Muñoz Degraín

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Antonio Muñoz Degraín
Sala permanente
Museo de Bellas Artes
San Pío V, València
Inauguración: 23 de junio de 2023

Pablo González Tornel, director del Museo de Bellas Artes de València, se refirió a la pintura paisajista de Antonio Muñoz Degraín (1840-1924) como aquella que no se conforma con la tradición heredada, transformándose a partir del impresionismo mediante “el uso de colores no convencionales, violetas, morados”, que terminan dando “un aire distintivo” a su obra.

Un aire vinculado a la “sublimación del paisaje” que muestra “la grandeza del mundo natural frente a la pequeñez del hombre”. “Una pintura wagneriana”, apostilló González Tornel, durante la presentación de la sala que acogerá obras de Muñoz Degraín, pertenecientes a los fondos del museo, y que arranca con una selección de 25 en torno a esos paisajes wagnerianos de los que el pintor valenciano fue uno de sus más ilustres representantes en la segunda mitad del siglo XIX.

‘Amor de madre’, de Antonio Muñoz Degraín, en la exposición de su sala permanente en el Museo de Bellas Artes de València.

Sobrecoge, en este sentido, contemplar en ‘Amor de madre’ la pasión con que esa madre del título del cuadro mantiene a su bebé en brazos, mientras ella permanece en pie con el agua al cuello, anegado el campo circundante por una gran inundación. Tamaña pasión se corresponde con la del propio Muñoz Degraín, que invoca en su pintura el carácter wagneriano aludido por el director de la pinacoteca valenciana, siguiendo a su vez la estela hegeliana.

“Nada grande se ha hecho en el mundo sin una gran pasión”, sentenció el filósofo alemán, autor, entre otras, de ‘Fenomenología del espíritu’. González Tornel, dejándose llevar por esa misma pasión, ha sacado a flote la obra de Muñoz Degraín destinada a la sala permanente que, a partir de ahora, irá mostrando la colección de 61 pinturas que obran en poder del museo valenciano.

Esa “figura humana completamente superada por la naturaleza”, como describió el director del museo ese ‘Amor de madre’, preside una de las paredes de la sala permanente recién inaugurada, justo el día en que también fue mostrado ‘Yo soy el pan de la vida’, de Joaquín Sorolla, en la que igualmente será la sala permanente del genio levantino, una vez se procedió a su traslado desde el Palacio de las Comunicaciones donde ha estado expuesto con motivo de la muestra ‘Del foscor a la llum’.

Pablo González Tornel, junto a ‘Yo soy el pan de la vida’, de Joaquín Sorolla, en el Museo de Bellas Artes de València.

En este caso, se trata de una de las obras de mayor dimensión en la dilatada producción de Sorolla (4,1 x 5,3 metros), en sintonía con los grandes paneles realizados para la Hispanic Society de Nueva York. En ella, también se pone en comunión la grandeza de Jesucristo y la sencillez de los pescadores valencianos que comparten una barca de vela latina, convirtiéndose en protagonistas de la escena bíblica.

“El traslado de esta colosal obra de Sorolla marca el punto de arranque de la nueva sala dedicada a él, en la que figurarán más de 50 obras del maestro”, apuntó González Tornel, destacando las dificultades para su traslado, dadas las dimensiones del cuadro. De ahí que enfatizara la necesidad de que el Museo de Bellas Artes de València fuera el “hogar definitivo” de la pieza. “Esperemos que no vuelva a salir de aquí”, agregó.

Volviendo al igualmente colosal ‘Amor de madre’, Muñoz Degraín aúna el horror y la belleza tan propios del paisajismo romántico, donde el poder de la naturaleza y la fragilidad humana sostienen un pulso tan desigual como ejemplar en sus connotaciones heroicas. Ya lo dijo el filósofo La Rochefoucauld: “La mayoría de los héroes son como algunos cuadros, no se les debe mirar de cerca”.

Vista de la exposición en la sala permanente de Muñoz Degraín, con la obra ‘Amor de madre’ al fondo. Imagen cortesía del Museo de Bellas Artes de València.

Por eso el pintor muestra la fuerza de la riada -que devasta el paisaje y, sin duda, está a punto de hacerlo igualmente con esa madre que se resiste a perecer por la fuerza que le insufla el bebé en brazos-, a la distancia justa, de manera que sean las energías desatadas quienes absorban nuestra atención, por encima del gesto descarnado de quien está a punto de ser tragado por las aguas.

Antonio Muñoz Degraín, de quien el año próximo se celebrará el centenario de su muerte, también realizó pinturas del género histórico, tal y como apuntó González Tornel, destacando su igualmente espectacular y premiada ‘Otelo y Desdémona’, guardada en el Museo del Prado, pero de la que el Museo de Bellas Artes de València posee un boceto, tal y como sucede con otra de sus piezas más sobresalientes: ‘Los amantes de Teruel’.

Vista de la exposición en la sala permanente de Antonio Muñoz Degraín, en el Museo de Bellas Artes de València.

De esta última, pintada en 1884, dice el Museo del Prado, en un texto de J.L. Díez: “Esta famosísima obra es probablemente una de las más hermosas páginas de toda la pintura española de historia” y que supuso “una importante novedad estética en la pintura de historia, interpretada por este artista con la exuberancia expresionista de la materia pictórica y la exaltada visión de su colorido”.

Las salas dedicadas a Muñoz Degraín y Sorolla forman parte de la gran reforma de la fase V del Museo de Bellas Artes que, según el director de la pinacoteca valenciana, “se ha utilizado como excusa para un repensamiento del conjunto expositivo que abarcará la totalidad del edificio”. En este sentido, añadió que a lo largo del año se irían inaugurando espacios nuevos para dar cabida a exposiciones monográficas de artistas como Benlliure y Pinazo, además de los dos ya profusamente citados.

Sorolla, en una carta a su mujer Clotilde, recuerda el agua de un azul muy fino y la locura que provocaba la vibración de la luz: “He presenciado el regreso de la pesca. Las hermosas velas, los grupos de pescadores, las luces de mil colores reflejándose en el mar que estaba hoy sublime de intensidad”. De nuevo, lo sublime como epítome de un paisaje del que se nutre igualmente Muñoz Degraín.