Isabel Coixet

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‘Nieva en Benidorm’
Escrita y dirigida por Isabel Coixet
Con Timothy Spall, Sarita Choudhury, Ana Torrent, Carmen Machi, Pedro Casablanc
117′, España | El Deseo / TVE / Movistar+, 2020. Distribuida por BTeam Pictures

He podido ver con antelación a su estreno ‘Nieva en Benidorm‘ gracias a la amabilidad de los Cines Lys de València y de BTeam, distribuidores de la película–, y llevo días dándole vueltas al torrente de sugerencias que propone tanto cine como hay en ella.

Me ha conmovido este inglés apocado a quien precede su doppelgänger, que viaja de las matemáticas al carnaval, a la carne; que encuentra la belleza en una oscura Venus que ofrece la pureza de sus perlas; donde los besos, por efecto de un cristal, gravitan en torno a los personajes, como las mismas nubes que evolucionan en torno al estatismo de las arquitecturas; un gueto donde se encarnan los mitos en fantasmagoría con poso lynchiano, donde la única deidad revelada al ojo mortal es Sylvia Plath –“la chica que quería ser Dios”–, quien “se aparece” en carne etérea por obra del cine doméstico…

‘Nieva en Benidorm’ está ya en los cines, y esperaba con ganas el momento de mantener una conversación con su autora, Isabel Coixet, quien recientemente ha añadido el Premio Nacional de Cinematografía a su larga lista de reconocimientos internacionales. En tiempos de identidad exaltada, el cine de Coixet es abiertamente cosmopolita; siempre lo ha sido, en realidad, porque así es el espíritu de la cineasta.

Fotograma de ‘Nieva en Benidorm’, de Isabel Coixet. Imagen cortesía de Zoe Sala Coixet / El Deseo Da Slu.

En esta ocasión, el mundo se da cita en un Benidorm muy cruce de caminos. Cuando Peter, interpretado por Timothy Spall, es jubilado anticipadamente –y contra su expectativa– de su empleo en un banco, toma la que, quizá, es la primera decisión de riesgo de su vida, quizá imprudente, quizá radical: aceptará la invitación de su hermano Daniel –a quien no ha visto en unos doce años–, y dejará por unos días su lluvioso ecosistema en Manchester para visitarle en Benidorm, que se antoja algo así como un asomarse al abismo. Como pronto se comprueba, Daniel viene a ser un McGuffin en la trama… Coixet nos guía, en esta ocasión, por los terrenos de la comedia…

Isabel Coixet: Hay un punto de humor…, yo diría que casi finlandés [risas], casi de Aki Kaurismaki. ¿Cómo sobrevivir –y no digo ya en este momento, especialmente complicado– en un mundo en el que pasan tantas cosas al mismo tiempo? ¿Cómo hacerlo sin sentido del humor? A mí me parece muy difícil [ríe de nuevo]. Es verdad que a este pobre le van pasando cosas y que hay un sentido del humor un poco extraño que sobrevuela toda la película; un humor que, la verdad, me lo he ido encontrando de alguna manera en el proceso, y también es cierto que Benidorm te lo ofrece en bandeja.

Fotograma de ‘Nieva en Benidorm’, de Isabel Coixet. Imagen cortesía de Zoe Sala Coixet / El Deseo Da Slu.

Rafael Maluenda: Y Benidorm ofrece a Peter la oportunidad de encuentro consigo mismo en la medida en que se mezcle con los demás.

IC: Sí, porque Peter es una persona que no ha vivido, y esa inmersión en el mundo de los otros le va marcando, abriendo, haciendo vivir; pero vivir evidentemente con todas las ventajas, riesgos y sinsabores que comporta vivir. Con el dolor y la risa.

RM: Asocio esta idea del mezclarse con los demás, del impregnarse entre distintos, con el papel de la gastronomía en la obra de Coixet. De manera evidente en ‘Foody Love’, su serie para HBO. También aquí, en ‘Nieva en Benidorm’, donde Peter afianza su relación con Alex (Sarita Choudhury) a través de la comida [cuando menciono la gastronomía, Coixet ríe, comprendo que avanzando el divertido momento al que va a referirse…].

Fotograma de ‘Nieva en Benidorm’, de Isabel Coixet. Imagen cortesía de Zoe Sala Coixet / El Deseo Da Slu.

