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‘Nocturnas 1900-1960. Mientras la ciudad duerme’
Organizada y producida por Acción Cultural Española (AC/E) y Universitat de València
Centre Cultural La Nau
Universitat 2, València
Hasta el 27 de febrero de 2022
La noche asociada a la gran ciudad suele destilar un aroma que fluctúa entre el aire decadente de bares y tabernas, y la alegría furtiva de cabarets, cines y teatros, a la que se suman las sombras de seres fantasmales que deambulan por sus plazas y calles. “Por la noche, salen todos los animales”, dirá el protagonista de ‘Taxi Driver’ (Martin Scorsese). “En cualquier gran ciudad donde el azar me lleva, me sorprende que no se desaten masacres, una carnicería sin nombre, levantamientos diarios”, señalará el filósofo Emil Cioran.
“Es hermosa de noche la ciudad. Hay peligros, pero también libertad”, apuntará el escritor Erri De Luca, para quien “la luz del día acusa, la oscuridad de la noche otorga la absolución”. Ese ambiente entre mórbido y salvaje, alegre y melancólico, somnoliento y bullicioso, es el que aparece recogido en la exposición ‘Nocturnas 1900-1960. Mientras la ciudad duerme’, organizada y producida por Acción Cultural Española (AC/E) y la Universitat de València, que el Centre Cultural La Nau acoge hasta el 27 de febrero de 2022.
Mediante alrededor de 120 fotografías en blanco y negro, de primeros maestros del fotoperiodismo como Miguel Cortés o José María Díaz Casariego (Madrid), Josep Brangulí, Gabriel Casas y Galobardes, Josep Maria Sagarra (Barcelona), o el editor Lucien Roisin, junto a los más modernos Leopoldo Plasencia, Charles Hewitt o Francesc Catalá Roca, la muestra pretende ser “un homenaje a la vida nocturna en las principales ciudades de España de la primera mitad del siglo XX”, tal y como explica Lucía Laín, comisaria de la exposición.
La primera planta del Claustro de La Nau se convierte en una inmensa panorámica del ambiente nocturno de aquellas ciudades, unas veces animadas por el carácter festivo de sus salas de baile y espacios de alterne, y otras dejándose llevar por el desánimo y austeridad que provocó la guerra. “Vida ciudadana: millones de seres viviendo juntos en soledad”, manifestará Henry David Thoreau, autor de ‘Walden’ y ‘La desobediencia civil’.
No son estas las citas que aparecen en la exposición, aunque pudieran haber estado, sino otras varias que salpican el conjunto expositivo para ir arrojando luz sobre tanta sombra en la noche. “A la una de la madrugada, a la hora en que se apagan los arcos voltaicos de la Puerta del Sol y la gente que sale de los teatros se disputa los últimos tranvías, la Central de Teléfonos contigua al Colonial, es un foco de animación, un mentidero periodístico, un hervidero de público”, apunta Rafael Cansinos Assens en ‘La novela de un literato’, cita recogida en el apartado ‘Las ciudades y la luz’.
Es aquí donde se precisa cómo “las ciudades crecían y, con ellas, las zonas a iluminar”, señalándose a su vez cómo “en tan solo treinta años, Madrid y Barcelona duplicaban su población. Junto a Valencia, Girona o San Sebastián, fueron las primeras en iluminar el mapa de la península en la noche”. Luces que servían de contraste a la oscuridad de la noche, por la que se movían hombres y mujeres dispuestos, como ahora, a transformar la rutina diaria en pasión emergente mientras la ciudad duerme, tal y como se evoca en el título de la muestra.
‘Mientras la ciudad duerme’, de hecho, es el título con el que se bautizó en Hispanoamérica la película ‘La jungla de asfalto’ (John Huston), que venía a revelar los bajos fondos de una urbe de la década de los 50, agitada por pasiones criminales a raíz del planeamiento de un robo. De nuevo, junto al bullicio festivo, emerge la faz turbia de la noche en la metrópoli. “¿Dónde se meten después estas sombras de la pesadilla de la miseria? La ciudad tiene una enorme fauce negra que se traga durante el día a toda esta carnaza de dolor”, señala Emilio Carrere, en ‘Náufragos de la desgracia’, en otra sección de la muestra denominada ‘El uniforme de la realidad’.
Las 120 imágenes que recogen toda esa amalgama de sentimientos encontrados bajo la penumbra nocturna, con ramilletes de personas tan pronto joviales como cariacontecidas por el peso de las horas avanzando la madrugada, son fruto de la pericia y el talento de un buen puñado de fotógrafos igualmente atraídos por el peligro y la libertad enunciados por De Luca.
“El fotógrafo es una versión armada del paseante solitario que explora, acecha, cruza el infierno urbano, el caminante voyerista que descubre en la ciudad un paisaje de extremos voluptuosos”, asegura Susan Sontag en ‘Sobre la fotografía’, otra de las citas recogidas a lo largo de la exposición. Una muestra que va entremezclando el carácter testimonial y documental de gran parte de las imágenes, con la belleza estética que atraviesa el conjunto, complementado con tres videos.
“Luego vendrán los mangueros de la mañanita. Se abren los portales y salen a la calle esas mujeres de manto y uñas negras que van a la iglesia con un aire místico y humilde. Eso es todo”, subraya César González Ruano en ‘Crónica’. Eso es todo y es mucho, porque ‘Nocturnas’ viene a radiografiar el pálpito de aquellas ciudades, que es, en el fondo, el de las nuestras bajo diferentes oropeles.
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