Entrevista a Carlos Ortin
Ilustrador y profesor de la Escuela Superior de Arte y Tecnología (ESAT) de Valencia
Carlos Ortin es ilustrador freelance. Publica sus primeras historietas en las revistas más representativas de los años 80: Madriz y Cairo. Esta etapa (1983/1988) queda reflejada en el álbum recopilatorio Calor Humano, editado por La General. De forma simultánea realiza trabajos de literatura infantil, carteles y diseño editorial con ilustraciones de prensa para El País, el suplemento literario Babelia, los dominicales El País Semanal, La Mirada y El Dominical y las revistas Ciberp@ís, Tentaciones, Negocios, Ábaco y JotDown, entre otras. Ha recibido premios del Ministerio de Cultura a las mejores ilustraciones en 1986 por Signo 2, publicado por Editorial Gregal, y en 1999 por Narices, buhitos, volcanes y otros poemas ilustrados… de la Editorial Media Vaca. Durante los últimos diez años ha combinado sus trabajos de ilustración con actividades de comisariado de exposiciones, como Ilustrísimos, para las ferias de Bolonia, Beijing y Bogotá y Los hoteles de la imaginación para el MuVIM, y con la presidencia de la Federación de Asociaciones de Ilustradores Profesionales (FADIP) de 2003 a 2007. En la actualidad dirige el Curso Avanzado de Ilustración Profesional en la Escuela de Ilustración ESAT de Valencia, es profesor del Master de Diseño e Ilustración de la UPV y miembro del Observatorio de la Ilustración Gráfica. En esta amplia entrevista para MAKMA habla de la «edad de oro» que vive la ilustración, de la libertad que se respira como ilustrador, de la casi inexistente tradición de consumo de productos culturales en nuestro país, y de lo importante que resulta que existan dibujantes, porque saben hablar con imágenes. Carlos Ortin en estado puro.
¿Sigue siendo la ilustración un género menor dentro del amplio espectro de las artes plásticas?
El objetivo de la ilustración no es hacer una obra única que se cuelgue en una pared, sino la comunicación, la reproducción masiva de mensajes gráficos ligados a una idea. La ilustración es cultura popular multifuncional y desea llamar la atención de un público amplio. Afortunadamente, las clasificaciones del tipo artes mayores, artes menores o artesanía en la plástica están desapareciendo en el contexto actual.
¿Ha mejorado su status en los últimos años?
Últimamente he oído que la ilustración vive en España una “edad de oro”. Supongo que porque, de repente, casi todo el mundo ya conoce en qué consiste el oficio de ilustrador. No hace mucho tiempo cuando me preguntaban a qué me dedico, tras mi respuesta mi interlocutor abría mucho los ojos y repetía: “i-lus-tra-dooor… si, si…”, y ante su extrañeza yo decía: “bueno, dibujante”. También se nota una mayor presencia en los medios. En ese sentido sí que ha mejorado la consideración social. En otros aspectos sigue como siempre y además, afectada por las circunstancias actuales de crisis, incertidumbre digital, etc…
¿Se puede marcar el punto de inflexión en que tal cambio se produjo?
Ha sido una evolución gradual. A lo largo de los últimos veinte años han aparecido ilustradores mediáticos y todo lo que tiene que ver con la imagen ha adquirido pujanza. Por otro lado se ha convertido en un género atractivo para las nuevas generaciones de artistas por la gran variedad de estilos a desarrollar y medios donde expresarse. Se han dado cuenta que cualquier cosa creativa tiene antes que ser dibujada. La ilustración se escapa de cierta imagen de encorsetamiento y oficialidad que puedan tener otro tipo de artes. Respira libertad, comunicación y posibilidades.
Valencia cuenta con una notable tradición de dibujantes e ilustradores. Como siempre, ¿nadie es profeta en su tierra? ¿Por qué?
Valencia no es un centro editorial potente, tampoco industrial, por lo que nuestro oficio no cuenta aquí con muchos clientes. De modo que nuestros dibujantes e ilustradores tienen también la tradición de emigrar, lógicamente. Hoy día es más fácil trabajar para otros lugares desde aquí, aunque siempre se ha hecho.
Según un estudio, apenas el 40% de quienes se consideran ilustradores ejercen profesionalmente y viven de ello. Se trata de un mal endémico en este país, que se repite en otras profesiones. ¿Pero es especialmente sangrante con los ilustradores o no?
Sí, recuerdo ese estudio, lo elaboramos en la Asociación de Ilustradores. Es cierto que es un mal endémico español, pero te aseguro que lo mismo pasa con casi todos los trabajos creativos. Se publican muchos libros (en realidad, pocos ejemplares aunque muchos títulos) pero se venden pocos porque es verdad que hay pocos lectores, los canales de distribución son mediocres y casi no existe una tradición de consumo de productos culturales. Pero los nuevos tiempos traen nuevas posibilidades que muchos ilustradores están aprovechando con resultados esperanzadores.
¿Por qué la ilustración forma parte de los estudios en Formación Profesional y no tiene cabida como especialidad universitaria? ¿O eso ya se ha corregido?
Ya hace algún tiempo que se incluyó la ilustración como asignatura en el grado de Bellas Artes. En ESAT funciona como asignatura desde el principio y se le dedica un gran espacio, como la Escuela de Ilustración.
La ilustración abarca diferentes campos, publicidad, cómic, sector editorial, producción audiovisual, animación, multimedia. ¿Dónde tuvo más pujanza y dónde lo tiene ahora?
