‘Ochiru’, de Kazuya Murayama: Premio al Mejor Mediometraje de La Cabina
Festival Internacional de Mediometrajes de Valencia – La Cabina
Del 16 al 25 de noviembre de 2017
Antes de quedar con Kazuya Murayama, ganador de La Cabina por su mediometraje Orichu, salta la noticia de que una compañía de tren en Japón pidió disculpas por salir 20 segundos antes de su hora. ¿Tan estrictos son con la puntualidad? “Sí, en Japón somos muy puntuales, porque se considera una falta de respeto hacer esperar a alguien”. La entrevista, de hecho, comenzó puntualmente y con Murayama visitando por primera vez Valencia para llevarse el galardón del festival que, también por primera vez, contaba con una película del país asiático.
Maravillado del barrio del Carmen, donde le gustaría algún día rodar, Murayama explica el significado de Orichu, uno de los cinco que dice contener la palabra, aquí referida a la caída, el derrumbamiento o el hecho de venirse abajo: “Me interesaba la historia de una persona que, estando en un punto alto, de repente sufre un bajón y se deprime”. Esa persona en cuestión es Kohei, artesano de una fábrica textil que va poco a poco sucumbiendo a los encantos de la joven ídolo Meme Tan, hasta el punto de ir perdiendo la cabeza por ella.
“Me inspiré en Luis Buñuel”, se sincera. Y, más concretamente, en Viridiana. “Me gusta la historia de cómo una monja se transforma en una persona normal; cómo alguien pasa de una vida sagrada a otra corriente”. Kohei, una persona adulta y anodina, también irá cambiando por influjo de una de esas niñas cantantes que en Japón arrastra multitud de fans. “Quería contar cómo la gente que es fan de una de esas ídolos, se acaba convirtiendo después en productor de su carrera”.
El fenómeno de esas ídolos, cuyas vestimentas subrayan el carácter infantil de su imagen, va más allá de las fronteras de Japón. Aunque Murayama lo matiza: “Allí son muchos los que siguen a esas niñas cuya imagen se asemeja a la Lolita de Nabokov. Pero en Corea, por ejemplo, no es tan popular como en Japón, donde sí gusta esa imagen de Lolita”. Lolitas que, sin embargo, suelen provocar división de opiniones en lo tocante a su erotismo. “Cuando hice la película pregunté a la gente si le gustaba que su ídolo saliera en las fotos en bañador, y la mitad que dijo que sí era gente adolescente, mientras que a los de 40 y 50 años no les parecía bien”.
Orichu narra la historia de uno de esos adultos enamorado de una ídolo y de cómo afecta eso a su vida y a su ambigua relación con quien podría ser su hija. “Para este hombre, Meme Tan es como una musa y los artistas que la encuentran es como si volvieran a nacer, les da sentido a su vida, les inspira”. Kohei, de hecho, revive, atraído por ese fulgor imaginario que destila la ídolo, a quien Murayama dedica planos cercanos para destacar su seductora figura. “Dirigí así los planos siguiendo la estética del videoclip. Al principio, parece que el protagonista se enamora de la estrella [su mirada se corresponde con esos planos fragmentarios del cuerpo], pero luego cambia hacia un amor fraternal. Aunque siente los dos amores”.
La fábrica textil donde trabaja el protagonista también ofrece pistas de la situación laboral en Japón. “La industria textil está decayendo. Cuando antes se trabajaba cinco días a la semana ahora solo llega a tres. La localización de la película es real. Y el jefe de esa fábrica lo que consigue al despedir a Kohei es que éste se centre en la creación del vestido para su ídolo”. Una ídolo cuya canción principal parece destinada a su inesperado fan. “El actor prácticamente no habla en toda la película. Y esa canción viene a expresar lo que el protagonista es incapaz de manifestar. Cuando la oye, la siente suya”. Wonderland, el tema referido, arranca así: “Me enamoré tanto que es hasta doloroso. Casi me avergüenza estar obsesionada. No se lo cuentes a nadie”.
Lo que no se cansó de repetir Murayama es su pasión por Buñuel: “Su estilo irónico es el que he intentado también plasmar en mi película, porque la industria musical tampoco es tan limpia como yo la muestro. Es mi guiño irónico”. Además de Buñuel, dice que en Japón son también conocidos Pedro Almodóvar, Alejandro Amenábar y Víctor Erice, de quien recuerda “la película que cuenta la historia de Frankenstein y una niña” (El espíritu de la colmena). ¿Y Berlanga? “No, lo siento, no conozco”.
Tras lograr el premio de La Cabina al Mejor Mediometraje de la Sección Oficial, confía en rodar su primer largometraje, del que dijo querer empezar en breve a escribirlo, aunque no sabe todavía de qué va. Eso sí, al igual que sucede en España, también en Japón reconoce que existen serias dificultades para lograr financiación pública. “Pocos directores pueden vivir de ello, tienen que trabajar en otras cosas. La industria del cine en Japón apesta”, concluye de forma taxativa.
Salva Torres
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