Juana de Arco en la hoguera. Teatro Real

#MAKMAEscena
‘Juana de Arco en la hoguera’ (‘Jean d’Arc au bûcher’)
Música de Arthur Honegger y libreto de Paul Claudel
Director musical: Juanjo Mena
Director de escena: Àlex Ollé (La Fura dels Baus)
Protagonizada por Marion Cotillard
Coro y Orquesta: titulares del Teatro Real
Nueva Producción del Teatro Real en coproducción con la Oper Frankfurt
Teatro Real
Plaza Isabel II s/n, Madrid
Del 7 al 17 de junio de 2022

“¡Hubo una niña llamada Juana! / Y Francia estaba vacía y sin vida, / y las tinieblas cubrían / todo el reino. / Desde el fondo del abismo te he llamado / ¡Señor! ¡Señor! ¿Quién podría resistir? / Había una doncella que se llamaba Juana”.

Juana de Arco, la Doncella de Orleans, la heroína de Francia durante el epílogo de la Guerra de los Cien Años, la adalid de un turbulento tiempo de conflagraciones y contiendas, la unificadora de un país en tiempos de conflicto territorial entre reinos –el galo y el británico– en el convulso ocaso de la Baja Edad Media.

Una Francia vacía y sin vida traída a la contemporaneidad de la mano del poeta y diplomático Paul Claudel, quien iluminaría con portentosa naturaleza alegórica las cuitas de un país sometido por la ocupación nazi, haciendo eviscerar de la ajusticiada figura de Jean d’Arc el desgarro por un mundo en llamas sujeto a la barbarie de los totalitarismos.

Un texto elevado por la música mística y expresionista del compositor suizo Arthur Honegger –celebérrimo miembro de Los Seis nuevos jóvenes capitaneados por Jean Cocteau– que habría de zarandear el orbe operístico de mediados del siglo XX con una obra febril, lúcida y hermética mediante la que adentrarse en la hedionda condición humana, desde la inspiración del ‘Génesis’ hasta la exhalación del lábil mapa europeo devastado por la II Guerra Mundial.

Juana de Arco en la hoguera
Libreto original de ‘Jean d’Arc au bûcher’, de Paul Claudel y Arthur Honegger.

Así, un reticente Claudel –solo presto a retornar a las visiones de Juana de Arco tras su propia epifanía alucinatoria– y un Honegger quimérico y antiwagneriano gestarían en común una obra tan compleja y sugestiva como imprescindible, por momentos difícil, inescrutable, esotérica…

Un cosmos, enigmático y comprometido, rejuvenecido por la puesta en escena que traen al Teatro Real, hasta el 17 de junio, Àlex Ollé (director artístico de La Fura del Baus) y el siempre excelso Juanjo Mena al frente de la dirección musical, entregados ambos a la prosodia –impetuosa y quebradiza– de Marion Cotillard.

Una tríada insólita y cualitativa con la que ‘Juana de Arco en la hoguera‘ insufla razones, lirismo e intemporalidad a la acerba crónica de una muerte inicua en aquel contexto perverso e inquisitorial, tan semejante, por momentos, a los seísmos que siempre conmocionan nuestros presentes sucesivos.

“Juana de Arco representa a una persona que tiene una convicción muy fuerte, que tiene una fe profunda. Y eso es algo que le da una fuerza desbordante”, constata durante su presentación a los medios la actriz parisina, quien encarna por tercera vez a Jean, tras debutar en Orleans con el personaje mediante un oratorio dramático dirigido, en 2005, por Jean-Pierre Loisil.

“Alguien que fue condenado a muerte injustamente. Se le acusó de brujería, pero no había ninguna prueba tangible, así que se la condenó porque se vestía como un hombre. Una mujer en conflicto porque no tenía su hueco en el mundo. Alguien que transmite un misterio inconmensurable”, perfila Cotillard.

Un enigma proposicional que no le es ajeno, sino consanguíneo, en tanto que su madre, la actriz Niseema Theillaud, también encarnaría a Juana de Arco, en 2003, bajo la dirección de su padre, el dramaturgo Jean-Claude Cotillard.

Un influjo ascendente que no resta un ápice de revelación y descubrimiento a la medida de cada versión puesta en escena. “A pesar de que he representado este papel varias veces, en cada ocasión es diferente. Es diferente porque la prosodia lo es, hay muchos instrumentos orquestales, el ritmo musical es complicado, es difícil de controlar…”, confiesa su protagonista.

A la postre, “una obra maestra que no se hace mucho porque es muy compleja de realizar”, constata Juanjo Mena. “La presencia del coro es impresionante, inusual, no es una música fácil de memorizar para hacer en escena”, y, sin embargo, logra que “se transmita una unión muy grande”.

Cohesión técnica, musical e interpretativa sustentada, aquí, por “la presencia de un actriz, de alguien que está narrando lo que está ocurriendo, de alguien que está sufriendo algo. Una ópera enorme que nos aturulla y nos deja descolocados. Eso es la base de su éxito”, refrenda su director musical.

Una pieza culminante cuyas virtudes se edifican sobre un escenario presentado como “el espacio mental de Juana de Arco”, matiza Àlex Ollé. Un territorio vertical e imaginario desprovisto, en la presente versión, de referencias cronológicas: “En mi fantasía no quiero colocar la obra en ningún momento histórico, sino en un futuro próximo”.

Un indeterminado porvenir desde el que trazar una combustión retrospectiva sobre la memoria de Juana de Arco, quien conversa con fray Dominique a los pies inermes de una pira en la que se habrá de calcinar toda esperanza sustantiva a la espera de ascender a los cielos. Una analepsis con la que tornar indefinidamente a “una sociedad con estructuras feudales, como si volviéramos a un pasado” perpetuo en el que “luchar contra el mal, que cambia en cada época”.

Juana de Arco en la hoguera. Teatro Real
Un instante de ‘Juana de Arco en la hoguera’. Foto: Barbara Aumüller (Oper Frankfurt).

Un mundo de hechuras distópicas que el director de escena estructura de “abajo arriba, del inferno al cielo, del cuerpo al alma, entre la vida y la muerte”. Una bóveda celeste de “vírgenes y santas” sobre un averno de “coches destruidos, barro, hooligans” y niños uniformados.

Un cenagal mayúsculo en el que un cerdo ejerce de juez, un asno se uniforma de fiscal y las ovejas transmutan en jurado entre los vibratos onomatopéyicos de las ondas Martenot. Tal vez porque toda “animalización no deja de ser una deshumanización”, reflexiona Ollé. “Por eso lo que veremos en el escenario es un mundo apocalíptico donde, como un rayo de esperanza y de luz, aparece el personaje de Jean d’Arc”.

Una Juana de Arco “que hemos querido presentar como alguien con quien el público se pueda sentir representado. Por eso Marion [Cotillard] va vestida con un tejano y una camiseta, como una chica normal, como una chica más dentro de ese mundo de barbarie”.