#MAKMACine #MAKMAEntrevistas | Lucas Heyne (cineasta)
‘Mope’, de Lucas Heyne
Con Nathan Stewart-Jarret, Kelly Sry, Brian Huskey, Max Adler, David Arquette y Tonya Cornelisse
105′, Estados Unidos | Saxton Cinema y Uncooperative Pictures, 2019
Estreno en Filmin: jueves 8 de octubre
“Solo necesitamos una oportunidad. (…) Lo tendremos todo. Novias con las que pasar todas las noches. Todos nos querrán. Todos nos conocerán. Vamos a ser estrellas, Tom”.
Galanes, divos, astros inguinales del cine porno con los que el joven Stephen Clancy Hill (conocido como Steve Driver en los predios del cine X) fabulaba cuando sus delirantes ensueños recalaron, con erecta vesania, en el Valle de San Fernando –suburbio excelso de la industria del cine para adultos de Los Ángeles–, cuya infausta y virulenta biografía culminaría precipitándose de una colina de Azul Drive, tras asesinar con una afilada espada de atrezo a su camarada de eyecciones Herbert Hin Wong (Tom Dong para los adeptos) el 1 de junio de 2010.
Un cruento episodio apostillado sobre la epidermis sicalíptica del género que revelaría al público generalista la existencia de los más hediondos sótanos de la industria por los que Steve Driver y Tom Dong trasegaban su imprevisible amistad, ocupando el más sórdido y desconsiderado escalafón de la oleosa pirámide del gremio pornográfico: aquel en el que moran los mopes –subterráneo para incautos currelas o pringados de los azarosos rodajes de cintas fetichistas, parafilias escatológicas y elefantiásicos bukkakes–.
Y en semejante lodazal sumerge sus inquetudes el cineasta Lukas Heyne para rubricar una sórdida, perturbadora y fascinante ópera prima –’Mope‘– con la que radiografiar el delirante anhelo de éxito de un individuo enajenado y un demente contexto. Extremidades a partir de las que reflexionar junto su director en la siguiente entrevista para MAKMA, con motivo de su inmediato estreno en Filmin.
El epílogo de la infausta y turbulenta historia real de Steve Driver tuvo un notorio eco mediático entre los medios de comunicación de Los Ángeles a principios de junio de 2010. Sin embargo, pronto se convertiría en una de esas historias secundarias caídas en el légamo del olvido. ¿De qué modo irrumpe en el horizonte de tu interés hasta el punto de convertirla en tu ópera prima?
Tuve noticia, por primera vez, acerca de Steve Driver y Tom Dong después de que un amigo me envió el increíble artículo de Mike Albo en LA Weekly describiendo los trágicos eventos que rodearon el asesinato. Lo encontré extremadamente convincente; su mezcla de humor y tristeza me cautivó. Tengo debilidad por las personas cuyos sueños se extienden mucho más allá de su alcance. No podía dejar de pensar en ello y me comuniqué con Mike para hacer una versión cinematográfica, quien estuvo de acuerdo y me conectó con todas las personas reales involucradas.
Días después, visité el verdadero estudio de Ultima. Fueron cinco años después del asesinato de Tom. Cuando crucé el umbral hacia el plató principal, miré hacia arriba…, y vi salpicaduras de sangre en el techo. Era la sangre de Tom. No se habían molestado en limpiarlo. Y fue entonces cuando se volvió real para mí. Me obsesioné con la historia. La obsesión es un componente muy necesario para realizar una película independiente.
Durante el proceso de documentación tuviste acceso al entorno familiar y profesional de Driver e, incluso, a su extensa carta de suicidio. ¿Qué retrato sicológico y emocional de Stephen Clancy Hill te ofreció toda esa valiosa información, antes de emprender la coescritura del guion de ‘Mope’?
Para la mayoría de los que lo conocían, Stephen era un tipo incognoscible conducido por impulsos misteriosos. Luchando con una enfermedad mental no tratada, estuvo durante mucho tiempo plagado de pensamientos y ambiciones oscuras. Sus amigos y compañeros de trabajo lo describieron como extraño e impredecible. Hablar con ellos y con su padre me ayudó a comprender su comportamiento y sus gestos…, y cómo representarlos. Antes de filmar, Nathan (Stewart-Jarret) se reunió con David Hill, el padre de Stephen.
Pero fue su nota de suicidio la que iluminó las motivaciones detrás de su inusual comportamiento. Fue la parte más importante de mi investigación, revelando muchas cosas privadas sobre su vida. En particular, Stephen escribió que pensaba que convertirse en una estrella del porno, finalmente, le permitiría tener novia. Creía, realmente, que las mujeres verían sus escenas y luego querrían salir con él…, que solo tendría valor para las mujeres si fuera una estrella. El éxito del porno estaba, entonces, profundamente ligado a su autoestima. Mató a su mejor y único amigo en lugar de aceptar que su sueño vacío había terminado. Esto lo encontré muy triste y me brindó una ventana esencial para entender quién era.
Michael Albo, en el magnífico reportaje en LA Weekly que has mencionado, refiere unas clarividentes declaraciones de Jim Lane, singular director en la industria del cine porno, quien manifiesta que “a diferencia de los extras tradicionales de Hollywood, los mopes no saben que son mopes. Todos piensan que van a ser estrellas y millonarios”. ¿Estamos ante el ejemplo más sórdido del dorso subyacente a la búsqueda del éxito?
