Mostra de València – Cinema del Mediterrani
Del 18 al 28 de octubre de 2018
Estar en la entrada de la renacida Mostra de València fue algo que no hubiera esperado nunca. Muchos años, sobre todo desde la entrada al gobierno de Compromís, se llevaba hablando de la necesidad de retomar aquel sueño, aquel festival que unía a los pueblos de Mediterráneo bajo un mismo paraguas. El festival estaba en la boca de todos. La Mostra significaba mucho para mí cuando era bastante más joven.
Recuerdo las secciones de cine gore, sí amigos, de cine gore. Aquellas tardes de juventud con un buen amigo mientras en la pantalla se proyectaban películas como la argentina ‘Plaga Zombie’ (1997), de Pablo Parés y Hernan Sáez. Y también ‘Demonium’ (2001), de Andreas Schnaas, el cual estaba detrás nuestro con el equipo. Aquella sensación de estar con ellos, con el equipo, el director y la actriz, aquello nos hechizó, no se me olvidará jamás. Creo incluso que fue mi primera película en versión original subtitulada.
Otro año, en los extintos y añorados ABC Martí, vi por primera vez ‘Volver a empezar’ (Jose Luís Garci, 1982), historia de nuestro cine y un logro que trascendió fronteras. La Mostra no solo nos hacía pasar grandes horas de cine, sino que nos ilustraba, nos enseñaba. Iba a La Mostra como cualquiera, pagaba mi entrada y hasta me hice socio, pero un día desapareció de nuestras vidas. La ciudad se quedó huérfana, había que recortar presupuesto y el festival parece que era innecesario.
Cinema Jove se quedó entonces como único festival grande de la ciudad: era ahora la bandera de València y no lo hicieron nada mal, de hecho, lo hicieron muy bien, aunque en las retinas de todos nosotros aún estaba la olvidada Mostra. El sueño del que nos despertaron por la fuerza. València sin ella estaba fuera del circuito de festivales, algunos nos adelantaron como Sevilla (Festival de Cine Europeo), otros se alzaron con el trono del cine español como Málaga, y València y su Mostra seguían encerrados en el recuerdo de los cinéfilos que habían asistido a un festival único en su especie.
Y ahora estoy aquí, en los magníficos cines Babel, rodeado de gente a punto de ver ‘Un día más con vida’ (Raúl de la Fuente, 2017) en La Mostra, porque aunque estuvo en coma, sobrevivía en nuestros deseos y sueños. De la Fuente ha hecho una obra maestra, ¿para qué vamos a negarlo? No sabemos cómo catalogarla, ¿documental, animación, una nueva clasificación…? La cuestión es que estamos ante una bomba de relojería, de esos filmes que te atrapan y te hacen esbozar una sonrisa idiota, siendo plenamente consciente que has asistido a algo que se desparrama por los márgenes de lo normal, de lo usual.
Es el relato autobiográfico de Ryszard Kapuściński que narra los últimos días de Angola como colonia portuguesa en 1975, y las terribles consecuencias de esta descolonización. Es eso, y más, mucho más. Es sentimiento, lucha, pasión e ideología. Un sistema de creencias en unos valores que se han perdido.
Otro de esos platos de gourmet que tanto se llevan en restaurantes de nivel, es lo que nos sirvió Eduardo Guillot, director de La Mostra, al traerse, directamente desde su paso por Sitges, con el Premio Mejor Película en Noves Visions, ‘Desenterrando Sad Hill’ (Guillermo de Oliveira, 2018). Hacía tiempo que no escuchaba un aplauso tan prolongado como el que le dimos al director, que muy amablemente charló sobre el rodaje, la idea y la ilusión que habían depositado todos en ese trabajo.
Estamos ante un largometraje documental sobre la reconstrucción del cementerio construido en España, en la plena época franquista, hace 50 años, para la secuencia final de la película ‘El bueno, el feo y el malo’ (Sergio Leone, 1968). ¡Qué emocionante ver éste tipo de cine! Solo con estas dos obras, ya lo tienen muy difícil para superar esta edición, que se quedará prendida de nuestras retinas durante mucho tiempo.
Por supuesto, antes de marcharme a la Seminci de Valladolid, no podía perderme ‘El Pico’ (Eloy de la Iglesia, 1983), una denostada película muy interesante, que con los años ha ido transformándose más en un testimonio fidedigno de un momento muy concreto de nuestra historia más reciente. Eduardo Guillot nos ha devuelto, aunque quizás no lo sepa, algo más que un festival, nos ha devuelto el sueño de una semana de otoño. Nos vemos el año que viene, porque, ¡València es cine!
Javier Caro
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