Sergi Aguilar, Reverso/Anverso (1972-2015)
Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA)
Plaça dels Àngels, 1. Barcelona
Hasta el 31 de enero de 2016
«¿Cómo construir unos objetos físicos que proceden, y en cierta forma remiten, a la más pura inmaterialidad?» Esta incógnita es la obsesión que ha estimulado la investigación artística de Sergi Aguilar (Barcelona, 1946).
Sergi Aguilar. Reverso/Anverso (1972-2015) reúne en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) más de sesenta obras del artista que abarcan cuatro décadas de creación. Esta exposición, estructurada en torno a cinco episodios que ponen en diálogo obras y ciclos temáticos de distintas épocas, es la más amplia dedicada a Aguilar hasta hoy. La atmósfera del taller de Sergi Aguilar se traslada al MACBA. Lejos del relato cronológico, se recrean las dinámicas del espacio de trabajo del artista, mostrando una trama casi infinita de relaciones posibles y azarosas entre las piezas. La muestra, planteada como una travesía sinuosa por la producción escultórica de Aguilar a lo largo de más de cuarenta años, explora ciertas tensiones creativas constantes en su obra: el diálogo entre el objeto y el proceso, entre la mesura y la acumulación, la solidez y la ligereza, lo artificioso y lo natural, o el emplazamiento y el desplazamiento.
La muestra se acompaña de la publicación Sergi Aguilar. Reverso anverso, articulada con el mismo criterio de recorrido. El libro incluye una amplia selección de obras y fotografías que conforman un relato sin orden cronológico, en el que se juega con la metáfora del taller del artista. Esto permite profundizar en determinados conceptos (espacio, naturaleza, tiempo, tierra, desierto, desplazamiento) y en objetos clave (hierro, mármol, topografías, cartones, chapas, troncos, mapas, fotografías, collages y tablas).
La exposición Sergi Aguilar. Reverso/Anverso (1972-2015) en el MACBA se estructura en cinco episodios que ponen en diálogo obras y ciclos temáticos de distintas épocas:
Instrumentos y medidas: Una de las primeras series de Aguilar, Tronc, espai, terra, eina (1974), tiene como punto de partida el hallazgo de unos pequeños troncos utilizados por los habitantes de Menorca para la fabricación de herramientas. Son piezas de bronce y latón, de formas esenciales, en las que la idea de utensilio y el referente natural están muy presentes. «Me atraía —y me atrae— el aspecto constructivo de las cosas, pero creo que debe estar conectado con lo “vivo”. […] el arte trabaja con la artificialidad y se asocia así al mundo natural», sostiene Aguilar.
Eines i mesuradors (1974-2014) es una serie en la que también se acumulan los utensilios, pero estos se han vuelto más livianos y se presentan combinados con herramientas medidoras, con dibujos y algunos volúmenes de ecos abstractos.
En Abans de la cendra (1999-2004) se almacenan, sobre un carro de cinco baldas, instrumentos que plantean temas como el signo, el peso, las plantillas y los sistemas constructivos. Poco a poco, el referente natural se va disipando, y estos volúmenes menudos, aunque cercanos y accesibles, desprenden también una extraña funcionalidad.
Geometrías: De la copia de la naturaleza, el artista pasa al análisis de la misma. Se trata de una naturaleza geometrizada; una forma radical pero que no pierde de vista el contexto del que nace. Sobre una gran mesa de madera, diseñada por Aguilar para la ocasión –igual que todos los soportes que pueden verse en la exposición—, se distribuye una representativa selección de esculturas realizadas en mármol negro entre 1974 y 1998. Angle (1974), Dos-Tres núm. 1 (1978) o Canvi (1980) son bloques cuya abstracción parte de la naturaleza, pero que remiten ya abiertamente al posminimalismo. La corporeidad maciza de estos mármoles dialoga con obras como 18 (1994-1998), Fixed (2000) o Move (2000), en las que el cartón, la madera y el contrachapado introducen una idea de fragilidad y ligereza, a la vez que se vislumbran los primeros signos lingüísticos, fruto de una pronunciada síntesis formal.
Signos y paisaje: Los bloques van desapareciendo para dar paso al espacio como referente principal de las obras. Las esculturas se doblan, se encajan y desencajan, creando geometrías accidentales en las que los conceptos de rampa, recinto y compás son excusas para plantear ideas de visibilidad y obstáculo. La materia trabajada es el espacio; la forma es la transparencia y el vacío. Al artista le gusta mencionar la descripción que hace Tony Smith, hacia 1950, de su experiencia al circular en coche, al anochecer, con sus alumnos por una autopista en construcción de Nueva Jersey. El viaje supuso para Smith una experiencia reveladora y acabó siendo también una de las primeras ocasiones en las que el espacio, el tiempo y un cierto estado anímico del «espectador» se convertían en materiales creativos. Nord-Sud (1991) es el resultado de un viaje que Aguilar realiza por el desierto del sur de Argelia y ocupa un lugar central en esta sala. Se trata de una gran estructura de acero que nos recuerda a una pizarra, como espacio de anotaciones e inscripciones. Por su parte, Ruta vermella (2009) se despliega como el esqueleto de una montaña ligera, aludiendo a una cierta mirada al paisaje. El acento se traslada del objeto a las nociones de territorio, tránsito y vacuidad. Y la idea del desplazamiento se potencia a través de dos fotografías en blanco y negro del desierto de Libya (2005) y de una selección de vídeos tomados por el artista en sus diferentes travesías.
Lugar y territorio: A partir de sus viajes, Aguilar va incorporando a su trabajo los conceptos de suelo, territorio y topografía. «Ya no se trata del espacio, sino de itinerario, de ir y, por qué no, de retornar. El volumen parece que ya no es necesario. ¿Podríamos hablar de un volumen hecho de distancia, de una escultura hecha entre lugares?»
Entre viajes (2005-2009) está compuesta por 153 dibujos que remiten a un cuaderno de fichas realizadas en diferentes geografías anónimas, mestizas e indefinidas. 58 falques (2004-2010) y To G. Anselmo (2013) aluden a la desmaterialización de la escultura y al desplazamiento, tanto por el movimiento que sugieren al espectador, como por el contenido de las mismas.
To G. Anselmo es un carro con ruedas que contiene un bloque de acero, un nivel de agua, cables y otros materiales que sirven para medir y ubicarse en el territorio. Este, como otros carros y piezas de Aguilar en los que la acumulación deviene casi una categoría estética, nos remite a la noción del residuo que se resiste a desaparecer para acabar encontrando una nueva existencia artística.
Fugas y tiempo: Así, el recorrido, que en definitiva puede transitarse en bucle, se cierra con tres piezas: Via Laietana (1988), una escultura de acero, colgada a la pared, que nos invita a refugiarnos en su interior, pero a la vez nos arroja hacia Punt de fuga (2013- 2015) y Cara NNO (2015) –esta última concebida especialmente para la exposición– . Son obras que nos ofrecen caminos a seguir. «La atracción que ejerce la atmósfera de un paraje, de una topografía, de una marca, es una incógnita. Se produce una imantación particular. Para unos se trata de llegar; para otros del tiempo que conlleva y para los demás de quedarse. En cualquier caso, lo que nos fascina es la búsqueda de un horizonte que siempre está mudando, cuando no desapareciendo.»
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