Sexy Durga, de Sanal Kumar Sasidharan
Sección Oficial de Largometrajes
Festival Internacional de Cine de Valencia – Cinema Jove
Del 23 de junio al 1 de julio de 2017
Una joven pareja huye de la ciudad caminando de noche por una carretera en el sur de la India. En su avance, Kabeer y Durga son recogidos por un coche, cuyos ocupantes se ofrecen a llevarles a la estación de tren que buscan para poner tierra de por medio. Ya desde el principio, se establece una relación incómoda a causa del carácter provocador de quienes conducen el vehículo. Paralelamente, vemos cómo se celebran unos festejos en honor a la diosa Durga, en los que algunos hombres, tras alcanzar cierto trance bailando, son suspendidos de ganchos atravesados en sus espaldas, siendo paseados por el pueblo. Estas dos secuencias, el de la escapada nocturna y el del extraño ritual, se van complementando a lo largo de la película, estableciéndose sugerentes paralelismos.
El primero y principal tiene que ver con el nombre invocado en ambas situaciones. Durga es la diosa venerada, a la que se entregan en sacrificio los hombres del festejo ritual, como Durga es la muchacha que se siente acosada por los ocupantes de la furgoneta. Cierta violencia atraviesa ambas escenas: la violencia contra el propio cuerpo, cuyo éxtasis se vincula a la devoción profesada hacia la diosa, y la violencia, más verbal que física, de los hombres hacia la pareja en ese trayecto nocturno que parece inacabable.
Sanal Kumar Sasidharan, director de Sexy Durga, con la que compite en la sección oficial de largometrajes de Cinema Jove, juega con ambas violencias, creando un ambiente opresivo que la cámara no deja de subrayar con sus movimientos alrededor de esos cuerpos y de esa noche infinita. El rito asociado a la mítica diosa queda rebajado al nivel de lo más áspero y prosaico en la realidad atosigante de la pareja fugitiva. De manera que el ritmo repetitivo de los tambores festivos, deja paso al metal ácido de la música que acompaña a los ocupantes de tan siniestra furgoneta. Y así, ligados ambos universos, vemos desplegarse una violencia que, al igual que les sucede a Kabeer y Durga, el espectador percibe como terriblemente extraña.
Sasidharan, al introducir el adjetivo sexy al nombre de Durga, no hace más que movilizar esa violencia, que no termina de recaer sobre la pareja protagonista, a modo de juego tan macabro como irónico. Un juego que va del propio rito, a estas alturas percibido como mero trasunto folclórico, al temor ¿infundado? de los jóvenes huidizos. Una película intensa, inquietante, que el director indio conduce con soltura y sarcástica mirada. De la veneración a la diosa Durga, Sasisdharan pasa a esa otra Durga más terrenal, tan acosada por los extraños ocupantes como por sus propios miedos.
Salva Torres
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