Matant el Temps, de Pasqual Alapont, con Joan Gadea
Teatre Micalet
C / Mestre Palau, 3. Valencia

Entrar en el Teatre Micalet siempre es una experiencia. Poder disfrutar de una noche de teatro y pasión por el teatro convierte al Micalet en un lugar único. Lugar de peregrinación si deseas ver y escuchar obras realizadas en valenciano en el centro. Este año las cosas habían cambiado un poco: Compromís capitanea el Ajuntament de la capital y seguramente por fin el consistorio le hará caso al teatro y a sus obras, frente al ostracismo mostrado por la anterior ejecutiva.

Los carteles de funciones pasadas decoran la entrada a la sala, algunos de ellos evocan tiempos pretéritos otros más modernos, pero todos configuran la historia viva del Micalet. En la puerta se arremolina mucha gente, hay una clara expectación por ver la obra que da inicio a la temporada, Matan el Temps. Joan Gadea, actor alcoyano de gran trayectoria, y sí, también participante en la afamada serie de Canal 9, La Alqueria Blanca, estaba sentado en un sofá al margen izquierdo del escenario. Joan esperaba impasivo, tal vez recordando el texto, y pensando en sus marcas, sentado en aquel sillón haciendo como si leyera algún libro de espalda al respetable. La platea estaba llena y el anfiteatro también, olía a estreno, a ganas de volver a ver en acción la temporada, una vez más, del Micalet. Joan, se mueve como pez en el agua en el escenario, sube las escaleras en busca de alguna despistada que le planche la ropa, pues el espectáculo está a punto de comenzar y aún no tiene la ropa preparada. A mi derecha se preguntan un padre y su hijo si ese inicio tan familiar con el público, es parte del espectáculo. Yo supongo que sí y me dejo llevar.

“Matant el Temps” de Joan Gadea (3)

Joan no hace un monólogo sobre su vida, sino que hace teatro. No utiliza los recursos más repetidos entre los monologistas de moda, no juega a ser uno más, sino que se descuelga para mostrarnos un amalgama de caras. Nos cuenta el fallecimiento de su madre, y alrededor de ese personaje al que él alude Gadea habla del sufrimiento de la pérdida, de las ilusiones por el teatro desvanecidas, en un repaso a su trayectoria vital y profesional. Nos abre la puerta de su mente y alma, para contarnos cuán orgulloso se hubiera sentido de llegar al nivel de Sean Connery o de haber cantado en algún musical. Lo que nos transmite es una montañarrusa de sensaciones, esas mismas cavilas que uno hace de sí mismo en muchas ocasiones. Esos pensamientos retrospectivos, donde se suman ideas positivas con imágenes negativas en un cóctel siempre ondeante. Un día recuerda como bailaba para sus vecinas y otro como nunca llegó a hacer un musical. Como si asistiéramos a los fotogramas de su vida, Joan se desnuda para jugar con el espectador: nos da una de risas absurda y otras de profunda tristeza, cual ciclotímico no medicado. El título deja claro que cualquier día, por aburrimiento o por soledad, matas el tiempo pensado y recordando lo que fuiste en otros tiempos.

“Matant el Temps” de Joan Gadea (2)

El público desconoce si lo que cuenta Joan es cierto o no, sabe que cuando habla de su etapa en el cine, lo hace en serio, pero lo de su vida personal lo desconoce, aunque en realidad todo eso da igual. Porque al final de lo que se trata en esta obra es de hacernos pensar en nuestra vida, en los sueños que se van, en las vidas hipotecadas por otros, en este caso su madre, y por la ambición de unos proyectos que nunca se realizarán.

Para que Joan no esté solo en el escenario, La Dependent, utiliza un recurso ingenioso e ilustrativo. Proyectan a sus compañeros charlando con él, haciéndonos reír, y demostrando al público que nunca estamos tan solos como nos pensamos. Joan experimenta el miedo sobre el escenario, pero también la alegría de vivir con canciones, con flashbacks a otras obras, con mimo en cada palabra.

En suma, un trabajo bien ejecutado, con un Joan que demuestra ser un gran actor y con un propuesta arriesgada, pues transita por muchos géneros sin detenerse en ninguno mucho tiempo, pero que a la postre es una obra completa y divertida. Tal vez un espejo de lo que todos somos, con nuestras luces y nuestras sombras.

Javier Caro

Fotos: Lorena Riestra