Masako Takahashi
Galería Charpa
C / Tapinería, 11. Valencia
Masako Takahashi, estadounidense de origen japonés, habla igual que trabaja su obra: con tiempo y una infinita paciencia. De hecho, utiliza esas dos palabras (tiempo y paciencia) para explicar lo que hace, cuando se le interroga acerca de algunas de las piezas que muestra en la Galería Charpa de Valencia. Su estancia en México le permite expresarse con un castellano cuyas palabras va hilando a un ritmo idéntico al de su proceso creativo. Creación para la cual se sirve de kimonos y diversas telas preciosas, sobre las cuales escribe sus pensamientos o ideas descabelladas.
Porque Takahashi, de ahí la literalidad de su escritura descabellada, trabaja con sus propios cabellos a la hora de construir unas frases que, como no podía ser de otra manera dado el frágil material utilizado, le lleva un tiempo infinito. En este sentido, diríase que la tradición oriental que corre por sus venas libra silenciosa batalla con las prisas inherentes a la Norteamérica de su nacimiento. Por otro lado, es como si retomara, paradójicamente, una tradición occidental hasta hace bien poco practicada en nuestras escuelas: la caligrafía.
Takahashi, al hilo, nunca mejor dicho, de la parsimonia a la que le obliga el fino trenzado de sus propios cabellos, va escribiendo sobre telas igualmente delicadas, conformando una obra de sutiles ramificaciones. Por un lado, la más obvia, relacionada con labores del hogar tradicionalmente femeninas. Pero, por otro, su arte bien pudiera asociarse con el trabajo de aquellos monjes amanuenses que tan pacientemente copiaban sus manuscritos ajenos al tiempo que les llevaba su ímproba tarea.
Una de las piezas de la exposición demuestra tamaña laboriosidad, si bien resulta extensible al conjunto de las obras exhibidas. La propia Takahashi lo explica: “En esta tira de papel de 12 metros, que es la longitud de tela necesaria para hacer un kimono, voy escribiendo frases más cortas o más largas dependiendo del cabello, al tiempo que voy dejando espacios en blanco en función de los días que no trabajo”. Frases escritas, por tanto, con la “tinta” de sus cabellos, relacionando así lo que directamente proviene de su cabeza con el tejido que en muchos casos envuelve el propio cuerpo.
La obra de Masako Takahashi conecta, pues, la mente y el cuerpo, en una especie de espiral que se autoabastece. Del cabello a la tela y de la tela a los múltiples pensamientos, reflexiones o ideas, sin duda descabelladas, que destilan sus delicadas piezas. Piezas que parecen a su vez pentagramas de una música tejida con acordes o finísimas cuerdas salidas de su vasta melena. Sin prisas, ajena al tiempo de la extrema laboriosidad del producto en serie, Takahashi va depositando en sus telas una escritura cuya caligrafía adquiere ecos milenarios.
“Tiempo y paciencia”, insiste la artista. Ahí es nada. La obra que muestra en la Galería Charpa nos viene a recordar dos cosas para las cuales estamos peor preparados los ansiosos consumidores de la sociedad del bienestar. Las ideas descabelladas de Masako Takahashi tienen mucho que ver con ello. Un trabajo para tirarse de los pelos, en el mejor sentido de la palabra.
Salva Torres
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