El lobo de Wall Street, de Martin Scorsese
Con Leonardo Dicaprio, Margot Robbie, Jonah Hill y Matthew McConaughey
Estrenada en cines
“La bebida apaga la sed, la comida satisface el hambre; pero el oro no apaga jamás la avaricia” (Plutarco)
Blue Jasmine, de Woody Allen, La gran estafa americana, de David O. Russell y El Lobo de Wall Street, de Martin Scorsese, han sido estrenadas este invierno en nuestras pantallas cinematográficas. Tres películas valoradas por el público y por los críticos. Tres películas con una estética y narrativa diferentes, pero igual de estimulantes para la mirada del espectador. Tres películas con un tema en común en la estructura de la trama: la avaricia. Uno de los siete pecados capitales que, ya en el siglo XV, el pintor El Bosco representó en su cuadro titulado Mesa de los pecados capitales, con un juez aceptando soborno de las dos partes en litigio.
Tres películas que hablan de la avaricia en su componente de la usura. La usura, ese modo de utilizar el dinero para obtener más dinero, sin ningún límite ético. Un intercambio monetario que nuestra sociedad nihilista y relativista de alguna manera ha incentivado. Sólo hay que ver cómo se enriquece la banca, la Bolsa y las grandes corporaciones.
De las tres películas, El lobo de Wall Street, basada en la autobiografía del broker-estafador Jordan Belfort, es la que mejor refleja ese ansia ilimitada de un personaje que vive para hacer dinero, caiga quien caiga. Un personaje, Belfort, al igual que todos los que trabajan con él, con un solo objetivo en su vida: hacer dinero, para consumir, para gastar, para derrochar. Y, en principio, para eso sirve el dinero, para que fluya creando lazos sociales. El problema surge cuando ese fluir monetario, como ha ocurrido en nuestra época, se ha convertido en una especulación financiera obscena, donde unos se enriquecen de manera impúdica arruinando a otros.
La cámara de Martin Scorsese nos muestra, con el mismo ritmo pulsional que actúa el protagonista, a esos millonarios usureros que viven contentísimos de sí mismos al margen de cualquier problema de conciencia. Esos personajes que nuestra sociedad ha colocado como héroes, “ falsos héroes”, -recordemos a Mario Conde, Jesús Gil, Jaume Matas, Francisco Correa…-, que sin ningún tipo de honestidad muestran su poder económico.
El lobo de Wall Street describe esa vidas de obscenidad monetaria, donde el dinero es un fin, para convertir todo y a todos en objetos de cambio. Una vida donde lo humano se escora hacia la jauría animal y el sálvese quien pueda. El hombre como lobo para el hombre. Aullidos alrededor del becerro de oro.
Begoña Siles
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