Las criadas, de Jean Genet. Teatro Olympia

‘Las criadas’, de Jean Genet
Dirección de Luis Luque y versión y traducción de Paco Bezerra
Con Ana Torrent, Alicia Borrachero y Jorge Calvo
Pentación Espectáculos y Teatro Español
Teatro Olympia
San Vicente Mártir 44, València
Del 20 al 23 de mayo de 2021

“Malditas o no, estas criadas son monstruos como nosotros mismos cuando soñamos esto o aquello. Yo voy al teatro para verme en escena tal y como yo no sabría verme o soñarme y, sin embargo, tal y como sé que soy”, aseveraba el turbulento y libérrimo Jean Genet en su prontuario reflexivo ‘Cómo interpretar Las criadas‘. Un inaudito epítome proposicional que, en sí mismo, masculla una velada licencia, siempre contemporánea, para transmutar ‘Las criadas’ (1947) en objeto escénico reinterpretado por pura necesidad (por honesta respetabilidad para con el libreto).

Y con tales fines se hubieron embarcado el director de escena Luis Luque y el dramaturgo Paco Bezerra, advirtiendo la condición insoslayable (y versátil) de una obra de sórdidas trastiendas carcelarias –nada más cavernoso y regocijante que acotar entre rejas, tal y como rubricaría Genet sobre los camastros infectos de sus consecutivas condenas– y la inspiración en el suceso como inquietante posición frente al abismo.

Las criadas, de Jean Genet. Teatro Olympia de València

Una pieza neblinosa, esquiva en la entrada y de compleja digestión, peinada hasta lograr “que la poética sea muy clara y reconocible”, asevera Luque, no sin matizar que “respetando la intención de Genet”, quien “habla del sufrimiento” en su obra “porque hablaba y vivía desde ese lugar”. Un territorio henchido de “crisis de identidad, crisis social y de valor”.

Estrenada en el mismo penal que acogía la etapa más férvida de la producción literaria del escritor parisino –otros han sido los que, sorteando a Sartre y con desigual ulterioridad, habrían de pasear por su obra y biografía (Juan Goytisolo, en ‘Genet en el Raval’, Mohamed Chukri, con su exiguo ‘Jean Genet en Tánger’, o Tahar Ben Jelloun, en ‘Jean Genet. Mentiroso sublime’, publicado recientemente en castellano por Huerga & Fierro)–, estas criadas que Pentación itinera, recalando en el Teatro Olympia de València, visten el crimen cometido por las hermanas Papin (del que siempre hubo de desertar el autor como numen estimulante) en ahusada sombra motivacional para unas siempre fabulantes Claire (Ana Torrent) y Solange (Alicia Borrachero), quienes, huérfanas de elementos, edifican un delirante cosmos de animadversión, liturgias e intercambios con ‘La señora’ (Javier Calvo) como epicentro de sus abominaciones.

Un horrísono no-lugar de insoportables carencias y resentimientos, cuya gélida naturaleza deviene del afán simplificador de Luque tras un período de confinamiento que ha afectado y reconducido el gobierno primigenio elucubrado por Genet, hasta rozar la asfixia de la vesania. De este modo y sin apenas elementos, Torrent, Borrachero y Calvo trazan un rumbo henchido de sumisiones y soberbias, desamores y oníricas libertades inasibles para eviscerar “el dolor, la rabia, el amor y la desesperanza”, enumera Jorge Calvo, y encontrar, igualmente, las trazas de “un humor negro que viene de la mente de un hombre complejo”.

Una opresiva entelequia –tan tórrida como aséptica–, que “conecta con el presente a través del dolor” (Ana Torrent) y a la que aproximarse desde “la libertad para investigar la locura en un mundo del que no se puede salir” (Alicia Borrachero), enaltecida por el espacio escénico configurado por Monica Boromello, la luz inspiracional de Felipe Ramos y el impoluto y albugíneo vestuario hilvanado por Almudena Rodríguez, que alimenta este averno límpido, conformado por vejaciones y despotismos, y cuya mácula redentora habita en la aspiración poética de demoler la verticalidad autócrata del monstruo virginal que maneja los hilos.

Porque las criadas son aquí unas “niñas viejas” sometidas por el yugo de la elegante arrogancia, títeres en claustrofóbica afrenta contra su identidad, aguardando a acometer una revolución que atesora en lo sanguinolento el único ardor posible para mancillar el miserable blanco que uniforma la moral, displicente y abyecta.

Jose Ramón Alarcón