La vuelta de Nora, de Lucas Hnath, dirigida por Andrés Lima
Teatro Olympia
C / San Vicente Mártir, 44. Valencia
Hasta el 20 de enero de 2019
“He sido una muñeca grande en casa de papá. Y nuestros hijos, a su vez, han sido mis muñecas”. Esa es una de las quejas de Nora, el personaje de la novela de Henrik Ibsen Casa de Muñecas. Otro de sus malestares proviene de la interrogación que le formula su marido Torvald: “¿Hay alguien que te haya amado más que nosotros?”. Y su respuesta: “Jamás me amaron. Les parecía agradable estar en adoración delante de mí, ni más ni menos”. Entre esa alienación y ese amor mal entendido se mueve la obra de Ibsen que Lucas Hnath reescribió en 2017, a modo de segunda parte con el título de La vuelta de Nora.
El Teatro Olympia la acoge con Aitana Sánchez-Gijón encarnando a Nora, junto a Roberto Enríquez, María Isabel Díaz Lago y Elena Rivera. Una obra dirigida por Andrés Lima que comienza allí donde el autor sueco la había dejado: con el portazo de la mujer hastiada de su vida que regresa al hogar 15 años después. “Nora se sentía una muñequita alienada, por eso entiendo que decidiera marcharse ante la falta de elección que tenía en su vida”, señaló la actriz protagonista. “Es una heroína, pero por otro lado no, porque abandona a sus hijos”, añadió.
Considerada como la primera obra teatral feminista, a pesar de que Ibsen nunca la defendiera como tal, Casa de Muñecas primero y ahora La vuelta de Nora cuestionan los roles de pareja y, por extensión, los estereotipos aplicados a la complejidad humana. “Hay discurso feminista, pero no es un panfleto”, advirtió Sánchez-Gijón, que reconoció gustarle la comedia (“aunque no me llegan textos interesantes”), porque “esto es un desgaste brutal, te agota; la implicación emocional aquí es de alto voltaje”.
Roberto Enríquez defendió la necesidad de textos tan intensos como el de Ibsen y Hnath. “Esta postura indolente de no querer ver cosas ásperas, que para eso ya tengo la vida, nos convierte en seres vacíos”. “No creo que haya que cerrarse a la tragedia o el drama”, agregó quien se pone en la piel de Torvald. Un marido igualmente atosigado por las convenciones sociales del momento, fácilmente trasladables a la actualidad con otras formas. “Frente a las razones de Nora, nosotros también somos prisioneros de un patrón social”. Y mi personaje también se rebela contra ello”, apuntó Enríquez.
Elena Rivera y María Isabel Díaz Lago se sumaron al sentir de sus compañeros de reparto, al incidir en el hecho de que La vuelta de Nora huye de los maniqueísmos. “Empatizas con los cuatro personajes. Esa es la magia de la función”, explicó Rivera. “Todos los personajes tratan de cerrar heridas y cada espectador verá si se cierran o se hacen mayores”, subrayó Díaz, que reveló haber interpretado a Nora hace muchos años en Cuba. “Entonces no la entendí”, apostilló quien ve a la protagonista como “una heroína que reivindica su postura” junto a “otros tres personajes nada maniqueos”.
La vuelta de Nora, tal y como se avanza en la sinopsis de la obra, cuestiona la actitud de la mujer que abandona su casa dando un portazo, el tiempo que ha estado desaparecida y la recriminación por las consecuencias de su huida. “El cambio de actitud de Torvald se produce gracias al portazo. Gracias a esos portazos los hombres reaccionan y se cuestionan. Otros, por el contrario, se encastillan y reaccionan con violencia”, destacó Sánchez-Gijón. “La vuelta de Nora es impactante”, manifestaron todos al unísono.
Enríquez abundó en ello: “Es tan inaceptable que una mujer pueda dejar su hogar, que mienten para seguir viviendo. Pero su vuelta es un revulsivo, porque les obliga a mover la silla en la que han estado cómodamente instalados”. Su marcha de casa, vivida como inapelable, es ligeramente corregida por el actor que interpreta a Torvald: “Sí tiene otra opción, quedarse, pero no sé si es una opción de vida o de muerte”.
Lucas Hnath aseguró que su intención a la hora de escribir la secuela de Casa de Muñecas era reflejar “cómo las personas se juntan y se mantienen unidas, cómo se conocen y cómo están seguros de que se conocen entre sí”. Por eso Sánchez-Gijón habló de la complejidad de la obra y de que iba “más allá de la heroína y del hombre terrible que la somete”, para adentrarse en el laberinto propuesto por Hnath: “En el fondo se está hablando de la dificultad de comunicación. Hay que aprender a comunicarnos desde otros lugares, abrir nuestros corazones”.
Salva Torres
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