Enrique Meneses. Exposición homenaje
Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM)
C / Guillem de Castro, 118. Valencia
Hasta el 2 de junio
Como ocurre en (casi) todas las cosas importantes de la vida, el detonante fue una mujer. Pero por una vez no fue una de esas de acariciar su espalda; era su prima. Enrique Meneses (Madrid, 1929-2013) viajó para liberar a su pariente Paloma, ‘secuestrada’ por unos padres que querían llevarla a Costa Rica. Así llegó a Cuba y oyó hablar de un tal Fidel Castro. Estuvo 15 días esperando para unirse al grupo que estaba armándose en Sierra Maestra; fue el primer periodista en lograrlo. Era 1957.
Las fotografías que tomó allí —«incluso conseguía los carretes que Castro requisaba y los escondía hasta poder sacarlos de Cuba» según cuenta Aurelio Martínez, patrono de la Fundación Enrique Meneses— son Historia. Castro a la luz de una vela, leyendo (qué cosas) el Kaputt de Curzio Malaparte con una pistola en la muslera, compartiendo maleza con un jovencísimo Raúl de sombrero a lo Indiana Jones. «Historia y arte», según Martínez, de uno de los nombres «más importantes de la historia mundial del fotoperiodismo». Respeto.
Esa serie de fotos se suma a otra, aparentemente más frívola, en la que Meneses retrata a los mitos de los años sesenta para conformar Enrique Meneses. Exposición homenaje, una muestra que puede verse en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) como avanzadilla del festival Photon de fotografía. La directora del museo, Consuelo Císcar, definió con acierto la figura del fotógrafo: «un hombre que trató la actualidad como medio artístico». Plástica y verdad, independencia y testimonio. «Poesía social».
En las paredes del centro, enmarcadas como polaroids multiformes, instantáneas de M. Luther King, Paul Newman con barbita, Dalí rodeado de gatos y colas de ratón, Joan Baez con pelazo y guitarra en mano o Muhammad Ali (sólo, sin aditivos, no los necesita). «Es su etapa más brillante», cuenta Martínez, «y de la que más documentación tenemos». Muchas de elllas ya se han mostrado antes, claro, pero la exposición del IVAM es «la primera que se plantea desde la muerte de Meneses».
Enrique Meneses estuvo más de un minuto sin respirar para hacer de trípode humano; pagó 450 pesetas por un taxi que recorrió 500 kilómetros y entregar un trabajo por el que sólo cobró 150; repintaba de blanco las líneas de la zona azul de la Ciudad de los Periodistas en Madrid, donde vivía. Meneses fue otra cosa. Recuerdo de una forma de hacer periodismo que la zona de confort (qué calentito se está ahí) nos hace a veces olvidar.
Daniel Borrás
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