Liuba María Hevia

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Liuba María Hevia
Guitarrista, compositora e intérprete cubana
Gira ‘Alma creadora’ 2025
Artista invitada de Rozalén en ‘Luanco al mar’
Lunes 11 de agosto de 2025

Hace unos días, me atendió un joven médico de dulce acento. Me interesé por su procedencia y me contestó que era de Cuba. Entonces, le pregunté que si conocía a Liuba María Hevia. Su cara se iluminó al instante y, una vez más, comprobé el efecto mágico que se produce al pronunciar su nombre.

Liuba María Hevia es una cantautora cubana y española, la más importante de su generación. Nació en la ciudad de La Habana en 1964, aunque su madre, Elsa, era guajira de Matanzas y su padre de Santa Clara. Su infancia se acunó entre las canciones del campo y la ciudad; junto con los sonidos de otro mar, el Cantábrico, desde donde llegó su abuelo Eloy buscando la paz y el horizonte.

Una niña despierta y tímida que se alimentaba de música y memorias. Su madre decía que Liuba era de “guitarra y bandoneón”. Soñaba con los ojos abiertos, pero quizás no imaginaba que su voz y su guitarra atravesarían océanos, islas y continentes. Emprendió muy joven un viaje musical, pero también llevaba en la maleta la vocación de ayudar, de tejer hamacas y sanar las heridas.

Es una embajadora musical que ha recorrido los escenarios y estudios de grabación de Cuba y del mundo, uniendo su canción a una pléyade de intérpretes y cantautores: Omara Portuondo, Chucho Valdés, Silvio Rodríguez, Los Van Van, José María Vitier, Miriam Ramos, Ivette Cepeda, Pablo Milanés, en Cuba; Ana Belén, Javier Ruibal, Luis Pastor, Pedro Guerra, en España. Luis Represa, en Portugal; Nano Stern y Manuel García, de Chile; Marta Gómez, de Colombia; María Marta, de Brasil; Víctor Víctor y Maridalia Hernández, de República Dominicana; Danny Rivera, de Puerto Rico; y un largo etcétera.

De su amplia discografía, me impresionan tres canciones: ‘Mi niña imaginada’, ‘Ausencia’ y ‘Con los hilos de la Luna’. Sus letras poéticas parecen resumir el leit motiv vital de Liuba: la infancia, el recuerdo, la memoria, la nostalgia, convivir con la ausencia, las idas y las vueltas. Decidió abrir las puertas de la memoria con el libro ‘Mi niña imaginada’, editado en Cuba y en España por Huso Editorial, que se presentó en la Feria del Libro de Madrid y en la Semana Negra de Gijón.

El pasado 2024 fue un año decisivo en la carrera de Liuba María Hevia. Su recorrido fue vertiginoso. Comenzó en enero con un concierto acompañada de piano y violonchelo en el Teatro Monumental de Madrid, sede de la Orquesta Sinfónica de RTVE, que se retransmitió por La 2. Al mes siguiente, presentó su último trabajo, ‘Canciones que no se extraviaron’, que da nombre a su gira. Y en marzo participó en el Festival Barnasants de Barcelona.

Actuó en abril en el Teatro Universitario de San Juan, Puerto Rico. El viaje de vuelta, también en abril, una actuación en la Sala Máxima de la Universidad de Granada.

El verano nació en junio visitando la tierra de sus orígenes, Asturias. Allí, además de los conciertos, dio sus primeros pasos el documental sobre su abuelo Hevia en el lugar donde todo empezó: Albariza (Belmonte de Miranda).

Y, sin apenas descanso, conciertos en el Teatro Albina de Bolivia y la sala de la Radio de la Universidad de Chile. Presentó en Casa de las Américas y la Fábrica de Arte el encuentro ‘Alma creadora’, que inició en 2015 para rendir homenaje a las mujeres que “con su arte transforman el mundo”.

El 6 de septiembre, participó en el Concierto Sinfonía Caribeña, en la Sala Carlos Piantini del Teatro Nacional Eduardo Brito de Santo Domingo, junto a otros otros grandes artistas, como Maridalia Hernández, Amaury Pérez y Pavel Núñez y la Orquesta Filarmónica Nacional, dirigida por Amaury Sánchez. Ese mismo mes, ofreció un concierto en el Teatro Stock de Zurich, Suiza. Y otra vez de vuelta a España, el 12 de octubre, Día de la Hispanidad con un concierto en Chipiona (Cádiz).

