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Marisa Paredes
Cartel del 73º Donostia Zinemaldia
Festival de San Sebastian
Del 19 al 27 de septiembre de 2025
Auparse al cartel de un gran festival es honor reservado a las divas del cine. Reina esta edición sobre la Concha donostiarra la imagen de Marisa Paredes, que llegó a diva paso a paso hasta llenar la pantalla con esa mirada que solo las estrellas tienen el don de poseer: la que te hace mirar sin pestañear cuando la miras porque su embrujo define el séptimo el arte. Seductora, inquisitiva, burlona, desafiante y candorosa. Todo y más es Marisa.
Este homenaje del Zinemaldia, como ahora publicita el festival donostiarra, llega post mortem, pero deja claro que Marisa Paredes no se irá nunca del olimpo del cine español, al que subió hace tiempo y donde ha permanecido porque su presencia era suficiente para definir una película.
Sabemos que Marisa amó el teatro desde niña, viendo pasar a los artistas y colándose en las funciones de su vecindad en la plaza de Santa Ana, en el centro de Madrid. Qué ruina, pensó su padre, ante el intenso deseo de la niña por subirse a las tablas. Y su madre fue la protectora para que, cada noche, la jovencita volviese sana y salva a la casa de aquellos lugares de tentaciones y perdición que eran los teatros.
He coincido con Marisa en dos velatorios, un lugar donde se pone a prueba la condición humana. Un espacio donde unos lloran, otros rezan y los más sensatos elogian al difunto y cantan a la vida. Marisa era de estas últimas. El brillo que siempre tuvo su mirada lo sacaba a relucir como una diosa, que lo era, al servició de la vida futura. Siempre hacia delante.
No solo tenía la voz clara, y potente. La proyectaba para cantar las verdades, esas en las que ella creía firmemente. Aunque su imagen de gran diva fue creciendo y creciendo, siempre mantuvo un espíritu de clase que le hacía colocarse al lado de los débiles y los desamparados.
Recuerdo a Marisa Paredes en blanco y negro, imprescindible como joven bella en los repartos del ‘Estudio 1’ del canal único, donde se fogueaban los jóvenes aspirantes a subir del escenario teatral al podio del cine, televisión mediante. Siempre guapa, con unas mejillas de melocotón y unos ojos juguetones de mirada inconfundible.
Convertida en glorioso cartel del gran festival del cine español, Marisa se proyectará como imagen por todos los rincones y se fundirá con el propio festival para darle ese necesario toque de glamour y, al tiempo, de autenticidad. Si su carne y su hueso se hicieron magia en cada actuación, ahora se sube a los altares de la muestra cinematográfica, que tiene en su cartel la estampita de la gloria eterna. Con su aura, acompañará al cine español, que cada año se supera en esta cita del Kursaal que proyecta al mundo nuestras películas mejor que ningún otro evento.
Marisa ha sido una maga para los directores, dándoles suerte a raudales. Ya estuvo allí en la arriesgada ‘El Mundo sigue’, de Fernán Gómez, y en la novísima y celebrada ‘Ópera prima’, de Fernando Trueba. Con Almodóvar ha inscrito su nombre en media docena de títulos.

Protagonista, también, en el cine internacional con Arturo Ripstein (‘Profundo Carmesí’) y Guillermo del Toro (‘El espinazo del diablo’), con Oliveira y Benigni (‘La vida es bella’). Una estrella española con aroma internacional. Presidente la Academia de Cine y Goya de Honor, la suma de sus películas, obras de teatro o actuaciones televisivas dejan a las claras que fue una trabajadora infatigable
Paradojas del buen destino, yo llegué a San Sebastián el año que la Concha de Oro fue a parar a manos de Erice y Querejeta con su ‘El espíritu de la colmena’. Quizá fue entonces y por culpa de esta maravilla que el cine español empezó a tener un lugar de lógico privilegio en un festival lleno de estrellas internacionales. Aquel año disfrutamos de ver a Orson Welles presentar su singular documental ‘F for Fake’, y Zefirelli y Lelouch y la inolvidable película de Peter Bogdanovich ‘Paper Moon’. Eran los años de Miguel Echarri en la dirección.
Disfruté la época de Manuel Pérez Estremera y Diego Galán, con su empujón para que el cine español y el hispanoamericano dominasen la programación y San Sebastián tuviesen un acento especial, con el que hablar al mundo del cine internacional para asegurar la distribución de las películas españolas. En los últimos tiempos, con Miquel Olaciregui y, ahora, con José Luis Rebordinos, el festival vive una época dorada con una actividad industrial destacada, una buena selección de películas y una repercusión potente, que es lo que todo festival debe ofrecer a quienes concursan o promueven sus trabajos en él.
#73SSIFF 💖 MARISA PAREDES
— Donostia Zinemaldia – Festival de San Sebastián (@sansebastianfes) July 30, 2025
Medio siglo de vínculo con el Festival de San Sebastián
Mende erdiz Donostia Zinemaldiarekin lotua
50 years of ties with the San Sebastián Festival
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La creciente presencia de la industria y los creadores del ámbito hispano ha fortalecido la oferta y la lógica de existencia del festival como faro del cine que se hace en España y al otro lado del Atlántico. Junto a las guindas que ponen los internacionales Premios Donostia y la selección de cine de todos los continentes, esa es, sin duda, la mejor baza para ser un certamen diferente y necesario.
Setenta y tres años cumple ya la cita donostiarra con el mejor cine. Con el premio en la última edición a la brillante y polémica ‘Tardes de soledad’, de Albert Serra, el festival demostró ser serio en su selección y valiente en sus decisiones.
La buena estrella que guiará esta edición, la de Marisa Paredes, asegura lo que el festival necesita: solvencia y atractivo.
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