Monika Buch. Trayectoria (1956/2018)
Fundación Chirivella Soriano
Palau Joan de Valeriola. C/ Valeriola, 13. Valencia
Hasta el 9 de septiembre de 2018
“Nunca he tenido una exposición como ésta”, reconoce Monika Buch (Valencia, 1936). De familia alemana, procedente de la ciudad de Halle an der Saale, su infancia la pasó entre España y Alemania, en unos años en los que ambos países gozaban de una imagen teñida por la dictadura y el nazismo. “Decir que eras medio española y medio alemana, pues la verdad es que te acobardabas un poco, cuando resulta que todo tiene dos caras”. Quizás esa doblez, alejada de la simpleza con la que suelen mirarse las cosas, es la que impera en su obra, toda ella atravesada por variaciones formales y de color que fomentan múltiples percepciones.
“Los ojos ven una cosa y el cerebro otra, porque el cerebro interpreta lo que ve”, apunta quien ha dedicado toda su vida a provocar emociones mediante la geometría. “Cada vez que veo mi obra me impresiona, me asombra, porque veo cosas distintas”. La Fundación Chirivella Soriano reúne 120 obras de tan dilatado recorrido artístico en la exposición ‘Monika Buch. Trayectoria (1956/2018)’, comisariada por José Luis Martínez Meseguer y que permanecerá abierta hasta el 9 de septiembre. Una magnífica oportunidad para comprobar lo que exclama la propia artista: “¡Cómo te engaña la vista!”.
Meseguer ha dividido la muestra en siete apartados relacionados con sus primeros años de formación (“sorprende ya la maestría de esta etapa juvenil”), las obras lineales (“geometría pura”), las modulares, las figuras imposibles o trampantojos, las óptico-cinéticas, las casuales y las de investigación. El comisario recuerda cuando Buch llegó con 19 años a Ulm y quedó impresionada con el edificio de la escuela de esta ciudad: “En mi vida había visto algo parecido [el edificio de la Hochschule], este acontecimiento cambió toda mi vida. Lo llevo clavado en mi mente”.
¿Por qué le impresionó tanto aquel edificio? “Era una estructura con edificios bajos y una torre donde vivían los estudiantes, hecha de cemento armado gris y con ventanas de madera, que subía por una colina. Aún hoy, es un edificio estupendo cerca de un bosque”. Esa mezcla de frialdad gris y naturaleza, de organización estructural en contraste con la más primaria vegetación, de analítica y sensación telúrica, diríase que continúa en su obra, donde se da ese mismo contraste entre geometría y pasión de la que se hace eco Meseguer.
De hecho, el comisario de la exposición organizada por el Consorcio de Museos y la Fundación Chirivella Soriano cita a Josef Albers y su formulación acerca del origen del arte, como reflejo de ese contraste: “La discrepancia entre el hecho físico y el efecto psíquico”. De nuevo, los ojos y el cerebro. “Primero ideo la estructura y luego la pinto, y unas veces sale como habías pensado y otras no. Y eso me emociona, porque lo que piensas en el cerebro adquiere luego otra forma”.
Monika Buch percibe este repaso a su obra como un “renacimiento de mi juventud”. Desde que se fue de Valencia con 19 años, ha transcurrido su vida en Holanda, “y ahora he tenido la sensación de volver a recuperar recuerdos de hace mucho tiempo”. Emociones que, a sus 82 años, le permiten echar la vista atrás y reconocer algo que repite en varias ocasiones: “Soy una persona muy feliz”, gracias a su trabajo, su familia y los amigos.
Según Meseguer, al haber abandonado Buch sus estudios de diseño, “se ha perdido una gran diseñadora industrial, pero hemos ganado una artista”. ¿Qué le parece? “Pues que si no hubiera tenido los hijos tan seguidos, hubiera tenido una carrera científica, lo cual era una gran ilusión para mí. Se han perdido cosas, pero estoy muy contenta con lo que he hecho”. Y no es para menos. Como recuerda el comisario: “Es de las pocas mujeres que se han dedicado a la abstracción geométrica en el siglo XX”.
“Dedico horas y horas a mi trabajo, con mucha paciencia”. Y Buch lo relaciona con el deporte, “que entrenan todos los días sin descanso para llegar algún día a ser campeones; se puede comparar con ello. ¡Inviertes tanto tiempo recluida en un espacio!”. ¿Y por qué esa insistencia en la investigación del acto perceptivo? “No lo puedo explicar directamente”. Y como no puede, se dedica a expresarlo a través de una obra que parte de un esquema (“tinta sobre papel, estructuras”), al que le va añadiendo colores, “sobre todo azules y verdes, por sus gamas largas, y rojos, porque me gusta cambiar de colores”.
Sus estructuras, que parecen realizadas con ordenador dado el alto grado de perfección a la hora de ejecutarlas, engañan igualmente en este sentido: “No me gusta trabajar con ordenador, prefiero trabajarlas a mano”. Un trabajo más artesanal, mediante el cual se corre el riesgo de la imperfección: “Un poco de imperfección no me molesta”, concluye Monika Buch, feliz con su trabajo y la pasión que todavía extrae de tan enérgicas geometrías.
Salva Torres
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