Arquilecturas
Sonia Rayos y Silvana Andrés
La arquitecta Sonia Rayos y la profesora de Plástica Silvana Andrés, unidas por una buena amistad, unieron también su experiencia hace tres años para poner en marcha una iniciativa inédita por estos pagos: Arquilecturas, talleres para niños. Empezaron por su cuenta colaborando con distintos centros culturales y educativos, con tanto éxito que al poco tiempo abrieron su propio local en el barrio de Russafa. Desde el pasado año combinan sus propios talleres con el diseño de las actividades artísticas destinadas a niños, Espai de Telles, que se llevan a cabo en distintos museos de la Comunidad Valenciana.
A lo largo de los tres años han impartido cursos a más de 600 niños y niñas de entre seis y 12 años, de los cuales 220 fueron alumnos de formación continua durante el curso escolar, además de los muchos que han pasado por Espai de Telles. También han realizado talleres con alumnos de secundaria que, en general disponen de menos propuestas de formación artística.
La dinámica de los talleres es un flujo interactivo que se renueva en cada clase. “Lo mejor es que todos los días aprendemos algo del alumnado”, afirman. “Llevamos la lección bien preparada pero cada día las propuestas se ven mejoradas con la imaginación de los alumnos. Es muy importante manejar cierta dosis de flexibilidad, respetar el momento de cada alumno y tratar de favorecer que sean capaces de expresarlo y que el docente pueda adaptar las prácticas a los intereses reales de los niños. En nuestros talleres encuentran el material dispuesto en la mesas, como un gran banquete en el que ellos son los protagonistas. Una vez presentamos la propuesta nos retiramos, estamos allí físicamente, atentas a sus necesidades, pero les dejamos hacer y llevar la actividad donde ellos quieran”.
Han comprobado que “no hay límites para el aprendizaje, la clave reside en despertar la curiosidad por el medio, no subestimar la capacidad de comprensión, pues a los niños les interesan muchos asuntos que hasta ahora eran considerados cosas de mayores. Hablar de cosas serias favorece que ellos respeten la materia, les encanta aprender vocabulario y trasladar a casa conceptos que tal vez sus familias desconocen”.
El placer que produce generar objetos, materializar los conceptos, trabajar el tacto y el movimiento son los aspectos de los talleres que los niños más disfrutan. “Nuestra actividad es lúdica, pero detrás hay siempre aprendizaje. Al principio les cuesta adaptarse a un ritmo diferente y manejar la frustración, porque están acostumbrados a la satisfacción inmediata que conlleva el uso de las nuevas tecnologías. Los niños y niñas necesitan plasmar las ideas en acciones, necesitan construir. En un mundo repleto de imágenes, de abstracción conceptual y de realidad virtual, aprender haciendo se torna más necesario que nunca”.
Rayos y Andrés consideran que la escuela no debe ser sólo consumidora, sino también productora de cultura. “En este sentido nuestro principal objetivo es dotar a los alumnos de herramientas para entrenar la mirada crítica”. La arquitectura les permite trabajar las competencias básicas e incluso ir más allá. En sus talleres algunos niños observan su ciudad de forma global por primera vez, o su vivienda, o el aula. “Es justo ahí donde surge la intencionalidad en la mirada. Ese paso entre el mirar y el observar nos parece fundamental. Aprenden conceptos ligados a su vida cotidiana: la casa, el colegio, el municipio, la ciudad, su entorno. Y lo hacen jugando, construyendo maquetas, estructuras, instalaciones, ciudades”.
En los talleres de escala y proporción aprenden que es fundamental el orden a la hora de disponer los elementos. También descubren al Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, y el Modulor de Le Corbusier. Observan que el resultado es mucho más armonioso cuando hay un orden, como sucede en la música o en las matemáticas. “Nos maravilla su capacidad de atención plena, y creemos que esto tiene que ver con el hecho de que obtienen una recompensa directa a través de su trabajo. Los padres nos cuentan que las maquetas siguen creciendo en casa. Y cuando un alumno sigue disfrutando de la actividad fuera del aula, no se puede pedir más”, concluyen Rayos y Andrés.
Bel Carrasco
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