Neil Young y su mirada contemplativa

Con NEIL YOUNG siempre es difícil. Qué decir, qué aportar de un artista al que tengo allá arriba, en el pedestal de una subjetiva pirámide jerarquizada, como ejemplo de dinosaurio que continúa sobreviviendo a los impactos de cometas o asteroides que se vienen repitiendo desde el período cretácico de la era mesozoica rocanrolera. El gran maestro me infunde demasiado respeto y admiración pero por qué no un acto de valentía, de consideración y de deferencia hacia alguien que tanto nos ha dado.

Storytone”, el nuevo y trigesimoséptimo (se dice pronto) disco que ha publicado en este 2014 posee connotaciones como mínimo sorprendentes al estar acompañado de un coro y una orquesta de 92 miembros. Y digo sorprendentes aunque tampoco sean para tanto porque a estas alturas de la vida, o mejor a estas alturas de la década 10, ya no desorienta ni pilla de imprevisto tras haber grabado un disco tan arriesgado como controvertido, entre la experimentación y la tradición, titulado “Le noise” (exquisito a mi gusto, todo sea dicho), una “Americana” repleta de canciones tradicionales clásicas de folk, un brillante pildorazo psicodélico que se abre con un tema que dura casi media hora y cuyas dos de mis coplas preferidas oscilan alrededor de los 16 minutos, y/o un también controvertido pero valiente (a mi gusto infumable) disco de la cabina titulado “A letter home”.

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Aquí, en el que nos ocupa, el tito Neil emociona en otra muestra más de agradecimiento a la madre naturaleza hasta convertir el misticismo en arte. En “Plastic flowers” contempla desde la orilla cómo se dibujan líneas en el agua, cómo fluye la corriente del río, acaso la vida que discurre. Incluso observar un simple puñado de arena entre los dedos puede ser un acto tan simple como vital en el sentido más existencialista. Y de la abstracción o recogimiento a la denuncia, hay que proteger la tierra de la codicia del hombre. Algún día no muy lejano, antes de que sea demasiado tarde, debería retumbar de uno al otro confín del planeta una copla como “Who’s gonna stand up”. No estaría mal que más de uno, y más de mil, fuesen encadenados y obligados a escucharla durante varias horas, una y otra vez, para ver si comprenden algo, aunque sea un poco.

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En “I want to drive my car” me recuerda al Neil Young ochentero del “Everybody’s rockin” o del “This note’s for you”, ese que quería, con mayor o menor acierto, controlar su dirección artística explorando y buscando combustible para hallar inspiración.

El viaje continúa, los duros golpes de la vida, el amor y los nuevos sentimientos que asoman en “Glimmer”. Ídem de lo mismo en “Tumbleweed” y esa vida llena de pequeños trucos, todo alma, todo espíritu, toda armonía. En ambas la voz del gran maestro mantiene tras tantos años todas sus virtudes, tan nasal, tan aparentemente frágil y quebradiza que parece que se romperá en algún gorgorito. Se le puede acusar a este corte (y a otros) del “Storytone” de poseer unos arreglos con demasiado sabor a Disney tal y como he leído en algún lado. Puedo llegar a entender desde la perspectiva más purista que una vez más Neil Young proporcione algún shock entre cierto sector de sus fans pero al final creo que bendita Disney, por qué no, al fin y al cabo factoría de tantos sueños.

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Tampoco es lo suyo, se supone, el swing, a modo de clásicas big bands, pero volvemos a lo mismo, me parece muy interesante como resuelve el presunto aprieto o dificultad en “Say hello to Chicago”. Incluso le da un nuevo sentido, armónica en mano, al disfraz de crooner en “Like you used to do”. Entre teclas de piano, evocando matices del soberbio “Prairie wind” del 2005, me quedo principalmente del “I’m glad i found you” con ese intenso y emotivo final de “…so many people don’t understand, what it’s like to be like me, but i’m not different from anyone else, i’m glad i found you,…”

Turno para la perla, con todo el sabor a la grandeza de un viejo corazón de oro, “When i watch you sleeping” y la historia de un destino, repitiendo carreteras y repitiendo temores hasta llegar al final del trayecto, ese que se encuentra en “All those dreams”, en el hogar, observando como duerme, observando como sueña ella.

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Creo que “Storytone” es un disco que gana con cada audición, no se le recordará como una de sus grandes obras maestras, de las de la primera división zona Champions, pero es de esos que dicen que son para oir y escuchar. El viejo maestro ha arriesgado con unas letras más directas, con unos arreglos cargantes o brillantes, según dependa del instante en que sean escuchados, pero sobre todo ha conseguido que tenga más interés que nunca prestar atención a unas versiones desnudas y acústicas que acompañan el formato “deluxe”. Por ello y por todo es una enorme alegría que el más grande siga tan vivo, tan inquieto y tan creativo.

JJ Mestre

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