#DesayunosMAKMA | María José Goyanes y Chema Cardeña
‘Susan y el diablo’, de Chema Cardeña
Con María José Goyanes (Susan Atkins), Manuel Valls (Paul Wilkins) y Marisa Lahoz (Rosemary)
Cía. Euroscena & Arden Producciones
Sala Russafa
Dénia 55, València
Hasta el 4 de octubre
Entrevista realizada por Salva Torres, Merche Medina y Jose Ramón Alarcón
¡“No voy a tener ninguna piedad por ti, perra!”, profería Sexy Sadie al calor narcótico de ácidos lisérgicos y hedores sonoros de “Helter Skelter, take seventeen” de los Beatles, antes de asesinar a la joven actriz Sharon Tate. Dieciséis puñaladas sobre el torso fundacional de una época que fenecía bajo el Cielo Drive angelino durante la madrugada del 9 de agosto de 1969.
Un sanguinario y célebre crimen cometido por una de las acólitas más representativas de ‘La familia Manson’, Susan Denise Atkins (1948-2009), quien habría de molturar los cenagosos ecos de sus actos a lo largo de su sentencia a cadena perpetua en la cárcel de mujeres de ChowChilla (California).
Y a tales haciendas acude la tortuosa y bienvenida inquietud del dramaturgo Chema Cardeña para eviscerar de la mente de Atkins las sinrazones primeras y las contriciones últimas en la obra ‘Susan y el diablo‘ –con la que Sala Russafa emprende su ‘Ciclo de Compañías Nacionales’ de la presente temporada–, de la mano escénica de la siempre excelsa María José Goyanes –límpida y equilibradamente acompañada por Manuel Valls y Marisa Lahoz–, con quien MAKMA desciende, junto a Cardeña, a los sugestivos sótanos de la malignidad y de la compunción.
¿De qué modo se alumbra el proyecto de ‘Susan y el diablo’?
Chema Cardeña (CHC): Aquí hay un culpable que se llama Salvador Collado, a quien conocí hace 20 años, y que había leído una obra mía, ‘La puta enamorada’, quien me reveló que a María José Goyanes le gustaría que le escribiera un texto; y me dije: “¡Madre mía, que le escribo yo a esta señora!
María José Goyanes (MJG): Estaba loca por trabajar con él.
(CHC): Tenía muy presente aquella historia de la familia Manson (recuerdo a los adolescentes de la época con la fotografía de ellas tres rapadas camino de la cámara de gas) y el asesinato de Sharon Tate. Es algo que se me quedó muy grabado. Además, había visto todas las audiencias ante el tribunal de Susan Atkins para solicitar la condicional durante más de 40 años. En cuanto a María José, estaba convencido de que este tipo de papel no lo había hecho nunca, tan oscuro y lumpen. Se interesó y le gustó.
En cuanto a la producción, esto fue una gran putada del Institut Valencià de Cultura, porque esto iba a ser una coproducción de tres comunidades: las de Castilla la Mancha, Madrid y Comunidad Valenciana. El día 28 de mayo de 2018 teníamos la primera lectura en València, con lo cual venía todo el equipo y tuve que llamar y avisar de que no se hacía (por la ley de la nueva contratación, etcétera), sin más explicación. Salvador Collado me consultó y yo no he tirado ningún proyecto a la basura en mi vida. Así que la hicimos. Fuimos al Principial (qué menos después de todo lo que nos habían hecho), pero ya con Arden y Euroescena.
(MJG): Fue devastador. Dos días antes de comenzar la lectura…
(CHC): Tardamos un año en hacerla. A la Administración le intersa muy poco lo que hacemos los autores fuera de València. Cuando estás nominado a los Max los tienes a todos a tu alrededor. Si no, no viene nadie.
¿Cómo se recibe un personaje de semejante naturaleza?
(MJG): Me entró un miedo terrible. Me horroricé pensando que no podría. La anterior obra de teatro que había hecho era ‘Teresa de Jesús’, así que me parecía un triple salto mortal sin red. A lo largo de mi vida he hecho cosas muy potentes, pero pensé que esto era muy arduo. Estaba un poco acojonada, pero me ponen un reto delante y es como si fuera un merengue. Sabía que Chema me iba a guiar y me iba ayudar.
En cuanto a la complejidad psicológica del personaje, este acontece entre dos zonas oscuras: la Susan Atkins abducida por Charles Manson y la que languidece en la cárcel, abrazando la Biblia…
(MJG): Que está en la cácel y que ya han pasado 40 años, en donde ha estudiado, se ha formado, ha abrazado la religión evangélica y, supongo, se ha dado cuenta del horror; porque todo eso es consecuancia del horror.
Horror que debe revisitar en forma de virulento monólogo, transitando por la memoria explícita del crimen. Un pasaje determinante de la obra.