Este año 2025 no pierde el compás: ofreció cuatro conciertos en Distritos de Madrid, otro en Sevilla, artista invitada del gaitero José Angel Hevia en el Teatro Campoamor de Oviedo, siete conciertos en Argentina, uno en Chile, concierto en el teatro de la Biblioteca Nacional de Cuba.

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El día 11 de agosto, será la artista invitada del concierto de Rozalén en el ciclo de conciertos ‘Luanco al Mar’, en Asturias. En otoño, tendrá lugar la décima edición del evento ‘Alma creadora’, el 24 de octubre en Madrid (antes en la Casa Vitier de La Habana y continúa su periplo con la gira por Lima (Perú) del 5 al 13 de noviembre). Finalizará el año con un concierto en diciembre en La Habana, acompañada por la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba y agrupaciones corales.

Desde nuestro encuentro en Gijón, entre el mar y las palmeras, vivo entre sus canciones. Su poesía me hace volar al territorio de la infancia, me acuna y sacude con su voz. Me transporta de la isla al continente en un viaje constante de ida y vuelta que nos recuerda de dónde son los cantantes y hacia dónde se dirigen.

Las trovadoras en la Edad Media tenían una gran formación musical y literaria, componían e interpretaban sus creaciones. Por primera vez, las mujeres le cantaban al amor y los afectos; y, sobre todo, a la belleza. Su atrevimiento no siempre fue aceptado por la sociedad, lo que motivó que no ocupasen el lugar merecido en la historia musical. Las juglaresas recibieron peor consideración aún, ya que danzaban y escenificaban las canciones con movimientos sensuales y, sobre todo, por haber escogido una vida errante y libre.

Liuba María Hevia
La compositora e intérprete Luiba María Hevia. Imagen cortesía de la artista.

Repasando tu trayectoria, creo que eres la combinación perfecta de trovadora y juglaresa, con una misión que nunca abandonas: la recopilación de la música de una memoria compartida. Ahora que eres maestra y referente de la canción de autor en los países de Latinoamérica, ¿cuál sería hoy tu concepto de trovadora? ¿Qué papel desempeñaron las mujeres?

Es curioso, porque la referencia que haces no se aleja mucho de lo que hoy sigue ocurriendo. Sin lugar a duda, el mundo de la creación juglaresca, o trovadoresca, le ha concedido poco espacio a la participación femenina; aun existiendo obras contundentes creadas por mujeres.

Hace diez años que vengo realizando ‘Alma creadora’. Se trata de un evento a favor de la obra femenina con el ánimo de preservar y difundir la obra de las grandes maestras que nos precedieron y mantener con ello la memoria histórica de esas extraordinarias mujeres. Al mismo tiempo, se da a conocer la obra de otras jóvenes que apuntan a la excepcionalidad.

Es cierto que, hoy en día, el término cantautor se ha hecho muy comercial y se adjudica a muchos cantantes que algunas veces han compuesto alguna que otra canción, o musicalizado un poema. Pero, realmente, el cantautor es un artista que lleva al escenario su obra, su esencia. Es portador de su vida y pensamiento desde la libertad que aflora en su creación y su lenguaje.

¿Qué misión sería hoy relevante o urgente?

En primer lugar, que los que dirigen y promueven eventos, festivales, antologías, en las diferentes latitudes, tengan en cuenta que la prioridad es el valor de la obra y no el género. Cuando esto ocurra, sorprenderá la cantidad de cantautoras que se podrán descubrir.

Y que no sea necesario que las mujeres tengamos que crear eventos propios para tener un espacio y visibilidad. Ya es hora de unificar y no de seguir excluyendo a la mujer.

Del mismo modo, tengo que decir que no ha sido mi caso. He sido una mujer privilegiada que he tenido la oportunidad de cantar con algunos de mis grandes maestros, como Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Tuve la oportunidad de estar en grandes festivales de cantautores, como el de Querétaro (México) –por mencionar alguno–, donde participaron cantautoras y cantautores excelentes. Entre ellos, el querido cantautor asturiano Víctor Manuel.

