Suro

#MAKMAAudiovisual
‘Suro’, de Mikel Gurrea
Con Vicky Luengo y Pol López
116′, España | Lastor Media, Malmo Pictures, Irusoin, ETB, TV3, Institut Català de les Empreses Culturals, 2022
Filmin

“A mediados de la década de los 70 se inicia un proceso social que rompe bruscamente con el, hasta entonces, flujo poblacional entre el mundo rural y el urbano. El éxodo rural deja paso a la emigración de ciudadanos de grandes aglomeraciones urbanas al despoblado territorio de las zonas rurales. El proceso se conoce como neorruralismo y su naturaleza es más bien diversa”, rubricaban allá por 1991 los investigadores Ángel Blas Rodríguez Eguizabal y Xosé Elías Trabada Crende en su estudio ‘De la ciudad al campo: el fenómeno social neorruralista en España’, publicado en la revista Política y Sociedad, de la Universidad Complutense de Madrid.

“El neorruralismo –prosiguen– se entiende como una vinculación económica y voluntaria al mundo rural. (…) Los neorrurales son individuos que han decidido abandonar la ciudad, y son las características de su instalación lo que los distingue”.

De modo que, por la variedad tipológica de sujetos y motivaciones, su estudio pretendía analizar «la relación que existe entre la crisis urbana y la repoblación de zonas rurales, las motivaciones y la carga ideológica que les empuja, el perfil sociológico de los neorrurales y su acción inmediata sobre el entorno: actividades económicas, culturales y sociales”.

Suro

Una premisa a la que bien pudiera responder, con hechuras audiovisuales, la ópera prima de Mikel Gurrea, ‘Suro‘, con la que ha logrado granjearse un bienvenido palmarés –Premio FIPRESCI de la crítica y el Premio Irizar a la Mejor Película Vasca en el pasado Festival de San Sebastián, así como mejor dirección novel, protagonista femenina (Vicky Luengo) y masculino (Pol López) en los Premios Gaudí 2023 – y que ahora Filmin estrena en su catálogo como una de las más sugestivas revelaciones del pasado curso cinematográfico.

Un filme edificado sobre las cuitas de una pareja de arquitectos, Helena e Iván, que decide abandonar Barcelona en pos de edificar sobre el medio rural un giro a su vida urbanita, recalando en una masía del Alt Empordà (Girona) –que la joven ha heredado de su tía– sobre la que restaurar sus deseos familiares (embarazo mediante) y profesionales, y de la que nutrir sus arcas gracias a la recogida del corcho (suro, en catalán) que recubre, con su corteza, el tronco de los alcornoques de la finca.

Una extracción tan frágil e intermitente como los principios morales que orientan el devenir de ese trayecto que comunica la polución académica y sofisticada de la urbe con las ásperas felemas que protegen al alcornoque de la desecación, los insectos y el fuego. Tal vez sea porque el sudor del oficio y la espesura del contexto rural tienden a diluir esa ortodoxa probidad con la que se acostumbra a impartir catequesis desde el púlpito de la metrópoli (sin pretender, con ello, impugnar su necesidad teórica).

Suro
Un instante de ‘Suro’, de Mikel Gurrea. Fotograma cortesía de Filmin.

Fruto de la elipsis (siempre bienvenida), intuimos que Helena e Iván mantienen ya una dilatada relación que ha sabido sobreponerse a los embates propios de compartir cama, inquietudes y proyectos, aunque, por la urgencia con la que comienzan a resquebrajarse la panas de corcho de su nueva convivencia, todo parece indicar que las desemejanzas provienen de lejos.

Iván se entrega, ofuscado, al trabajo de extracción, buscando ser respetado por una cuadrilla fragmentada entre trabajadores locales y marroquíes. Y, aquí, bien sabrá quien haya doblado el lomo (más allá de recoger del suelo los documentos tras una corriente de aire que, de vez en cuando, asola el lacrado entorno de la oficina) que el trabajo físico comunal alumbra tanta hijoputez como perniciosa camaradería, y conviene siempre, con celeridad, ser considerado como un igual a costa de todas las punzadas herniales con las que madrugar durante las jornadas siguientes (una contienda semejante, es cierto, a la liza laboral entre escribientes, chupatintas y auxiliares).

Que el urbanita ponga en cuestión moral si el capataz asegura o no a sus empleados inmigrantes resulta tan candoroso como laborar el campo con uniforme festivo. Sin embargo, a Iván, fruto de la exudación, se le diluyen pronto todas las premisas (y es ahí donde ‘Suro’ rubrica una de sus principales virtudes).

Por su parte, Helena, más determinante y pragmática que su partenaire (consciente de que la finca “es mía”, y así se lo hace saber), vuelca sus objetivos sobre el principal asunto que les ha traído hasta aquí: recomponer la masía y materializar el nuevo proyecto de vida imaginado en algún despacho compartido del Eixample.

Que ambos empeños, el de Helena e Iván, se instituyan en una fuente de tensión mutua no desdice un ápice el sentido natural de sus fines; más bien, nos cerciora de que un cambio de rumbo no es fuente de remedios, sino emulsión permanente de asperezas insolubles en ese depósito de agua con el que apagar los incendios.

Y, sin embargo, ‘Suro’, impecable en su misión documental –sustentada por la respiración de sus actores naturales (no profesionales), que afilan el hacha del oficio– y equilibrada por la muy plausible veracidad de Vicky Luengo y Pol López, se desestabiliza (solo por momentos) al proponer una urdimbre de temas que bien podrían gobernar por sí mismos el pulso de la diégesis.

Que las tensiones propias del medio rural coincidan en tiempo y forma con ‘Alcarrás’ –e, incluso, con ‘As bestas’ (eludiendo su incomparable virulencia)– no indica otra cosa que los jóvenes cineastas se han dado un muy lúcido paseo cinematográfico por provincias (por fortuna, con más crudeza que artificios). Y nos han hecho recordar que trabajar, queridos, a veces es duro, sucio y peligroso.