Llegaron de noche

#MAKMAAudiovisual
‘Llegaron de noche’, de Imanol Uribe
Guion: Daniel Cebrián
Con Juana Acosta, Karra Elejalde y Carmelo Gómez, entre otros
107′, coproducción España-Colombia | Bowfinger International Pictures, Tornasol Films, 64-A Films, Nunca digas nunca, Movistar+, RTVE, 2022
Cines Lys
Paseo de Ruzafa 3, València
Entrevista con Imanol Uribe y Daniel Cebrián realizada por Salva Torres y Jose Ramón Alarcón

“Tojeira habla de esa mañana como si hubiera ocurrido una semana atrás, un mes atrás, un día atrás, porque las imágenes de ese instante nefasto, lo que vio entonces con una mirada endurecida por las circunstancias, no es algo que se pueda olvidar aunque hayan pasado muchos años, aunque hayan pasado todos los años de su vida, porque cuando el último de los días llegue para él, ese recuerdo será como un relieve sobre los otros” (‘Noviembre’, de Jorge Galán).

Un vestigio prominente en la memoria del sacerdote español José María Tojeira que habría de cobrar morfología sobre el lecho sanguinolento del campus de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de San Salvador, epicentro de la matanza de los ‘mártires de la UCA’ durante la noche del 16 de noviembre de 1989.

Un crimen perpetrado por un pelotón del batallón Atlacatl del ejército salvadoreño –en el marco de la dilatada contienda guerracivilista entre el Gobierno derechista de Alfredo Félix Cristiani Burkard y la guerrilla izquierdista del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)–, en el que fueron asesinados seis sacerdotes de la Compañía de Jesús (cinco de ellos españoles), encabezados por el ínclito filósofo vizcaíno y teólogo de la liberación Ignacio Ellacuría, una empleada doméstica de la universidad y su hija adolescente.

Llegaron de noche. Imanol Uribe

Un aciago episodio aún palpitante en los anales colectivos de varias generaciones al que retorna el cineasta Imanol Uribe con su decimoquinto largometraje, ‘Llegaron de noche‘, impelido por la determinación que otorgan, de partida, los vínculos biográficos y emocionales.

“Nací en El Salvador, estudié con los jesuitas, conocí casualmente a Ellacuría a través de una sobrina del telólogo e, incluso, pude asistir a una de sus conferencias en la Universidad de Salamanca [en 1976], pero el salto cualitativo fue leer la novela del escritor salvadoreño Jorge Galán [‘Noviembre’, 2016], en la que había un personaje que era el de Lucía [Barrera] de Cerna, que me parecía un vehículo estupendo para contar la historia y hacer la película”, confiesa Uribe, en compañía del guionista Daniel Cebrián, tras la proyección de la película y ulterior encuentro con el público en los Cines Lys de València, el pasado 4 de abril.

Lucía Barrera de Cerna –limpiadora de las dependencias del complejo universitario interpretada por una verosímil Juana Acosta– habría de ser, a la postre, la única testigo de los hechos. Acogida eventualmente por los jesuitas junto a su marido y su hija en uno de los apartamentos del campus, observaría desde una de las ventanas de la pieza cómo un grupo de hombres armados y vestidos con el uniforme del ejército abandonaba la UCA, tras un tiroteo cuya distante cacofonía parecía formar parte de los habituales enfrentamientos que dominaban las madrugadas de San Salvador en aquellos días.

Karra Elejalde como Ignacio Ellacuría durante la recreación de la masacre de la UCA.

Sería a la mañana siguiente cuando su esposo, Jorge Cerna, encontraría los cuerpos de los sacerdotes Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López, Juan Ramón Moreno y Joaquín López, junto con los de la trabajadora Julia Elba y su hija Celina Ramos. Un crimen turbidamente atribuido al FMLN por el Gobierno y los altos mandos militares (mediante una apresurada pintada con su rúbrica en los muros de la universidad), quienes encontraban en la mediática labor de mediación de Ellacuría una amenza para la consecución de sus fines geopolíticos, al amparo del soterrado refrendo armamentístico de Estados Unidos y el consiguiente interés económico en la perpetuación del conflicto.

“Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche serán los militares los que me maten”, asevera Ignacio Ellacuría durante un instante de la película.

Una advertencia atribuida al jesuita a partir de la que nominar un filme (titulado en los orígenes del proyecto como ‘La mirada de Lucía’) cuyo montaje, procurado por Teresa Font, cumple con la ortodoxia de un in media res que encabeza su diégesis a partir del interrogatorio a Lucía de Cerna por parte del FBI en sus oficinas de Miami, ciudad a las que es conducida la testigo y su familia en aras de una protección que transmuta en voluntad de doblegar su testimonio para exculpar al ejército/Gobierno de El Salvador.

Una alegórica premonición aportada a la documentación del proyecto por el actor Karra Elejalde, quien encarna efímeramente al padre Ellacuría. Sin embargo, “hablé con el padre Tojeira [Carmelo Gómez], el único representante vivo que quedaba cercano a aquello, y me dijo no tenía constancia fiel de que Ellacuría dijera esa frase, pero podía haberla dicho”, recuerda Imanol Uribe.

“Yo no creo que la dijera”, considera Daniel Cebrián. “La otra frase destacada de la película es una contestación verbatim de una entrevista: ‘Quién me va a matar a mí, sería tan irracional Yo no he hecho nada malo’. En realidad, cuando afirmaba eso lo decía conscientemente, porque corría un riesgo alto de que lo mataran”.

Sombrías expectativas antitéticas las de un Ellacuría cuyas tensiones parecen quedar relegadas a un terciario episodio de un filme –rodado a caballo entre Colombia y España a causa del riesgo de localizar y filmar en un convulso país en pleno estado de excepción– que apuesta decididamente por la experiencia de Lucía, relegando los antecedentes y el contexto histórico de aquel crimen a la fértil memoria del espectador más longevo o al rastreo informativo ulterior de quien se sienta interesado en los hechos.

Quizás por ello haya quien se interrogue acerca de la relevancia de aquellos jesuitas en pleno conflicto y su poder estratégico. “En el año 1975, durante la reforma agraria que tumbó la oligarquía de los terratenientes, publicaron un editorial en el semanario de la UCA que se titulaba ‘A sus órdenes, mi capital’, escrito por Ellacuría, y desde entonces era muy influyente”, ilustra Cebrián.

“Ellacuría –prosigue– estaba allí [en El Salvador] de milagro porque le llamó el presidente de la República. Llegó el día 13 y lo mataron la noche del 15 al 16. Él estaba de viaje por Eupora, en Alemania recibiendo un honoris causa, en Barcelona… En cada sitio al que iba daba entrevistas y contaba lo malos que eran los gobernates en El Salvador”.

Igualmente, el guionista matiza que en un instante de la película uno de los curas dice: “El padre Cardenal se ha ido a Santa Tecla”. “Ese padre Cardenal era Rodolfo Cardenal, que era primo hermano de Ernesto Cardenal, [poeta, artista, sacerdote, teólogo, revolucionario y] ministro de cultura nicaragüense. Ellos no estaban en medio exactamente. No estaban de parte de la guerrilla, pero por lo menos sí estaban de parte de alguna gente a los que estos defendían”.

Razones de gravedad para comprender la ascendencia de Ignacio Ellacuría y su magisterio estratégico durante una contienda que, más de tres décadas después, prosigue vigente (en lo judicial) entre los mandos militares y en la vívida y atormentada memoria de Lucía Barrera de Cerna, quien desde entonces reside junto a su familia en un pueblo al sur de California y cuya inerme mirada le privó para siempre del derecho a retornar a su hogar.