MAKMA ISSUE #01
Entrevista a José Miguel G. Cortés, director del IVAM
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2018

José Miguel G. Cortés, director del IVAM, habla en todo momento de proyecto, porque según él la mayoría de museos y centros de arte cuentan con programaciones que valen para cualquier sitio. Y su proyecto, con una mirada internacional y cosmopolita, no se olvida de la proximidad y la singularidad del entorno. También critica los tiempos livianos actuales que dan por válido todo, al tiempo que se manifiesta contrario a la dictadura de las audiencias. Sueña con un IVAM del siglo XXI ampliado, porque necesita más espacio para mostrar en condiciones los más de 100 años de arte moderno y contemporáneo que atesora el museo valenciano.

¿Qué tiene el IVAM que no tengan otros museos?

El IVAM fue uno de los primeros museos de arte moderno y contemporáneo que se creó en España y que lo ha hecho de una manera distinta. Incluso antes de inaugurarse ya tenía una colección importante. En otros muchos museos, primero se creó el espacio y luego se ha ido comprando la colección. Yo he intentado recuperar esa actitud de, lo primero de todo, tener un proyecto. De hecho, uno de los grandes problemas que ha tenido precisamente el IVAM durante estos últimos años es que no ha tenido un proyecto. Y el no tener proyecto lo que significa es que todo vale, de manera que no puedes discutir por qué se hace una cosa u otra porque no hay ningún criterio.

¿Y cuál es su proyecto?

El proyecto que yo presenté tiene unas características muy específicas. Por un lado, que tenga una mirada internacional y cosmopolita y, por otro, muy anclado en el entorno. Uno de los problemas que tenemos es que la inmensa mayoría de los museos y los centros de arte da igual que estén en Valencia o en Honolulu. Y me refiero a espacios tanto públicos como privados. Son programaciones que se pueden hacer en cualquier sitio. Un ejemplo (y no es que me parezca mal): la fotografía de calle norteamericana está muy bien pero la puedes hacer en Valencia, en Bilbao, Estrasburgo, Liverpool o donde sea. Entonces, trabajar el entorno es algo fundamental bajo mi punto de vista.

¿Cómo se atrae al público en la coyuntura actual?

Hay que trabajar con una concepción del arte que no se vea como un aspecto de banalización, de vulgarización del pensamiento. Creo que vivimos en unos tiempos livianos, en los cuales cualquier cosa es válida y no tienes que justificar nada, simplemente que está bien, es chulo, o es joven o es viejo, como si eso fuera un valor en sí mismo. Habrá gente joven que tenga discursos muy bien elaborados y gente mayor que no los tenga. El problema, entonces, no es ser joven o viejo, sino qué cuentas, en torno a qué.

Extracto inicial de la entrevista publicada en MAKMA ISSUE #01.

¿Y en qué se centra su proyecto, qué cuenta?

El actual proyecto del IVAM se basa en varios ejes. Y uno de ellos es el Mediterráneo, que es una parcela que nadie estaba reivindicando hasta ese momento. ¿Y por qué el Mediterráneo y no el Atlántico? Bueno, pues porque nuestras raíces históricas, sociales y culturales tienen que ver con el Mediterráneo.

¿Y eso atrae?

El IVAM no está en el ranking del número de visitantes. Esa no es nuestra lucha, no es nuestro planteamiento, no es nuestra liga. Nuestro planteamiento es: o el IVAM sirve para ampliar nuestra mente, para hacernos mejores sensitiva y conceptualmente, o no sirve para nada, por muchos millones de visitantes que tenga. A un museo no se le puede medir por el parámetro del número de visitantes –ese puede ser uno, pero secundario–. Lo fundamental es cómo ayudas a difundir el conocimiento del arte. Por poner un ejemplo, entre muchos: ¿qué es mejor, una película de La 2, que ven 100.000 personas (¡que ya son personas!), u otra de La 1 o de Telecinco, que ven dos millones de personas, que es un blockbuster sin el menor interés, ni fílmicamente ni en ningún otro sentido? Ahí está la cuestión.

También es importante cómo haces las cosas. Tú puedes hacer una exposición y poner los medios para que la gente la entienda. Las exposiciones temáticas son una forma de atraer a un público distinto. No se trata de hacer una programación difícil, críptica, extraña, sino de hacer una programación exigente, pero poniendo los medios para que a la gente le interese. ¿Que es complicado? Sí, es complicado, pero se trata de trabajar para lograrlo.

