Manel Margalef. Al otro lado del muro. El marco constructivo y vivencial como espacio de intervención y conflicto.
Galería Cànem en Arte Santander 2013
Existen dos aproximaciones al concepto de espacio privado. Una proviene de la arquitectura y se suele abordar como un lugar arquetípico, un modelo formal que enmarca y orienta las tensiones que en él se dan cita; otra nos llega desde la antropología y aborda la privacidad como un reflejo de la identidad, una secuencia narrativa integrada por objetos y escenografías, las cuales remiten a actitudes psicológicas o comportamientos simbólicos. Sin embargo, también existe una tercera opción que se nutre de argumentos de las disciplinas anteriores pero que ofrece una nueva dimensión del territorio sentido como propio i que pretende hablar de la proximidad con la que vivimos nuestra condición ambiental y humana, de este sentimiento de “estupor” y conflicto que genera un lugar determinado.
En mi investigación sobre connotaciones y proximidades en el plano del pensamiento contemporáneo tengo que sustraerme a los paralelismos que me evoca Derrida al presentar el ámbito arquitectónico como espacio interlocutor y visible de sus planteamientos sobre la deconstrucción.

Es en este paisaje de construido, donde tomo parte activa como observador y estructurador de mi propio hábitat. Es donde se plantea la investigación infructuosa de un refugio confortable donde poder subscribir las “naturalezas muertas”, mis “arquitecturas temblorosas e interrogantes” que nos hablan de un sistema narrativo con sus respectivos singulares signos de significado i de representación.
Trabajo también en el entorno de conceptos como la memoria o la psicología del espacio, transportando y reproduciendo estancias desde los posibles y revisionados lugares. Mi reflexión sobre la realidad privada, no ejecuta sus metáforas solamente desde el discurso puramente arquitectónico, sino a través de una puesta en escena de personalidad contradictoria, que me permite resaltar el absurdo de la existencia humana.
Aparentemente “ordenado”, “estructurado” y “articulado” por códigos semánticos específicos, el hábitat queda subvertido por signos autorreferenciales; significantes culturales ideológicamente determinados, que incluyen la derrota de la investigación de la felicidad, en el ámbito privado.
Manel Margalef

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