Vamos a establecer unas pocas diferencias. Un ilustrador es aquel grafista que elabora o recibe un texto, una idea o un mensaje y lo interpreta gráficamente. Es un autor. Por otro lado, un grafista que participa de un proyecto audiovisual rediseñando personajes, haciendo fondos o dando color, es un ilustrador técnico pero no un autor. Si hablamos de ilustración como un trabajo autoral, la mayor pujanza actualmente aunque sólo sea a nivel popular está en los “humoristas” gráficos, como El Roto, en el álbum ilustrado y en el cómic, que siempre tiene muchos aficionados. Los videojuegos movilizan cantidades de seguidores, dinero y profesionales. Pero sólo consideraría como ilustrador al creador de la imagen gráfica de estos productos.
¿La Escuela Valenciana del cómic ha tenido su continuidad en otros campos de la ilustración? ¿Los Calatayud, Torres, Micharmut, Sento, tienen sus continuadores?
La aportación a la narración gráfica española de estos monstruos y algún otro como Artur Heras, Mariscal, Mique Beltrán o Paco Giménez, fue muy importante hace veinticinco años y lo sigue siendo ahora. Mi generación se formó espoleada por su trabajo innovador y aparecieron ilustradores de la talla de Ana Miralles, Ana Juan, Ramón Marcos, Incha, Enric Solbes… y justo después llegaron Paco Roca, Txemacántropus, Pablo Auladell, Lalo Kubala, el equipo Grúa, Nacho Casanova… es decir, que sí, que la cosa continúa. Y los novísimos ya están aquí.
¿Cómo puede considerarse al dibujo además de una forma de expresión libre? ¿Cómo memoria? ¿Como un pasatiempo? ¿Cómo registro de una época? ¿Como un oficio que nos permite ser profesionales en el desarrollo de una imagen?
Realmente, el atractivo de la ilustración es que abarca todo eso. Combina la vocación y la necesidad de los artistas por expresarse gráficamente con la posibilidad real de desarrollar una carrera profesional en línea de sus intereses. Por otra parte, la ilustración es un arte comunicativo en el que los dibujantes ejercemos de cronistas del tiempo que nos ha tocado vivir, añadiendo un gran punto de interés a esta profesión.
¿Qué le recomendarías a los estudiantes de ESO y/o BACHILLER que estén interesados en el dibujo, la ilustración y el cómic?
Pues que mientras llega el momento de hacer inmersión en la profesión que han elegido, aumenten su cultura popular, personal y visual. Que lo miren todo, que lo lean todo y que dibujen sin parar. Notarán una gran diferencia de inmediato.
¿Cuál ha sido el momento en que supiste que tu vida profesional iba a cambiar? ¿Existen «momentos clave» en nuestra historia que nos ayudan en ello? ¿Cómo participar en distintos eventos como concursos, ferias, salones, etc., que nos permiten darnos a conocer a los demás?
Creo que unas cosas llevan a otras. Cuando estás inmerso en una dinámica de trabajo, los diferentes momentos van llegando sin ser consciente. Sencillamente, aparecen necesidades y pones todos los medios para cubrirlas. Cuando era adolescente no paraba de dibujar y leer, entonces tuve la necesidad de enseñar lo que hacía a los demás. Después conoces gente que te muestra otros caminos y los recorres esperando encontrar el tuyo propio. Te presentas a concursos, conciertas citas con editores, estás al tanto de lo que hay, fracasas, aprendes, pruebas otra vez, vuelves a fracasar, pero mejor como decía Beckett, cada vez mejor.
Viendo tu trabajo en retrospectiva, aparte de logros profesionales y premios, en cuanto a lo personal ¿qué te ha dado el dibujo? ¿Porqué es importante que existan dibujantes?
Por lo que dije antes, no soy capaz de distinguir entre lo profesional y lo personal. Son dos partes de un mismo todo. Mi vida personal alimenta la faceta de ilustrador y viceversa. Y todos los grandes dibujantes que conozco actúan igual. No tenemos más horario de trabajo que el que nos imponemos y en cualquier momento surge el desencadenante. Nos hacemos preguntas y las desarrollamos gracias al dibujo y a las ganas de comunicar, de expresarnos. Es importante que existan dibujantes porque saben hablar con imágenes, y éstas siempre deben hacer pensar algo más allá a aquel lector que las descodifique. Por eso.
¿Cómo surge la necesidad de crear una «Escuela de Ilustración»?
La Escuela Superior de Arte y Tecnología (ESAT) de Valencia detectó el creciente interés que por la ilustración se ha generado, tanto en los medios como por su gran interés comunicativo. A partir de ahí, la escuela supo rodearse de profesionales para ofrecer un curso novedoso, realista y competitivo, que muestra un panorama de la profesión muy útil para los más interesados. Cada curso aparecen nuevas preguntas. Llevamos ya siete ediciones tratando de aportar las respuestas.
Calidad estética, buena técnica, originalidad narrativa. ¿Son ésas las tres patas que definen a un buen ilustrador? ¿Se puede prescindir de alguna de las tres en favor de otras a tener en cuenta?
Si os fijáis, son las mismas tres patas que definen a, por ejemplo, un buen escritor, un buen director de cine, un buen compositor, un buen diseñador o un buen periodista. Y se puede decir que el creativo que prescinda de alguna de estas tres patas se caerá, indefectiblemente, del taburete.
Alejandro Macharowski / Salva Torres
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