Absolutamente. Esta es, de hecho, una descripción de la cuneta de la ambición del entretenimiento. Los mopes son un grupo diverso. Mopes viejos, jóvenes, negros, blancos, morenos, flacos y obesos: todos los hombres dispuestos son bienvenidos. Un mope no tiene una característica física definitoria; están unidas por una psicología: la «mentalidad mope«. Acuden en masa al Valle de San Fernando desde todo el mundo, aferrados a una ilusión, seguros de que serán estrellas del porno y millonarios. Los mopes están cegados para la verdad. Las escenas de bukkake son su techo. Empezaron desde abajo…, y permanecerán ahí.
Los mopes son, generalmente, marginados sociales que buscan comunidad y aceptación. La industria del porno ofrece una burbuja sin prejuicios donde sus fantasías más pervertidas pueden nutrirse con la apariencia de un trabajo. Algunas son adictos al sexo, otros son casi vírgenes con poca interacción con mujeres fuera de las escenas porno. Rodar estas escenas les proporciona una sensación de validación pública: «¡¡¡Soy un macho alfa!!!». Dejando a un lado las pequeñas diferencias, todos odian una cosa: ser llamados mopes.
Jim Lane, alias Jim Powers, que se interpreta a sí mismo en la secuencia de apertura y que, en la realidad, dirigió la primera escena de Steve y Tom, básicamente describe a los mopes como los mayores perdedores del mundo. Pero siento simpatía por ellos. Ser un soñador es algo peligroso y la línea entre ser delirante y realista es mucho más borrosa de lo que la mayoría quiere aceptar.
Para la composición del reparto contaste con la participación de auténticos mopes. ¿Cuáles fueron las peculiaridades de conformar semejante casting, en convivencia con algunos actores y actrices profesionales del cine comercial de Hollywood?
¡Funcionó muy bien! Todos se llevaban muy bien. Mientras hacía el casting de la película, les expliqué a los posibles actores que requeriría mucha investigación y trabajar con profesionales reales de la industria para adultos. Todos los involucrados sabían qué esperar.
Antes de filmar la película, llevé a los dos protagonistas, Nathan y Kelly, a un estudio de bukkake real para investigar. Todos los actores y cineastas porno, especialmente Jim Lane, fueron extremadamente acogedores y se mostraron dispuestos a ayudarnos a crear una descripción precisa de su industria. Hicimos un montón de preguntas, nos quedamos más de cuatro horas y aprendimos bastante. Al día siguiente, uno de los actores porno me envió un mensaje de texto: «¡Ustedes se fueron demasiado temprano! ¡Realmente te lo perdiste, hermano! ¡Hubo una gran orgía al final de la noche!».
La escena inicial de ‘Mope’, el bukkake falso, se filmó en el mismo estudio, con los mismos mopes que actuaron en rodaje real. Así que esto le dio un montón de realismo. Todas las pequeñas cosas que hacen, como tocar constantemente sus entrepiernas, es exactamente lo que hacen en escenas porno reales. Hizo mi trabajo mucho más fácil. El único desafío fue explicar que, debido a que se trata de una escena falsa, no se les permitió exponerse y llegar al clímax con la actriz. No estaban contentos con esto, pero siguieron mis instrucciones y fueron bastante profesionales.
Casi todos los actores porno de la película son artistas reales que conocieron y trabajaron con Steve y Tom. Siempre que los actores o yo teníamos una pregunta sobre ellos dos, parecían tener la respuesta.
Igualmente, ¿rodar una historia de semejante naturaleza supuso un desafío a nivel técnico, teniendo en cuenta los consabidos límites que puede imponer el recorrido comercial de la película, especialmente en Estado Unidos?
No especialmente, porque no estaba pensando, en verdad, en si el contenido explícito y oscuro crearía desafíos comerciales. Al principio, tomé la decisión de describir la historia con la mayor precisión posible, independientemente de lo inquietante o polarizante que pudiera ser el resultado. Si lo hubiera diluido, habría ocultado la verdad de lo que sucedió. Solo había una escena –la secuencia de apertura del bukkake–, que resultó difícil de representar de manera realista sin ser demasiado explícita. Creo que una gran razón por la que Sundance y Sitges acogieron la película es porque es inflexible y cruda. Las secuencias que se han rodado ni se han diluido ni censurado de ninguna manera.
Para un tipo de público más avezado –como el que habitualmente merodea por Sundance y Sitges–, ‘Mope’ debe de erigirse en un filme tan incómodo como sugestivo. ¿Qué reacciones ha cosechado la película en su periplo por diversos festivales internacionales? ¿Confías en cautivar a un tipo de espectador neófito?
Durante su gira por festivales internacionales, la película generó reacciones salvajes y binarias. A menudo toma a la gente por sorpresa, especialmente si no conocen la verdadera historia. Hubo vítores, burlas, aplausos, salidas, etc. Aparentemente, en una proyección en Alemania, dos asistentes se metieron en una pelea mientras discutían sobre la película. Durante las preguntas y respuestas, independientemente del país en el que estuviera, a menudo me preguntaban: «¿Por qué no había más desnudez masculina?». Finalmente, en una presentación, lo sometí a votación y la multitud coreó: «¡MÁS POLLAS! ¡MÁS POLLAS!». Así que agregué algunas más en el corte final.
Tengo la absoluta esperanza de captar espectadores neófitos. Aunque la película tiene algunas imágenes extremas, creo que atraerá a cualquiera interesado en historias intensas y perturbadoras. Los verdaderos fanáticos del crimen también pueden encontrarla de interés. Y a cualquiera que sienta curiosidad por la mecánica de la industria del porno le resultará esclarecedora.
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