From the inside out, de José Lourenço y Rui Pedro Jorge
JosédelaFuente, Santander
Hasta 14 febrero 2015
JosédelaFuente presenta From the inside out, una exposición que muestra las posiciones pictóricas dispares y en cierto modo complementarias, de los artistas portugueses José Lourenço (Lisboa, 1975) y Rui Pedro Jorge (Lisboa, 1987). Ambos pintores trabajan dentro del marco de la pintura figurativa, y es en el tema de la ciudad entendido como símbolo de nuestra civilización y sus múltiples aspectos donde podemos hallar un denominador común.
Pues los hechos son facta, cosas que se hacen tanto como cosas que se encuentran; y hechas en parte por las analogías a través de las cuales miramos el mundo como a través de una lente.
M.H. Abrams, El espejo y la lámpara, 1953.
Se reconoce al artista a partir del esquema de interpelaciones, elecciones y renuncias que su mirada propone sobre la naturaleza.
Dos conocidas metáforas, recogidas por el crítico literario M. H. Abrams en su obra “El espejo y la lámpara”, sintetizan como puede ser esa mirada, ese posicionamiento, categorizado desde el discurrir crítico.
Abrams explicó la sustitución en la historia del arte de la teoría neoclásica por la romántica con las analogías arquetípicas del espejo y la lámpara. El espejo neoclásico trataba de abarcar idealmente toda la realidad, la lámpara romántica aportó la visión focalizada, dramática, del artista.
La exposición From the inside out muestra las posiciones pictóricas dispares y en cierto modo complementarias, de los artistas portugueses José Lourenço (Lisboa, 1975) y Rui Pedro Jorge (Lisboa, 1987). Dos pintores que podríamos denominar realistas, si esta etiqueta no fuera completamente inane para describir el arte occidental, tan interesado por la realidad del mundo sensible. Dos pintores, no obstante, que se contraponen críticamente a las técnicas de la representación clasicizante o a cualquier pompierismo.
Seguramente, el destino de nuestro momento artístico es afrontar la yuxtaposición de modos procedentes de tiempos históricos distintos en un marco de representación visual transformado por las tecnologías digitales, si, como pienso, la pintura es todavía un arte de nuestro tiempo.
La exposición se origina en la buena convivencia de los artistas, en su amistad y complicidad, aunque cada uno de ellos ha realizado sus obras independientemente, conservando los conocidos estilemas, los rasgos propios. No hay suma de autorías sino encuentro de dos caminos, en este caso de dos modos de arrojar luz para describir la realidad del mundo.
Las imágenes de José Lourenço son juegos visuales significativamente formalizados, ejercicios de ordenación espacial, construcciones sígnicas de una poderosa poética visual. La visión minimalista del artista posee un espejo que refleja el paisaje en cierto modo idealizado, desprovisto de detalles, higienizado, de la ciudad corporativa, donde la luz centellea en los materiales nítidos, como el cristal y el acero.
Adoptando la idea de Ortega de que solo a través del arte las cosas y las relaciones que éste sustantiva alcanzan el nivel de artificiosidad expresiva suficiente para merecer la interpretación de individualidades comunicativas, pienso que Lourenço destila un manierismo de infrecuente individualidad y singularidad expresiva .
José Lourenço reconoce a la forma como única mediación posible entre la conciencia y el mundo objetivo y experimenta dentro de los límites que impone una economía formal lingüística.
Un ejemplo es la utilización multiplicadora de identidades formales cromáticas o estructuras compositivas, que posibilita alcanzar el grado cero de integración, tan aséptica como atractiva, de las cosas y objetos producidos masivamente: las ventanas, los muebles de oficina, las señales de tráfico, las farolas…
La aportación de este pintor de la vida moderna, de sus autopistas vacías y sus silenciosos bloques de apartamentos es, sin duda, integrar estos contenidos en una tradición entendida como orden formal y cromático, como organización equilibrada del espacio visual que, no obstante, sugiere siempre sutilmente la evidencia de una presencia humana.
Aunque ha realizado objetos escultóricos e instalaciones, la aportación de Rui Pedro Jorge a la pintura contemporánea pasa por una particular aproximación a los temas de su interés. Sus obras encienden una lámpara, transportan al espectador a una especie de espacio psicológico muy poderoso, compuesto por detalles reconocibles, tales como tablas de madera, piedras, construcciones en desuso o palmeras y otras plantas tropicales, pero el conjunto resulta completamente desorientador.
Este universo iconográfico orbita entre la banalidad de lo cotidiano y la trascendencia de un posible mundo posterior a una catástrofe. Lo abandonado, lo periclitado y anacrónico son protagonistas de una pintura de huellas y vestigios rastreados por un artista que se declara paseante, caminante por la ciudad, interesado en los espacios despoblados de los suburbios. Esta vocación por las señales del pasado tiene una profunda relación con su aspiración a captar un aspecto temporal, incluso un posicionamiento sobre la historia.
En relación con el trabajo de Rui Pedro Jorge, podemos hablar de una nueva paisajística, en la que no existen relaciones de literalidad y las figuras y objetos se integran provocando sensaciones de ruptura. Los vacíos juegan un papel muy relevante en composiciones desequilibradas que buscan su propia y desconcertante lógica. Recortar la imagen para potenciar los detalles y excluir la tierra o el cielo es una herramienta para captar la presencia intangible de un momento fugaz, la certera constatación de la obsolescencia de todas las cosas.
Renunciando a los virtuosismos de tendencia para apostar obstinadamente y sin prejuicios intelectuales por el contenido, esta exposición de José Lourenço y Rui Pedro Jorge confirma la necesidad de relacionar el espejo y la lámpara: descripción e interpretación; mundo y sujeto.
Mónica Álvarez Careaga
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