programación expositiva con la naturaleza comercial de la galería?

IB: Quizás mi primera motivación no sea vender, sino crear un proyecto con el que me siento involucrado. Pienso que a raíz de hacer cosas interesantes vamos mejorando y, al final, quizás nos vaya a llevar a un beneficio económico. Si solamente nos centramos en el tema económico estamos perdiendo muchísima alma en el arte. La razón de abrir la galería es para hacer proyectos que, muchas veces, no he conseguido hacer sin tener este espacio.

AV: No hay que perder de vista que es un negocio. Cuando programo, incluso a mí me gusta, porque el artista tiene interiorizado ese mensaje. Podemos hacer algún proyecto que sea muy potente, pero podemos no vender nada. Siempre has de saber conjugar un poco las dos líneas. Eso sí, a los artistas les doy total libertad para trabajar en la galería.

‘Beina’, de María Marchirant, perteneciente a la exposición ‘La bañera de la rusa’. Fotografía cortesía de la Galería Vangar.

En consecuencia, ¿cómo planteáis vuestra selección y nómina de artistas?

PV: La selección (volviendo a la idea de incertidumbre) es un trabajo más allá del negocio, tremendamente vocacional, del artista y del galerista. Debes tener una afinidad, respeto y amor por el trabajo que estás representando. Además, somos una galería feminista y queer (la única manifiestamente con esta idiosincrasia). Feminista fundamentalmente, porque representamos a práctica y exclusivamente a mujeres (salvo algún artista queer que no se identifica como mujer).

IB: Intento trabajar con gente con la que me llevo y me puedo comunicar bien. Si tuviera a un artista que me fuera a vender mucho, pero con el que no me llevase bien, decidiría no trabajar con él.

AV: Una de las señas de identidad fue esta. Yo veía algunas malas relaciones entre artista y galerista. No puedo permitir que un artista de mi galería vaya hablando mal de mí por el trato que le doy o las condiciones que le ofrezco. Sí es cierto que su producción es importante, pero pesa más en la balanza el feeling que tenga con ese artista, propiciando que ambos rememos en este barco y veamos cómo mejora la galería y cómo crece el proyecto; es decir, que vaya madurando la galería al mismo ritmo que sus carreras.

IB: Llega mucha gente a presentarte portfolios, y no tenemos la capacidad de asumir tanto volumen de artistas. Queremos darle al artista el espacio y el tiempo que se merece. Por eso hay que comunicar muy bien las condiciones, las expectativas y darle un punto de realidad.

Pablo Vindel (The Liminal), Amalio Vanaclocha (Galería Vangar) e Ignacio Borafull (La Mercería). Foto: Merche Medina.

Y en cuanto a su desarrollo venal, ¿qué particularidades distinguen al mercado del arte en España respecto de otros países?

IB: Yo, que estudié fuera, advierto que a la formación en España le hace falta conocimiento del mercado, y debería incorporarse en la universidad de manera constante. Explicar, invitar a las galerías y a todo tipo de profesionales del resto del mundo artístico y cultural, que al final también son mercado. Hay que hacer esas distinciones, como en otros países. En Estados Unidos, por ejemplo, hay otra forma de funcionar: allí tienen claro que no es un tabú hablar de empresa y de industria. Al final, la cultura es un industria y es una parte importante del PIB. En España hay mucho miedo porque se piensa que cualquier cuadro va a ser carísimo.

AV: Tener una galería de arte es, desde el principio, algo muy vocacional. Tuve muy claro que quería tener una galería, pero sin tener ni idea de cómo funcionaba. Después [tras cursar Historia del Arte en la Universitat de València], me formé en un museo de Barcelona y sí que vi que el sector cultural, allí, está más profesionalizado y tienen un público muy fiel.

IB: En otros países el arte se ve de una manera menos elitista, al contrario que aquí, donde todavía queda un poso de pensamiento de que al arte no es para el público general. Yo abrí la galería para que todo el mundo pueda tener obra original de calidad y que, en realidad, no es muy cara y puede adquirir gente de toda capacidad económica.

PV: Todo pasa por la comunicación, la reorientación en la enseñanza y el ajuste de expectativas del público, de los artistas y de los propios galeristas. Yo trabajé en Chicago y es verdad que ese pudor no existía, pero tampoco en ningún otro trabajo. No sé si es una cuestión de que allí el sector cultural ha sabido sobrepasar ese umbral o es que el sector laboral, en general, habla de dinero sin ningún tipo de pudor.

Detalle de una de las piezas de la exposición ‘What Remains’, de Lucía Blas. Fotografía cortesía de La Mercería.

¿Qué expectativas os brinda, por tanto, un evento como Abierto València? ¿Influye decisivamente en la elección del proyecto con el que iniciar la temporada?

IB: Desde luego, da más visibilidad. Mediante las campañas publicitarias y los gallery walks llegas un público distinto del habitual. Se nota una afluencia mayor en Abierto València que durante el resto del año. Las rutas hacen que el público vaya en el mismo día a varias galerías, cuando, normalmente, acude a ver una sola exposición por día. Eso cambia, también, la manera de percibir el arte y la propia ciudad. Abierto València ayuda a la gente a percibirlo como un gestalt: el todo frente a la individualidad de cada uno.

AV: Apuesto porque el artista con el que abro Abierto València sea de aquí, como, en este caso, María Marchirán, con la que dar a conocer un proyecto en el que lleva trabajando mucho tiempo. En ese sentido, espero dar a conocer al artista y a la propia galería.

PV: No participamos de Abierto València, pero en próximas ediciones espero que sí. Creo que hay otra cuestión de la galería que creemos importante, que es aunar lo global y lo local. Realmente, se trata de generar un nexo fuerte entre ambos y una serie de dinámicas con las que experimentar.

Hemos apostado por artistas internacionales (salvo en un caso), pero lo hemos hecho con un sentido muy claro, y es que el programa de residencias, que implementamos como parte de la faceta productora de la galería, da la bienvenida a artistas locales, de forma que podemos generar esas sinergias con los artistas internacionales, que representamos y traemos para sus exposiciones. Así que, en paralelo con Abierto València, hemos apostado por una artista local de origen francés, Anaïs Floran, que trabaja y reside aquí –València es su tema de trabajo y creíamos que era una buena manera de conectar esas facetas–.

divulgación artística, Abierto València 2020
Los galerístas Pablo Vindel (The Liminal), Amalio Vanaclocha (Galería Vangar) e Ignacio Borafull (La Mercería). Foto: Merche Medina.

Merche Medina