No mires arriba

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‘No mires arriba’ (‘Don´t Look Up’), de Adam McKay
Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence, Meryl Streep, Cate Blanchett, Tyler Perry, Mark Rylance, Ariana Grande, Jonah Hill
138′ | Estados Unidos, 2021
Netflix
Estreno: 24 de diciembre de 2021

Lo dice Leonardo DiCaprio al hablar de la película ‘No mires arriba’, de Adam McKay, que protagoniza junto a Jennifer Lawrence: “Trata sobre nuestra incapacidad para escuchar verdades científicas”. También: para escuchar cualquier verdad. Séneca, en ‘Sobre la serenidad’, lo amplía al propio sujeto: “¿Quién hay que tenga el valor de decirse a sí mismo la verdad?”. La verdad, claro está, de afrontar lo que late en el fondo de la película y, por extensión, de la vida: que estamos siempre amenazados por la irrupción violenta de la naturaleza exterior e interior.

En el caso que nos ocupa, por la amenaza de un enorme cometa, descubierto por la doctoranda de Astronomía Kate Didiansky (Jennifer Lawrence), que colisionará en seis meses contra la Tierra provocando su destrucción. Ella y el doctor Randall Mindy (Leonardo DiCaprio) serán los encargados de revelarlo, para que el Gobierno tome las medidas oportunas ante tamaña amenaza.

Jonah Hill, Leonardo DiCaprio, Meryl Streep y Jennifer Lawrence, en un fotograma de ‘No mires arriba’, de Adam McKay.

Es aquí donde la película muestra, en paralelo con esa violenta naturaleza exterior invasiva, esa otra interior que anida en los seres humanos, en forma de pulsión localizada en la mismísima presidenta de Estados Unidos (Meryl Streep), únicamente interesada en mantenerse en el poder al precio que sea, y en el gurú tecnológico Peter Isherwell (Mark Rylance), igualmente ávido por incrementar su poder mediante la explotación de los materiales de gran valor que contiene el cometa y que él está dispuesto a extraer, durante su caída a la Tierra, con la connivencia del Gobierno.

La verdad científica será primero desoída por el Gobierno estadounidense, cuya presidenta se halla enfrascada en asuntos internos que tienen que ver con su mantenimiento del poder, y transformada en show televisivo cuando Mindy y Didiansky comparezcan en el programa de Brie Evantee (Cate Blanchett) y Jack Bremmer (Tyler Perry) para dar a conocer la amenaza que se cierne sobre el planeta.

Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, en un fotograma de ‘No mires arriba’, de Adam McKay.

No hay verdad que valga cuando las instituciones que deberían hacerse cargo de ella la devalúan o ignoran, ya sea por espurios intereses políticos, razones estrictamente mercantiles o, ligadas a esto último, por la transformación de esa verdad en la más frívola comunicación para que navegue con rapidez por las efervescentes redes sociales. Ambos científicos también contribuyen, con sus vulnerables estados emocionales, a perpetuar esa deriva de la verdad sometida al escarnio público.

Adam McKay sitúa esa verdad, que sin duda nos recuerda la fragilidad del ser humano ante los siniestros embates de la naturaleza (en tiempos de insistente pandemia o de impetuosa erupción volcánica en La Palma), en medio de un espacio público dominado por el arribismo político, la falta de escrúpulos empresariales y una televisión volcada al más zafio entretenimiento.

Llevamos tiempo instalados en el anuncio de cierto apocalipsis, asociado a su cara más destructiva. Gozamos de él, atraídos por la belleza de su hecatombe, puesto que en el fondo hemos dado por perdido el valor que supone sostener esa verdad contra viento y marea. El viento y la marea de unos tiempos caracterizados por la política más nefanda, al servicio de las grandes empresas y al compás del ruido mediático.

Fotograma de ‘No mires arriba’, de Adam McKay.

Que el gurú tecnológico Peter Isherwell utilice los big data como si fueran la clave de su dominio sobre el mundo, vaticinando el modo en que morirán en un futuro tanto el doctor Randall como la propia presidenta de los Estados Unidos, no deja de ser una broma pueril en un sistema pensado para que la verdad carezca de la más mínima densidad.

Si el sujeto es la simple acumulación de datos, y no la manera más compleja de convertirlos en vivencias personales e intransferibles, resulta lógico que el universo de ‘No mires arriba’ se vaya desplomando incapaz de metabolizar una verdad diluida entre tanta palabra falsa y vacía.

Cuando la cantante Riley Bina (Ariana Grande) se haga eco sobre el escenario de la destrucción que se avecina, el espectáculo habrá adquirido ya dimensiones planetarias. De hecho, Adam McKay lo que hace es convertir la verdad, que debiera ser objeto de una profunda reflexión acerca de lo que nos pasa, en puro espectáculo visual al que los espectadores nos entregamos magnetizados por el poder de las imágenes.

Seducidos por ellas, la verdad del cometa queda en un segundo plano. De hecho, hasta Randall y Didiansky llegan en cierto momento a perder el sentido de su misión. Todo acaba, en la película de McKay, abducido por esa otra violencia interior de los seres que gobiernan nuestros destinos, ya sea desde la política, sometida a las tribulaciones por el poder, o desde las grandes empresas tecnológicas, transformadas en máquinas de hacer dinero, y mediáticas, igualmente valoradas en función de su capacidad para generar audiencias compulsivas.

‘No mires arriba’, con ser una sátira social, no deja de poner en evidencia la dificultad mayor del ser humano para afrontar la verdad de su triste condición finita. En su lugar, reina el espectáculo regentado por gurús de la tecnología, líderes políticos que nos prometen mundos ideales si triunfan sus proclamas, junto a esos otros líderes mediáticos igualmente entregados a fomentar la carnaza en las redes sociales.

Cate Blanchett, Tyler Perry, Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, en un fotograma de ‘No mires arriba’, de Adam McKay.