(MJG): Ese monólogo no me lo aprendía nunca; me sabía toda la función y llegaba ahí y me caía, porque yo, María José, estaba interfiriendo sin quererlo. Mi inconsciente no me dejaba aprenderlo y disfrutar. Eso, contado desde la conmiseración o desde la pena, no era posible. Así que me decía: “¡Aquí, a disfrutar como una perra!” (Risas). Sufrí bastante, la verdad sea dicha.
(CHC): Sé que los actores sufren mucho; el problema es que ella (María José Goyanes) es otro monstruo. No tuve ninguna duda de que lo iba a hacer. Ella ha defendido a Susan hasta la muerte. Otra cosa es que necesitase su tiempo para digerirlo. Trabaja como a mí me gusta, jamás la he oído decir “estoy cansada”, ni ha llegado tarde a un ensayo. Con estos mimbres, soy yo el que me he asustado mucho con este monólogo, porque he visto a Susan a través de ella.
(MJG): El proceso de ensayos en una función dramática siempre es doloroso; es doloroso hasta haciendo comedia (ahí donde la tienen, en un lugar extraño y denostado), que es muy difícil de hacer. Aquí juegas con todos y cada uno de tus nervios sensitivos y la inteligencia emocial. Es mucho más jodido que desnudarse y empelotarse físicamente. Ensayar es un acto descarnado y un acto de amor.
¿Crees que esa resistencia inicial del inconsciente a adentrarse en el papel de la Susan Atkins más truculenta es semejante al reparo del espectador a descender junto a ella a esos hediondos sótanos? Curiosamente, hay una cierta repulsión, pero también una ineludible atracción hacia este tipo de personajes…
(MJG): Eso es lo que se pretende. Que la gente en ese momento sienta repulsión por ese ser y diga: “¡Qué espanto, qué hija de la grandísima puta!”. No tiene paliativos. Mi personaje fue un monstruo, pero ya no lo es, tras 40 años en la cárcel –que deben ser muy duros–. Se dice de ella que fue una presa modelo, ejemplar. A partir de que ella deja de meterse de todo (en la prisión), esta mujer empieza a tomar conciencia del horror que hizo. Por eso, creo firmemente en el arrepentimiento de Susan, de ahí que pida la compasón para con ella con el fin de morir en casa. Como ella dice: “Ser libre para morir”, no libre para vivir.
¿Ha evolucinado el concepto de monstruo y el modo en que la sociedad se confronta a él?
(CHC): Afortunadametne, a la sociedad todavía le quedan entrañas. Si Susan no hubiese asesinado a una embarazada (asestándole 16 puñaladas) ni le hubiese rajado el vientre, creo que sería un crimen más. Del resto de víctimas no se habla, solo de Sharon Tate, no solo por su figura, sino por su embarazo. Eso provocha mucho rechazo en la sociedad.
Hay una frase desgarradora –que el público recibe como un golpe en el estómago– que le dice Sharon Tate a Susan Atkins: “Secuéstrame, déjame vivir una semana más, deja que nazca mi bebé y luego podrás matarme”.
¿Estar en contacto con el mal puede mejorarnos de algún modo?
(CHC): Siempre he aplicado una máxima de Shakespeare: “Lo bello es feo y feo lo que es bello”. Mi vida personal y profesional me ha enseñado que todo el mundo es capaz de cualquier cosa. Tal y como dice mi personaje en ‘Shakespeare en Berlín’: “Que nunca sepa el ser humano lo que es capaz de resistir”, que nunca sepa nadie a dónde te pueden llevar las circunstancias, a causa de la ambición, el sexo, el juego o la envidia.
(MJG): Estar en contacto con Susan me ha mejorado. Ahora pienso que quiere morir en su casa, y lo entiendo muchismo más. En la cárcel se vende la idea de la reinserción, y jamás puede ser así, porque termina siendo el infierno de Dante. En las cárceles se viola la ley constamente, una y otra vez, cada día. La opción de que un recluso puedar ir a morir a su casa, por muchas personas que haya matado, es algo que las instituciones penitenciarias y la propia sociedad jurídica deben revisar.
Deben separar a las personas que están dispuestas a cambiar de las que no. Si un preso logra formarse y llega a entender el horror de sus actos, a arrepentirse, entonces esa persona debe tener un poquito de compasión, porque ya no puede hacer daño a los demás ni así misma.
Otra cosa que veo de otra manera es esa especie de gueto que hacemos con las perosnas que matan. Tal y como dice Susan, “todos podemos hacer cosas terribles sin necesidad de ser un monstruo”, y eso algo en lo que yo tampoco creía. La sociedad occidental construye guetos constantemte: los que matan, los que delinquen y los que no. ¿Qué pasa, entonces, en la cabeza de una persona, a causa del estrés, la miseria o las drogas? Bajo esas circunstancias, todos podríamos hacer algo tremebundo. No somos diferentes. Por eso esta funcón es vigente y acutal, y seguirá siéndolo dentro de muchos años.
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