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‘Crecer entre dos artistas. Homenaje a Claude Picasso’
Comisarios: Paloma Picasso y Emmanuel Guigon
Museu Picasso Barcelona
Montcada 15-23, Barcelona
Hasta el 26 de octubre de 2025
“La infancia es el período más largo de la vida”
(Ana María Matute)
Durante el verano de 2023, Paloma Picasso tuvo que asimilar la pérdida de su madre, Françoise Gilot, y de su hermano Claude. Uno de los momentos más difíciles del duelo familiar es el de cerrar la casa, cuando debes organizar los objetos personales, fotografías y papeles que componen una vida y que, en cierta forma, supone finalizar el capítulo de tu infancia. Son los testimonios de la memoria que atesoran las miradas, las risas y enfados, los disfraces y juegos.
‘Crecer entre dos artistas. Homenaje a Claude Picasso‘ es un recuerdo íntimo, emocionado y poético de la vida familiar en Vallauris. Nos abre las puertas a un paraíso de la niñez habitado por la imaginación y la creación artística.
Una invitación al descubrimiento de obras inéditas y su proceso creativo, juguetes que se convierten en obras de arte y obras de arte que sirven para jugar o leer, fotografías y correspondencia familiares. Es un retrato de familia en el que se entrecruzan las miradas entre unos padres y sus hijos que fueron “nutridos, amasados y moldeados por el arte”.
Claude y Paloma crecieron sabiendo que su padre y su madre eran extraordinarios y aprendieron muy pronto que el arte es compromiso y trabajo continuo. Paloma reconoce que tuvieron una infancia privilegiada y que “es difícil ser la hija de Picasso, pero diría que es mucho más serlo de Françoise Gilot”. Recuerda a una madre exigente pero amorosa que vivía preocupada de que sus hijos aborreciesen el arte, porque les robaba tiempo de dedicación de sus padres. En ocasiones, ese temor le hacía esconderse para pintar.
Claude rememoraba de aquellos años la libertad y la falta de imposiciones. Sus padres querían evitar darles la educación burguesa y rígida que ellos habían recibido, y no les explicaban nada de dibujo o pintura para preservar su naturalidad. Pero el arte se incorporó a sus vidas cotidianas con la seriedad con la que los niños conciben el juego.
Françoise pintaba desde niña dejándose atrapar por el misterioso encuentro entre los colores, las líneas y la formas. Por el contrario, Picasso se lamentaba a Brassaï de que nunca había dibujado con ingenuidad infantil, que desde niño sus dibujos eran académicos.
A pesar de la oposición paterna, Françoise decidió estudiar arte. A los 21 años, durante su primera exposición importante, conoce a Picasso, que entonces tenía 61. Impresionada por su mirada y su actitud hierática, que le recordaba al escriba sentado del Museo del Louvre, Françoise cuenta que comenzó a dibujar su rostro de memoria para intentar comprenderle. El descubrimiento personal pronto se convertirá en artístico: ambos se miraban y se dibujaban y el arte les completaba.
Inician su vida juntos en 1946, trasladándose de París al sur de Francia, a Golfe-Juan. La pequeña villa Por Toi no reunía condiciones para el trabajo de dos artistas y la escasez de espacio motivó que Françoise se dedicase al dibujo. Tras el nacimiento de Claude en 1947, se mudarán a La Galloise, en Vallauris, donde Picasso ya había empezado a interesarse por la cerámica. Allí, Françoise seguirá perfeccionando su técnica de dibujo y volverá a pintar.
Es la primera vez que se expone la obra de Françoise Gilot en España, a pesar del reconocimiento internacional de su carrera artística. Al entrar en la sala que se le dedica en el Museo Picasso Barcelona, tenemos la sensación de acceder a un espacio soñado y conquistado, a un hogar dibujado.
Junto a los retratos de sus hijos jugando o leyendo, un libro de lectura que escribió e ilustró para ellos, titulado ‘Paloma Sphynx’, donde los convierte en heroicos protagonistas de la historia. La alegría de la maternidad parece reflejarse en el movimiento de las líneas y la explosión de color. Françoise dirá que, “con gran sorpresa por mi parte, tenía la impresión de que mi pintura se estaba volviendo barroca”.
Cuando nacen Claude y Paloma, Pablo Picasso ya es un artista afamado. Emmanuel Guigon señala que cada nacimiento de un hijo le infundía nuevas energías creativas. Picasso observa a sus hijos, los convierte en sus modelos, les fabrica juguetes o se los roba para crear una obra, transmitiéndoles su entusiasmo por las formas.
Daniel-Henry Kahnweiler, el marchante de Picasso, le había regalado a Claude unos coches de juguete y, antes de que pudiese jugar con ellos, su padre se los apropió y los utilizó para la cabeza de su escultura ‘La mona y su cría’. Esta obra es un ejemplo de lo que Claude definía como “escultura-maleta”.
Al igual que en las palabras-maleta que él inventaba de niño, Picasso unía los fragmentos de los objetos y les dotaba de un nuevo significado, creando una poesía visual. Los dibujos preparatorios nos indican que no se trata de un simple ensamblaje de piezas, sino que es el estudio y la observación del juguete lo que le conduce a la creación artística.
Es en estos años felices cuando se dedica con intensidad a la cerámica. Vallauris había sido un centro cerámico desde la antigüedad, especializado en la alfarería tradicional culinaria. Picasso entró en contacto con el taller Madoura de Suzanne y Georges Ramié y acudía allí todas las semanas.
En 1953, el director italiano Luciano Emmer viajó a Francia para grabar una película sobre Picasso. El artista le llevó al taller de cerámica y Emmer documentó el momento en el que Picasso toma en sus manos una botella de arcilla, la retuerce y da vida a la paloma que podemos ver en la exposición. Su mirada atenta y el gesto firme nos ilustra esa fascinación que sentía por la transformación de los objetos cotidianos en objetos artísticos.
Picasso dibujará en 1952 a Françoise, Claude y Paloma como sombras chinescas, incorporando más tarde su propia silueta. Sus rostros de perfil nos recuerdan a las figuras de la cerámica griega arcaica y nos remiten a un ideal de belleza y a la conexión del artista con el Mediterráneo. En las fotografías de Edward Quinn, descubrimos que esa imagen presidía las paredes de La Galloise, como un símbolo de que allí habitaban unos personajes del teatro de la vida unidos en el movimiento y la exploración creativa del mundo.
El recorrido de la exposición finaliza con el audiovisual ‘Atelier 74’, que Claude Picasso y Thierry Spitzer rodaron en 1974 en el taller de La Californie. Picasso había fallecido un año antes, pero el taller estaba tal y como lo había dejado en 1961 para trasladarse a vivir a Mougins. De las risas, juegos y canciones infantiles que parecen resonar en La Galloise pasamos a un silencio reverencial ante un espacio de creación. Las obras de arte inacabadas y los objetos que le inspiraban están apilados sin vida. La frialdad con la que se miden las pinturas para su inventario nos da la sensación de una intimidad invadida.
En una de las cartas a su tío Pablo, Xavier Vilató le dice: “Te mando mi añoranza para que Françoise le tricote un echarpe a Claude”. Esta exposición obedece a sus deseos y teje la nostalgia para arropar la memoria de Claude y celebrar esa niñez eterna de quienes se niegan a desterrar la fantasía de sus vidas.
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