La hija del capitán Groc, de Víctor Amela
Editorial Planeta
En medio de la bruma que invade el espacio entre la historia y la leyenda, se perfilan figuras muy potentes de claros perfiles. Una de ellas es la de Tomás Penarrocha el Groc, un campesino de Forcall (Castellón) seguidor de Cabrera, que se alzó en armas contras las tropas isabelinas superiores en número. El periodista barcelonés Víctor Amela, uno de los creadores de La Contra de La Vanguardia, oyó contar las proezas de este héroe popular cuando era niño y veraneaba en Forcall, el pueblo de sus antepasados. Al cabo de los años plasmó las peripecias del Groc en un relato, La hija del capitán Groc, publicado este año en catalán y castellano por Planeta que ha cosechado gran éxito.
Fue el libro de ficción más vendido el Día de Sant Jordi y ha recibido el Premio Ramón Llull. “La época del Groc, entre la primera y la segunda guerra carlistas, es nuestro Far West ibérico”, dice Amela. “El Maestrazgo es nuestro western, con sus personajes intensos armados de trabucos, puñales, pistolas y caballerías. Gentes recias que vivía en escondrijos, barrancos y cuevas, y protagonizaba asaltos, persecuciones, secuestros y rescates. Bandos enfrentados, busca y captura, recompensas, pugna desigual entre los proscritos y el ejército”.
Usted conocía la historia del Groc desde niño. ¿Qué le impulsó a contarla en determinado momento?
Después de publicar El cátaro imperfecto y Amor contra Roma, sentí el impulso de novelar una historia pequeñita y desconocida para el gran público sobre un héroe local, el Groc de Forcall. Una historia transmitida oralmente de generación en generación en las familias de la comarca dels Ports de Morella desde 1844, porque advertí que este personaje reunía en su persona y en su drama íntimo, con el trasfondo de la cruenta primera guerra carlista, la sustancia misma de todos los héroes literarios universales. ¿Por qué no intentarlo, por qué no convertirlo en héroe literario? Es una historia que oí de niño acompañada de todas las impresiones sensoriales de su entorno, en el Forcall de 1968, que no debía de ser muy distinto al del siglo XIX.
¿Le sorprendió mucho el éxito obtenido? ¿A qué lo atribuye?
Sí me sorprendió. La novela lleva 18 semanas siendo la más vendida en Cataluña. Me regocija, y lo atribuyo a que recoge una historia entrañable y cruda, tierna y universal bordada sobre un tejido histórico reconocible, pero del que nos han explicado pocos detalles, y en un territorio reconocible. El lector se ha emocionado al poder acceder a la intimidad de personajes que hasta ahora eran sólo un nombre y una línea en los libros de historia.
¿Cómo afrontó el reto de escribir la novela en catalán antiguo con modismos castellonenses?
Es mi primera novela escrita directamente en catalán. Luego la he vertido al castellano, pues nadie podría hacerlo mejor que yo, que llevo 30 años publicando en castellano como periodista. No podía imaginar a los personajes hablando más que en su forcallano natal, un bellísimo y antiquísimo catalán occidental. Ha sido un desafío personal muy gratificante. La versión final la sometí a la aprobación de mis parientes forcallanos.
¿Cómo ha combinado la historia real con la leyenda popular y su propia inventiva o recuerdos de familia?
La historia transmitida por la tradición oral ha sido la base, y la he preservado con fidelidad, aunque amplificándola con la imaginación y enriqueciéndola con mis descripciones de vivencias sensoriales y detalles de rincones que llevo impresos en el alma desde la niñez, en un lugar tan mágico en el que fui tan feliz.
¿Qué tiene de mágico el Maestrazgo y cómo forja el carácter de sus habitantes?
Els Ports y el Maestrazgo es una tierra alta y agreste, bravía, cruzada de barrancos, cuajada de cuevas y ermitas, erizada de muelas, ermitas y castillos, y eso determina el carácter indómito de sus gentes, desde los íberos y los almogávares hasta los carlistas. Rindo tributo a esa tierra en sus personajes, de los que desciendo. Y siento una gratitud genética por esa tierra mágica.
Usted lo contempla al Groc y los suyos con lógica simpatía. ¿No hay cierto maniqueísmo en el tratamiento de ambos bandos?
No, hay una mirada compasiva tanto por los carlistas como por los liberales, pues todos se vieron arrastrados por sus respectivas ideas a un drama cruento. El protagonismo de los carlistas me obliga a presentarlos bajo una luz íntima que permita al lector empatizar con ellos, para que comprenda hasta qué punto todos somos víctimas trágicas de los ideales que nos poseen. No tenemos ideas: las ideas nos tienen a nosotros.
¿Cree que de alguna forma todavía persiste en España la pugna entre carlistas e isabelinos, los tradicionalistas frente a los partidarios del progreso?
España es una guerra civil perenne, latente o desatada. La lección de las guerras carlistas (de la que la guerra del 36 fue otro estertor) es que nos convendría aprender a relacionarnos con menos fanatismo y menos bipolaridad. Los podemitas de hoy tienen algo de los carlistas de antaño, los primeros indignados, desairats les llamaron, contra el proto-capitalismo, como hoy lo son contra el neo-capitalismo. Sin embargo, hoy les llaman progresistas. Me encantan estas paradojas de la historia de las ideas.
Bel Carrasco
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