Troquei Whey Por Um gol Quadrado, de Guillermo Ros
Galería Punto
C / Burriana, 37. Valencia
Hasta el 15 de mayo de 2019
El ensayista surcoreano Byung-Chul Han, citado en el proyecto expositivo de Guillermo Ros que comisarían Carles Àngel Saurí y Andreu Porcar, habla de la “sociedad del cansancio” contemporánea debido al “sujeto del rendimiento que se violenta a sí mismo” hasta llegar a la “auto explotación”. Ese espíritu de combustión interna, que provoca el colapso físico y mental, atraviesa la muestra Troquei Whey Por Um gol Quadrado que la Galería Punto acoge hasta el 15 de mayo. “La exposición es una crítica a esa auto explotación”, subraya Ros, creador y víctima de su propia creación.
“Estuve a punto de no hacerla”, reconoce, tras relatar los diferentes obstáculos que tuvo que ir superando para consumarla. De manera que la temática del colapso, establecida como origen del proyecto, se convirtió en algo consustancial al devenir mismo del hercúleo trabajo desarrollado. “Un viaje a Portugal. Una odisea. Obstáculos, estafas y precariedad. Fragilidad económica y emocional. Frustración y, finalmente, la rabia materializada”, señalan los comisarios. “He perdido salud y tiempo. La obra ha sido lograr traerla aquí”, puntualiza el artista, todavía con secuelas físicas derivadas de su trabajo con tonelada y media de mármol que produjo en Portugal.
El título de la exposición remite a un personaje anónimo de YouTube que se somete “al máximo para ser esculpido por los procesos de diseño del cuerpo contemporáneo”, precisan los comisarios. Personaje que utiliza un “lenguaje barriobajero, una jerga callejera, a modo de guiño y broma” de lo que se recoge en la muestra, apunta Jorge López, responsable de programación de la Galería Punto. De nuevo el sujeto del rendimiento como llave de contacto del proyecto expositivo, cuyo motor colapsa a medida que avanza. “Tal cansancio no resulta de un rearme desenfrenado, sino de un amable desarme del yo”, sentencia Han en su libro precisamente titulado La sociedad del cansancio.
“Somos esclavos, fuego y gasolina del capitalismo hiperproductor”, destaca Ros, para incidir en la idea de que “el mismo colapso ha ido marcando la exposición”. A los problemas derivados del mármol con el que trabajó en condiciones precarias en Portugal, se le sumaron después diversas enfermedades consecuencia de la frenética labor y el fallecimiento de su abuela. Y así, a contracorriente, es como Guillermo Ros plantea desde un principio su exposición, cuya hoja de sala el visitante tiene que arrancar al estar fijada a la pared con tornillos.
Ese desgarro inicial deja paso a los ocho bloques de mármol extraídos de la cantera portuguesa, a modo de “fragmentos testimoniales de un desgaste”, señalan los comisarios. Desgaste inscrito en la superficie de un mármol, que asemeja a los capós de un coche sometidos “a las entradas de aire de los vehículos de alto rendimiento”, explica López. Una serie de números, que van del cero al 5.000, revela los tipos de lija utilizados para la erosión de la piedra: “Lo signo es hacer mención a la capacidad de aguante in crescendo”, afirman Saurí y Porcar. Aguante del material y del propio artista.
“El sujeto de rendimiento es más rápido y más productivo que el de obediencia”, sostiene Han de una sociedad que se caracteriza “por el verbo modal positivo ‘poder’ sin límites”, al que alude el famoso Yes, we can. Rearme del yo mediante su progresivo cansancio autodestructivo. Una peana blanca “tratada con fibra de vidrio”, subraya Ros, contiene dos tubos de escape como metáfora del “motor siempre rindiendo”, añade el artista, para dejar paso a la espectacular figura de Toguro, antihéroe del manga japonés realizado con gran esmero y, de nuevo, obsesiva pulcritud. “Toguro es un personaje que colapsa por exceso de rendimiento”, explica el autor de una pieza que se erige en protagonista del espacio escénico.
“Toguro es la hipérbole de un proceso de metabolismo acelerado donde se acaba desdibujando a él mismo”, pero también “el artista que se autoexplota”, para remachar los comisarios: “La obra de arte ya no solo quiere ser objeto-estético, sino el documento de la tortura de la generación del mismo”. De esta forma, la autodestrucción comparece como la forma última y más primaria de afirmación del sujeto en un universo que le borra, tras convertirlo en un objeto más del circuito de producción incesante.
Guillermo Ros se ha dejado la piel en un proyecto expositivo que le ha costado un sobreesfuerzo: “Tenía que ser 100% honesto”, dice. La “visceralidad” con la que lo ha acometido se sustenta en “una necesidad, te enganchas y ya no puedes salir”. De manera que, al igual que Toguro, el artista “llega a los límites de su propia fuerza”. Troquei Whey Por Um Gol Quadrado ha pasado a ser “una historia real del colapso vivido”. “Me he dejado pasta y salud en una exposición que no es comercial”, reconoce Ros antes de concluir así: “Cada vez entendemos menos el acto inútil».
Salva Torres
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