IC: Claro, porque hemos visto que todo lo que come este hombre son dos kiwis y poco más; y va siempre a un chino donde pide cada día lo mismo. Alex le lleva a un sitio donde chupan las cabezas de las gambas, algo que él observa como si fuera casi una aberración… Ya sabes que hay varios temas que dividen el mundo en dos, y sin duda uno de ellos es la gente que chupa las cabezas de las gambas y quienes los miran con horror [risas].

RM: Peter se va dejando mezclar con Álex, que impacta de lleno en su concepción de la vida. También, en determinado momento, asume, en parte, el aspecto de su hermano desaparecido. Su nombre, Daniel, preside en neón verde una pared de su apartamento, que Peter habita desde su llegada a Benidorm. En determinado momento, el propio Peter asume el estilo del peinado de Daniel, e incluso sus extravagantes camisas –siquiera como estrategia– a medida que se adentra en su mundo. Incluso el neón verde va impregnando los espacios por los que le busca Peter, peligrosos a veces para su integridad. Daniel se ha convertido para Peter en un doppelgänger, una suerte de doble siniestro cuyos actos tienen consecuencias sobre el propio Peter…

IC: Sí… [ríe]. Sí, claro. De todos modos, yo he querido dejar espacio al espectador para las interpretaciones, y también a los personajes. Me gusta dejar cabos sueltos. Cada vez más, como espectadora, no me gusta nada que el director y el guionista me machaquen con lo que quieren decir. Me gusta que el espectador se levante al día siguiente pensando la película, como haces tú, y diga: «A ver, ¿pero esto…?». Que lo que ha creído en un momento pueda no creerlo en el siguiente. Me parece más divertido, ¿no? Porque cuando yo veo a los que han hecho la película poniendo frases en boca de los personajes para que digan lo que ellos quieren decir, pero que no está en los personajes, me pongo muy nerviosa. Entonces, en esta película quería plantear una atmósfera y plantear unos temas, simplemente. Y, sobre todo, dejar que, con esos temas, esa atmósfera, y unos personajes bien definidos, el espectador pudiera tomar sus propias conclusiones. Porque para mí eso enriquece mi experiencia como espectador.

Fotograma de ‘Nieva en Benidorm’, de Isabel Coixet. Imagen cortesía Zoe Sala Coixet / El Deseo Da Slu.

RM: Sí, concibiendo la película como propuesta: algo abierto con lo que uno se relaciona y se deja impregnar, al igual que ocurre con el encuentro entre los personajes, para salir enriquecido.

IC: Sí, sí, sí… Absolutamente.

RM: «Algunas cosas son más bonitas cuando están oxidadas”. Alex pronuncia esta frase en la película, y me trae un momento de ‘La librería’, en la que un personaje, a propósito de un vestido de la protagonista, reforzaba una frase sobre su color –“A very deep maroon”–, añadiendo que es de “color óxido” [También he leído sobre el óxido en alguno de los artículos recientes de Isabel Coixet. El óxido asociado a la idea de transformación, en relación con el paso del tiempo. Y, naturalmente, le pregunto por el tema].

IC: Vivimos en esta dictadura de lo nuevo, lo joven, lo brillante… Y es que ya las chicas de veinte se operan a esa edad para quedar ancladas en esos veinte eternos, que es…, que es muy ridículo [risas].

RM: Sí [risas]…, monstruoso…

IC: Sí…

RM: Lo monstruoso, en cuanto tiene de transgresor, también se manifiesta en ‘Nieva en Benidorm’. Los números que pueden verse sobre el escenario del Club Benidorm emparentan de algún modo con los escenarios que podemos encontrar en el cine de David Lynch, bastante dados a fantasmagorías muy corpóreas. Si el monstruo supone la concreción de los miedos más profundos en una corporeidad que asusta y fascina, así podemos interpretar el impacto de Alex en Peter cuando interpreta su número, convertida en una Venus oscura que pare las más puras perlas. No como espectro etéreo. No busca el movimiento grácil en armonía con la música; todo está deliberadamente entregado al peso de la carnalidad.

Fotograma de ‘Nieva en Benidorm’, de Isabel Coixet. Imagen cortesía de Zoe Sala Coixet / El Deseo Da Slu.

IC: Sí, es una mezcla entre una fantasía aérea, casi, y algo absolutamente carnal y directamente oscuro [ríe]. Y yo creo que, para un hombre cuyo horizonte ha sido la lluvia de Manchester y un restaurante chino de menús, esa mezcla es irresistible. Y, de alguna manera, a él le despierta cosas que nunca pensó que pudiese sentir.