Esto nos lleva al dilema de ofrecer al público lo que supuestamente se espera de él o arriesgar a la hora de programar.

No se trata de culpabilizar a nadie, pero generalmente hay una conciencia de que todo tiene que ser flojo, débil, banal, superficial, una actitud no hedonista de la vida, sino intrascendente de la existencia, y que lo otro es aburrido. Y claro está que hay cosas sesudas, aburridas y mal planteadas, y cosas banales muy divertidas. No se trata de plantearlo en blanco o negro. Hoy en día ya no hay un público, sino muchos públicos, hay minorías de públicos. Y un centro vivo como el IVAM tiene que ser capaz de llegar a todas esas minorías con actividades diversas, sin importar si a una conferencia vienen diez o vienen cincuenta. Esa carrera alocada por la audiencia no nos lleva a ninguna parte.

¿Atender a lo más próximo significa descuidar lo más alejado y viceversa?

Pues no. Mira, un ejemplo, Josep Renau y Martha Rosler. En esta ciudad, en esta Comunidad, en este País Valenciano /llamémosle como queramos), a Josep Renau se le ha visto miles de veces, por arriba, por abajo, por delante, por detrás, de miles de maneras, pero, qué casualidad, a nadie se le había ocurrido plantear a Renau con otros artistas internacionales. ¡Joder, menudo olvido!

Portada de MAKMA ISSUE #01, a partir de una de las obras del proyecto ‘Caminos del deseo’, del artista y miembro de MAKMA Ismael Teira.

¿El IVAM, como museo público, se enfrenta al auge de la iniciativa privada por dejadez de las instituciones públicas en relación con la cultura?

Que quede claro, si alguien se gasta dinero en comprar arte, muchísimo mejor que si se lo gasta en un yate. Pero, ojito, porque esto es igual que los hospitales privados y las universidades privadas. ¿Quién tiene biblioteca? Los museos públicos. ¿Quién hace exposiciones y trabajos sobre cuestiones que nadie trabaja? El IVAM. Si me muestras siempre Sorolla o Manolo Valdés o un artista norteamericano muy conocido, pues vale, eso es lo mismo que hacen las universidades privadas. ¿Qué es lo que se vende, medicina, arquitectura y derecho? Perfecto, pues para mí y para ti, poesía francesa del XVIII. Yo vengo de la pública y ahí trabajamos sobre aspectos que nadie trabaja.

De manera que yo amor al arte, todo, pero soy del amor al arte de Soledad Lorenzo, que cede su obra al Reina Sofía, de Martínez Guerricabeitia, que cede su obra a la Universidad de Valencia, de los coleccionistas norteamericanos que dan 200 millones de dólares [y lo repite], 200 millones de dólares, para la ampliación del MoMA. Yo soy de esos.

Pero ante la dejadez de lo público –que la ha habido en materia de cultura–, lógico que se hayan volcado muchos en busca de esa iniciativa privada, ¿no?

¿Sabe las dificultades que hay para que un museo público funcione? Son brutales. De personal, de presupuesto, de cuestiones administrativas… La ley de mecenazgo permite que una empresa privada se desgrave por compra de obra y nosotros no. Tú tienes un Picasso, me lo cedes a mí y, hoy por hoy, no te lo puedes desgravar, y se lo cedes a una empresa privada y puedes hacerlo. ¡Si esto no es ir contra la institución pública, que venga dios y lo vea!

¿La colección del IVAM es uno de los puntos fuertes de su proyecto?

Estamos en lo mismo. No se trata de hacer colección por colección. Tenemos más de 11.000 obras. Y estamos en un intento de organizar, de estructurar la colección. Yo me encontré con cosas muy buenas y también con un totum revolutum. Por ejemplo, lo que se hizo con las vanguardias europeas de los años 20 y 30 todavía tiene coherencia. Esto es de lo mejor a nivel estatal. Es que en Valencia no se tiene ni idea de lo que tenemos. El tema también de fotografía, de arte pop español y extranjero, realmente bueno. Hasta los 70 tenemos una colección magnífica y a partir de ahí tenemos obras muy buenas, pero no tenemos colección.