Liuba María Hevia. María Llaneza. ©Jose Ramón Alarcón. MAKMA
Liuba María Hevia y María Llaneza, durante un instante de la entrevista en el Puerto Deportivo de Gijón. Foto: Jose Ramón Alarcón.

Tus letras rezuman un humanismo que se convierte en una dulce transgresión revolucionaria. Tenías apenas 18 años cuando te uniste a la Nueva Trova Cubana. Aunque impulsada por una mujer, fue un movimiento musical protagonizado por hombres. Me gustaría que me contases un poco tus sensaciones al conocer a los trovadores Silvio Rodríguez o Pablo Milanés, con los que compartiste producciones. ¿Cómo te sentiste al entrar en contacto con generaciones de músicos anteriores a la tuya? ¿Qué cantantes y compositores o compositoras te han estremecido a lo largo de tu carrera musical?

Sin ánimo de exagerar, la música de la Nueva Trova fue la banda sonora de mi infancia y adolescencia. Aprendí a tocar la guitarra con las canciones de Silvio, de Pablo. Estar cerca de ellos era el summum para cualquiera de los que estábamos implicados y hechizados por esta música, y empezábamos a componer canciones.

Significaba tocar el cielo, pero tengo que confesarte que en mí fueron importantes, también, incluso referentes, la obra de otros autores como Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Luis Eduardo Aute. Y de la música latinoamericana: Violeta Parra, Chabuca Granda, Chico Buarque, María Elena Walsh, Atahualpa Yupanqui; y, por supuesto, también de grandes voces que acogieron y defendieron la canción de autor, como son Ana Belén y Mercedes Sosa.

Y, volviendo atrás la mirada, ¿cuál crees que es tu aportación al desarrollo de la música de la Nueva Trova Cubana?

Creo que no soy yo la persona que deba responder a esto. Será la historia quien un día lo defina, si mi obra lo merece. Sí te puedo afirmar que soy de las cantautoras que ha abordado diferentes géneros de la música cubana, tales como la habanera –que es la forma más antigua de la canción cubana–, la guajira, el son, el danzón, la guaracha, la canción más trovadoresca, intimista; incluso en mi creación he tenido contacto con otros ritmos. Soy una enamorada de la música de nuestro continente y algo realmente muy delicado y sagrado para mí es la creación para los niños, la música infantil.

En otro orden, mi afinidad con la música clásica –algo que heredé de la gran melómana que fue mi madre– me llevó a descubrir y disfrutar todo tipo de género: desde la música popular hasta lo más refinado de la música clásica. Tuve la oportunidad de crear un formato acompañante, en el que introduje instrumentos como el violín y el violonchelo junto a instrumentos autóctonos, como son el tres y el laúd en su modo criollo cubano.

He trabajado en diversos formatos: desde el más personal e íntimo –que es el mío a guitarra– al acompañamiento mencionado antes, que defino como formato base. Además, me gusta diferenciar cada uno de mis discos, imprimirle una personalidad propia; en algunos casos, adicionando diversos instrumentos como el piano, sonidos electrónicos, batería, percusiones afrocubanas, metales, viento madera; hasta un arpa. Los guiños de jazz y pop han estado también presentes en mi discografía distinguiendo cada producción.

También he gozado de la fortuna de haber sido acompañada por la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba, la Orquesta Filarmónica de Santo Domingo. Incluso mi música ha sido llevada al repertorio coral con la participación de grandes agrupaciones.

Es muy destacable tu labor como compiladora de los ritmos y melodías tradicionales. Como una moderna Alejo Carpentier, emprendiste una travesía por la música en Cuba. ¿Por qué despertaba tu interés la música del pasado? ¿Qué te motivó a esta búsqueda y cómo influyeron en tu paisaje sonoro?

Soy una defensora de la memoria histórica musical, me he nutrido de las grandes obras que me precedieron. Si de alguna manera están presentes en mi creación, habré conseguido que ese manantial de sabiduría entre en el tragaluz de mi creación, lo cual me haría infinitamente feliz.

Liuba María Hevia. ©Jose Ramón Alarcón. MAKMA
Liuba María Hevia, durante un instante de la entrevista en el Puerto Deportivo de Gijón. Foto: Jose Ramón Alarcón.

