#MAKMAAudiovisual
‘CCCC-Claves para el cine’
Dirigido por Rafael Maluenda
Con Rodrigo Cortés
Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC)
Museo 2-4, València
Miércoles 18 de junio de 2024
Desde sus primeros cortos, ‘Siete escenas de la vida de un insecto’, ‘Yul’ o ’15 días’, a Rodrigo Cortés ya se le vio el talento que atesora. Aunque, más que atesorarlo, diríase que se manifiesta en la forma que tiene, precisamente, de que aflore cuanto menos lo encierras. Por eso dijo, en un momento de ‘CCCC-Claves para el cine’, que bajo la dirección de Rafael Maluenda tuvo lugar en el Centre del Carme de València, que “las cosas genuinas pasan fuera de las zonas seguras”.
Para que eso ocurra, es decir, para que el talento alcance las cotas más altas, es imprescindible lo que agregó después: “Yo ruedo siempre con mucha libertad y con un sentido de la insensatez absoluta”. ‘Concursante’, su primer largometraje, es otra muestra de esa tendencia de Rodrigo Cortés a lanzarse con firme autodeterminación al vacío, sin duda sujeto a su fértil y singular creatividad.
Leonardo Sbaraglia, el protagonista de ese su primer largo, narra la historia de su delirante descenso a los infiernos, tras ganar paradójicamente un gran premio económico concursando en televisión, en un flashback (o salto atrás en el tiempo) que comienza con él ya muerto, algo similar a lo que sucede en ‘El crepúsculo de los dioses’, de Billy Wilder.
Otro tanto hizo después con ‘Buried’ (‘Enterrado’), donde se la jugó poniendo al actor Ryan Reynolds en un ataúd, en el interior del cual transcurre toda la película. Fue así, mediante esa historia de “un tío metido en una caja durante hora y media” (Cortés dixit) como triunfó inesperadamente en el Festival de Sundance, certamen que se celebra cada enero en Park City (Utah), creado por Robert Redford para atraer a jóvenes creadores.
Pero no nos engañemos: el talento de Rodrigo Cortés no se sustenta única y exclusivamente en esa libertad trufada de insensatez –no vayan a creer los numerosos estudiantes de Audiovisual que acudieron al encuentro y profesionales del sector que basta con cierto grado de locura creativa para alcanzar Hollywood–, sino que hace falta poseer una mirada que solo se fragua con mucha transpiración y unas buenas dosis de inspiración, lo que, traducido, se resume en toneladas de esfuerzo al servicio de una visión inconformista de la existencia.
Cuando habló de los actores con los que había trabajado, el brillo de la sala aumentó propiciado por el fulgor de algunas de las estrellas de Hollywood con las que ha tenido la oportunidad de contar para protagonizar sus películas: Ryan Reynolds en ‘Buried’; Robert De Niro, Sigourney Weaver o Cillian Murphy en ‘Luces rojas’; y Uma Thurman o AnnaSophia Robb en ‘Blackwood’.
Y es aquí donde volvió a aparecer el espíritu libre asociado al talento y la creatividad. “Un actor está dispuesto a tirarse de un octavo piso si hay red debajo”, aseguró Cortés. Una red vinculada con el director de las propias películas: “Si siente que la nave va bien guiada, entonces se va a atrever a muchas cosas. El actor hace cosas si se siente protegido”.
Lo mismo cabe decir del propio director, porque si Rodrigo Cortés se atreve con casi todo es, precisamente, por la seguridad que le otorga saberse (o no) en posesión de una red neuronal por la que cabalgan al trote, unas veces, y al galope, otras, un sinfín de ideas cabalmente ensartadas para dar a luz estupendas películas.
Algo de eso percibieron tanto Ryan Reynolds (“vino a la entrevista solo, con el casco en el codo, le hablé del guion de ‘Buried’, la conversación fue muy fluida y en mes y medio estábamos rodando”), como Robert De Niro, “que estaba entusiasmado con la película [‘Luces rojas’] porque dijo no haber hecho nunca un personaje así” –el de un vidente al que una psicóloga y su ayudante intentan desacreditar–.
Esa experiencia fluida con las estrellas de Hollywood, a las que accedió después de que Cinema Jove –Festival Internacional de Cine de València–, entonces dirigido por el propio Rafael Maluenda, en colaboración con Studio Universal, le otorgaran un premio consistente en un viaje a Los Ángeles, le ha llevado a Rodrigo Cortés a salirse del discurso casi hegemónico contra la maquinaria hollywoodense.
“No tengo historias que contar de divos que me han hecho la vida imposible”, sino que había visto en Hollywood “gente que honraba su trabajo y que eran generosos”. “Nunca me sentí una marioneta de los estudios”, añadió. Todo ello, sin excluir las lógicas disputas con algunos productores a la hora de sacar adelante el guion previsto y la ardua tarea de los rodajes: “Yo jamás he disfrutado durante un rodaje. Es una lucha agónica contra el reloj”.
Otra cosa es el montaje, del que habla en términos musicales. “No soy músico, pero tengo mucha musicalidad, incluso cuando escribo. Es una gestión del ritmo”. Y aquí podríamos decir que surge la figura de Martin Scorsese, el director por el que Rodrigo Cortés reconoce haberse dedicado al cine: “Es mi referencia desde los 13 años. Mi dios pagano, mi maestro”.
“La agresividad en la escritura con su cámara y esa violencia del choque entre planos” cautivaron al que ha hecho del montaje una característica igualmente soberbia de su cine. “Yo valoro el montaje desde la propia escritura del guion, al margen de los pequeños detalles que puedan surgir después”.
Su última película, ‘Escape’ –que se estrenará el próximo mes de octubre–, cuenta, de hecho, con la producción de su admirado Scorsese. En ella, se nos cuenta la vida de un hombre que, debido a problemas en su fuero interno, solo quiere vivir en la cárcel, a la que quiere entrar a toda costa. Luis Buñuel, en ‘Ensayo de un crimen’ o ‘La vida criminal de Archibaldo de la Cruz’, exploró esa misma necesidad de alguien que, angustiado por su obsesiva compulsión delictiva, ansiaba que lo encerraran.
El cine de Rodrigo Cortés está atravesado por cierta angustia existencial –la de quien se ve encerrado en un ataúd; el ser atormentado por un premio que, paradójicamente, le lleva por la calle de la amargura; o la de este último joven que busca como ‘Escape’ a su pesadumbre la inclusión carcelaria– que tiene como doblez una risa entre dientes.
“No siempre humor y comedia son lo mismo”, apuntó en un momento de su intervención en ‘CCCC-Claves para el cine’. Y luego se explicó, tomando como referencia la obra de Franz Kafka, en cuya ‘La Metamorfosis’ se basó para su cortometraje ‘Siete escenas de la vida de un insecto’. “Hay un aspecto humorístico en la obra de Kafka, porque, si no, ‘El proceso’ sería insoportable”, agregando que “en la vida siempre hay respiradores” por donde se filtre el humor”. “En lo personal, no confío en nada que no tenga humor”, concluyó.
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