¿Y qué presupuesto de compra tiene?

Cuando yo entré teníamos 80.000 euros y el año pasado ya teníamos 600.000. Hemos dado un salto importante.

Entonces, ¿existe ahora una mayor sensibilidad política?

No toda la que nos hubiera gustado, pero también es verdad que yo pido más.

Tiene contrato hasta 2020, ¿es tiempo suficiente para desarrollar su proyecto?

Para un museo como el IVAM yo pienso que cada cuatro años es poco, has de contar con un mínimo de 10 años. Menos, no te da tiempo a nada, entre que tomas posesión del cargo, conoces donde están las cosas y demás, se te he pasado ya un año.

¿Cómo está posicionado el IVAM con respecto a otros museos?

Pienso que tiene una identidad propia y muy específica. Estamos trabajando mucho en torno al Mediterráneo, o en la presencia de las mujeres en la colección. Y en museos importantes de arte moderno y contemporáneo solo estamos el Reina Sofía y nosotros. Y el IVAM antes.

Pero el IVAM arrastra cierta mala imagen de estos últimos años.

Es un trabajo larguísimo que hay que hacer. Pero lo cierto es que no hay nadie en España que le interese el arte que no valore al IVAM como uno de los mejores museos y con una programación más coherente y más interesante de este país. El MACBA en 2018 tiene seis exposiciones y nosotros tenemos 12.

José Miguel G. Cortés. Fotografía: Biel Aliño.

¿No caemos con eso a la valoración en función de la cantidad?

No, a ver, tampoco se puede obviar que si un museo como el MACBA hace seis exposiciones y de las seis, solamente una corresponde a una mujer, ya no es una cuestión de números, sino de cultura ideológica. Nosotros estamos prestando mucha atención al trabajo realizado por mujeres y por mujeres a las que, pensamos, no se les ha dado la oportunidad que merecen.

¿Qué le gustaría dejar como legado?

Me gustaría, en el 30 aniversario, darle un impulso al IVAM. En dos sentidos: por un lado, consolidar el museo de arte moderno, que sería el centro Julio González –y aquí incidir mucho en la colección–, y, por otro lado, digitalizar la colección para que pudiera estar a disposición de los estudiosos. Y una cosa más: ampliar la labor de la biblioteca, que es magnífica y ahora está muy reducida, y darle mayor importancia a la educación, a la didáctica. Todo eso con relación al centro Julio González.

Y luego, la ampliación del IVAM del siglo XXI, porque el IVAM necesita otros espacios, otras maneras de abordar el arte de los últimos 20 o 30 años y el arte del futuro. Y aquí no tenemos espacio para abordar todo esto. Nosotros tenemos, en cuanto a metros cuadrados y en cuanto a presupuesto, teniendo en cuenta el arco histórico que estamos trabajando, desde inicios del siglo XX hasta mañana, un espacio ridículo. Estamos trabajando un siglo. Hay sitios que tienen menos que nosotros, pero están trabajando con chavales jóvenes.

¿Cómo Luther King, usted también tiene el sueño de un IVAM del siglo XXI ampliado y carente de polémicas?

Bueno, cuando se creó el IVAM ya hubo mucha polémica, porque luego las cosas se mitifican. Yo considero que igual que digo que no se puede comprar o exponer cualquier cosa, sino que todo tiene que ir en función a un programa, también deberíamos tener las líneas muy claras con respecto a la política cultural que nos gustaría tener. Y hay cosas que son fundamentales. El IVAM se creó hace 29 años y medio y fue un acierto completo, a pesar de la polémica y que iban cuatro a las exposiciones, porque repito que aquí las cosas se mitifican. Al Centro del Carmen iban otros cuatro, porque yo estaba allí y la segunda exposición la hice yo. Y ahora parece que todo aquello era maravilloso, cuando resulta que el 80% de los que hablan de eso ni venían. Bueno, pues se trata de hacer una apuesta, y este es el momento de aprovechar el 30 aniversario del IVAM para hacerla.

Esta entrevista fue publicada en MAKMA ISSUE #01, revista especial en papel con motivo del quinto aniversario de MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, en junio de 2018.

José Miguel G. Cortés. Fotografía: José Cuéllar.

Salva Torres