¿Qué destacarías del momento musical actual en la isla? ¿Cómo se traducen ahora las influencias del pasado?

En todos los tiempos, Cuba ha sido fuente inagotable de creación, una potencia musical indiscutible, como lo ha sido la música brasileña y la norteamericana. La batalla de los que hoy defendemos la buena música será preservar los valores históricos desde una perspectiva más contemporánea, que permita la fluidez de nuevos modos de expresión.

Hacerlo desde lo más auténtico de nuestra cultura, evitando que los ruidos que azotan hoy el panorama musical mundial –entiéndese el reguetón en su estado más estridente, agresivo y vulgar (hablo del reguetón en ese estado, y no de otros géneros de la música urbana, como el rap, el hip hop…)– contaminen el buen hacer.

¿Quiénes serían tus discípulas o discípulos?

Francamente, no siento que tenga discípulos. Sí tengo colegas con los que comparto complicidad, estética, experiencias, vivencias, gustos, que entiendo enriquecen a ambas partes.

Tras el redescubrimiento a finales de los años 90, ¿en qué momento crees que se encuentra la difusión de la música cubana?

Buenavista Social Club fue un fenómeno que agradecemos porque evidenció cuánto podía calar la música cubana por su magia y calidad. Pero muchos años antes ya hubo artistas gloriosos –cuya lista sería interminable– que dieron a conocer nuestra música en el mundo. Los músicos o los artistas no pertenecen solo al país que los vio nacer, aunque allí esté su público natural. El arte tiene que trascender todas las fronteras; de hecho, la música cubana se ha fundido también en diversos géneros, consiguiendo expandirse en diferentes culturas, cada vez con más presencia.

Has alcanzado todos los reconocimientos posibles en Cuba: la Distinción por la Cultura Nacional, la medalla Alejo Carpentier, la orden Félix Varela. Eres hija adoptiva de las principales provincias del país, pero sabemos que el nombramiento de UNICEF como Embajadora de Buena Voluntad por tu especial atención a la infancia te produce especial emoción.

En 2024, fuiste jurado del prestigioso Premio Casa de las Américas en los géneros de literatura infantil y juvenil. Tu cancionero para el público joven rinde homenaje a mujeres tan relevantes como Teresita Fernández, María Elena Walsh o Alba Elba Pérez. ¿Crees que tenías la responsabilidad de terminar “esa canción por escribir”?

Ojalá haya podido contribuir a promover el legado de estas tres grandes compositoras para niños que mencionas. Sobre todo, para que pueda seguir permaneciendo en la memoria de los niños. Sus obras lo merecen.

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En tu conciencia de la necesidad del rescate de la memoria musical, destaca tu insistencia en dejar constancia, dejar registros para el futuro en forma de objetos físicos. En estos tiempos en los que tenemos toda la música a nuestro alcance, priorizamos la cantidad, pero parece que no nos importa la calidad del sonido. Tú reivindicas el perfeccionismo en las producciones y tienes más de veinticinco discos en tu haber. Este año se ha editado el segundo volumen de ‘Canciones que no se extraviaron’ y en octubre se lanzará ‘Liuba sinfónica’.

Has sido premiada en dieciséis ocasiones en la Feria Internacional de la Industria Musical Cubadisco, los galardones más importantes a las producciones discográficas en Cuba. En su última edición de 2025, has recibido el Premio Extraordinario a la Maestría Artística, otorgado por el Instituto de la Música y el Festival Cubadisco, como reconocimiento a tu dilatada carrera.

Tus discos son tus bitácoras de viaje y la excusa perfecta y necesaria para el encuentro musical. Durante un tiempo nos preguntábamos por la supervivencia de los discos: ¿piensas que el soporte físico sobrevivirá a las plataformas musicales? ¿Cómo crees que será en el futuro?

En realidad, soy una defensora de la tecnología en todos los campos. Creo que la creación de las plataformas, donde hoy está la música de todos los tiempos y de todos los artistas, es uno de los grandes avances que se han conseguido para su difusión porque la universaliza y todos tienen acceso a ella y a elegir.

Eso es innegable, pero yo soy defensora, también, del disco físico, del disco en vinilo; un talismán, un regalo que puedes dedicar, algo que la persona puede conservar, y esa posibilidad de ser tangible le da un sentido de permanencia y lo personaliza más como objeto de arte, pero de igual modo emocional. Esto, a mi juicio, no es posible desde una plataforma.