RM: Se va dejando impregnar e inicia este viaje…

IC: Iniciático; iniciático tardío, pero iniciático….

RM: Nos presentas a Peter, previamente a su inmersión en Benidorm, como una persona cuyas costumbres son previsibles, invariables, en contraste con su afición por la meteorología.

IC: De alguna manera, en la meteorología ya está ese germen de apertura a la vida. La película empieza con él diciendo que, cuando en el cielo no pasa nada, siempre existe la promesa de lo que podría pasar. Me gustaba la idea de empezar y acabar la película con esa frase.

RM: Visualmente, incluso, me resultan casi hipnóticos los planos de esos edificios, estáticos, hacia el cielo, en torno a los cuales evolucionan las nubes… Se mueven: está ocurriendo algo en torno a un elemento estático.

IC: Es verdad, es verdad…

RM: La arquitectura es otro valor que, en tu cine, va de manera muy evidente mucho más allá de la mera ambientación.

Fotograma de ‘Nieva en Benidorm’, de Isabel Coixet. Imagen cortesía de Zoe Sala Coixet / El Deseo Da Slu.

IC: Es verdad que la ciudad cada vez se iba imponiendo más en la película… Evidentemente, estaba ya en el guion, pero durante el rodaje cada vez se imponía más. Hay fenómenos meteorológicos que no estaban en el guion, como la niebla. Nos la encontramos una mañana, y yo pensé: ¡pero esto hay que ponerlo en la película! [Risas]. Sí, sí, había que esperar a que despejara… Había días que estábamos arriba del edificio y no podíamos rodar, porque parecía que estábamos en un plató con un fondo blanco; pero bueno, al final [ríe]…, al final se despejó.

[La literatura es otra presencia constante en la obra de Isabel Coixet. Acudiendo tan solo a sus dos películas inmediatamente anteriores, encontramos en ‘Elisa y Marcela’ una solicitud de perdón –que es casi una declaración de amor– encerrada en un libro; más tarde, cuando se desata la ira contra ambas mujeres, vemos los vidrios rotos de la ventana atacada derramarse sobre una pequeña pila de libros. En ‘La librería’ esa presencia es mucho más evidente, claro…]

RM: En ‘La librería’ introduces la idea de que cuando leemos una historia la habitamos, y las cubiertas del libro son como un techo y cuatro paredes entre las que va a ocurrir cuanto se narra… Desconozco si esta idea está ya en el libro de Penelope Fitzgerald en el que basas tu película, pero en cualquier caso es algo que te interpela y que entronca muy bien con tu propio universo.

IC: Sí, lo más gracioso es que esa frase, de hecho, no es de Penelope Fitzgerald… [ríe].

RM: ¿No lo es? ¡Ahá…! [risas]. Luego sí es cierto que la aportaste tú…

IC: Sí. Esa frase es de John Berger, que para mí siempre ha sido un referente, y es una de las frases del prólogo de ‘Páginas de la herida’. Pero, bueno, a mí también me gusta mezclar esas cosas, porque ahora ya puedo decir que no es de Penelope Fitzgerald; me gusta mezclar porque, como dicen en Italia, «se non è vero, è ben trovato”.

RM: La presencia de la literatura, en ‘Nieva en Benidorm’, se hace patente en los versos que cita la policía que interpreta Carmen Machi. Son, como ella misma aclara a Peter, de Sylvia Plath. La breve estancia de la escritora en Benidorm, mediados los años cincuenta, emerge en la película como espejo pretérito de Peter. De hecho, su aparición en celuloide –de nuevo, la fantasmagoría– se va preparando poco a poco, como una epifanía precedida de sensaciones casi místicas, anunciada por coros angélicos.

IC: Sí, la presencia de Sylvia Plath también tiene algo para mí de lo que habría podido ser. Cómo habría podido ser su vida si se hubiera quedado allí; y también cómo habría podido ser Benidorm si, en vez del Festival de la Canción, se hubiera optado por otro tipo de atmósfera… Esa posibilidad, lo que hubiera podido ser… Me gustaba introducirlo más allá del sentido literal. Fue una persona a la que todo el mundo asocia con la melancolía, con la pena, con el sufrimiento, con el dolor… Y sin embargo allí, en Benidorm, fue feliz, ¿no?

RM: Quizá el único sitio en el que encontró felicidad.

IC: En sus diarios lo deja claro. Sylvia Plath fue feliz en el sitio más improbable del mundo.

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Isabel Coixet. Imagen cortesía de Zoe Sala Coixet / El Deseo Da Slu.

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