‘Ángel y Habanera’ es un disco muy especial que no dejo de escuchar. No se había emprendido una investigación similar hasta entonces, siendo la habanera el nexo de unión musical más fuerte con España. Tus canciones escriben el relato de tu vida, pero también dan testimonio de muchas vidas y mucha música. Hay ausencias que marcaron tu existencia. Te veo como una legataria de tu memoria personal pero también depositaria de los recuerdos de tus dos países.

Liuba María Hevia
Liuba María Hevia, apoyada en el único muro que queda de la casa de su abuel Hevia, en Albariza (Belmonte de Miranda, Asturias). Imagen cortesía de la artista.

Conociste España desde niña a través de los recuerdos de tu abuelo, pero ahora vives en un estado de febril enamoramiento de tu otro país. ¿Cuáles fueron tus pensamientos al respirar el aire de las montañas de Asturias que tu abuelo dejó atrás? ¿Qué canciones te vinieron a la memoria?

La primera vez en Albariza me vino a la memoria ‘El amor de mi bohío’. Es una canción amorosa y bucólica, una de las preferidas de mi abuelo y, desde luego, mi canción, la que le dediqué a él, ‘Con los hilos de la luna’. No pude evitar cantarla a capella a su memoria en el muro; lo único que queda de su casa. Hasta donde fue posible, porque la emoción me quebró la voz.

Ver las montañas de las que me habló mi abuelo, la pared que queda de su casa, el río que me mencionaba con frecuencia, proporcionó una especial sensación de pertenencia, la certeza de que ahí estaban también mis raíces. Fue como sentir que me envolvía la naturaleza en todo lo que se movía a mi alrededor. De igual modo, me aportaron más claridad sobre el concepto de emigrar.

En mi canción digo que mi abuelo fue “mi primera escuela”. A él debo mucho de lo que hago, mucho de lo que siento y mucho de lo que pienso. En Albariza, encontré los cimientos que ahora me completan; me emocionó imaginar cómo vivió sus primeros años y, desde luego, me invadió una imperiosa necesidad de abrazarlo, ahora que soy capaz de entender tantas cosas…

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La emigración es dejar atrás, partir, desplazarse; es destierro o exilio, también peregrinaje. Apenas comenzado el viaje, anida la nostalgia y la melancolía entre quienes se van y quienes se quedan en la otra orilla. Este sentimiento se hereda y se transmite. Las dos conocemos de cerca la emigración asturiana a América de principios del siglo XX, pero el movimiento de personas entre los territorios no cesa nunca.

Liuba vive a caballo entre Cuba y España y vuela como un colibrí que alimenta el recuerdo, acortando la distancia de quienes están lejos de su país. Quizás esta sea su nueva misión de trovadora: regalar la promesa de volver. Aunque al final del viaje, la patria somos nosotros.

En tus letras habita la nostalgia, pero también la ilusión y la confianza. ¿De qué color es hoy tu esperanza?

Hace algún tiempo, escribí una canción que titulé ‘Tan sólo una señal’, y la grabé con colegas de diferentes países. Fue mi grito desesperado a la necesidad de que la esperanza nunca nos abandone. Creo que solo eso nos puede salvar de la catástrofe a la que parece estar abocado el mundo.

Me defino como humanista. Amo la paz, y este pensamiento debería ser el mantra que todos los seres humanos tendríamos que repetir una y mil veces en nuestros amaneceres. Rechazo los totalitarismos, el pensamiento único. En la diversidad habita la riqueza y el mejoramiento humano. Creo en la democracia, que no es perfecta, pero sí el modelo no superado a día de hoy por otro. Detesto las guerras, que podrían ser siempre sustituidas por el diálogo.

No debería existir la industria armamentista; pero, sobre todo, sufro hasta la angustia cuando ellas provocan la muerte de inocentes: de mujeres, ancianos; pero, sobre todo, de niños, como hoy está ocurriendo en Gaza. Muchos miran hacia otro lado y yo no puedo evitar sentir vergüenza ante semejante barbarie.

Antes me preguntabas, María, de dónde son los cantantes. Seguramente, Matamoros diría que habitan donde nace el misterio que mueve el corazón.