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Un flâneur entre los ‘Free Flux-Tours’, de Fluxus, y el ‘Dwelling Poetically: Mexico City, a Case Study’, de Francis Alÿs
Cultos y bronceados (IV)
Verano de 2024
La figura del flâneur, término francés que se refiere, en principio, al que camina sin rumbo fijo por la ciudad, observando y absorbiendo su entorno, fue introducido por Charles Baudelaire en su obra ‘Fleurs du mal’ (1857) y recuperado por Walter Benjamin en el siglo XX. Desde entonces, su vigencia es indiscutible. Sin embargo, dicha actividad o acción posee un condicionante destacado si se realiza bajo la implacable canícula urbana.
En este contexto, la sombra constituye un camino marcado, delimitado y severo, que ofrece pocas peripecias o lecturas entrelíneas. Ello obliga, en ocasiones, a algo curioso, como es la elección de un camino más largo, pero refugiado del sol implacable de agosto. Desde el punto de vista cultural, habría que destacar la primera visita dadá, del 14 de abril de 1921, a Saint Julien-le-Pauvre, que inauguraría un ciclo de visitas-excursiones a espacios anodinos y triviales de la ciudad del extrarradio a través de sus descampados, lo que más tarde vendrían a llamarse terrains vagues.
Como contrapunto, se situarían los free tours actuales, no exactamente referidos a lo acontecido a comienzos de siglo XX, esto es, los dieciséis ‘Free Flux-Tours’ de la década de 1970 que constituyeron una especie de remakes, pero con un renovado carácter humorístico y también lúdico, sustituyendo París por Nueva York.
Fueron organizados por Fluxus, una corriente constituida por un colectivo de artistas entre los que se encontraban George Maciunas, Yoko Ono o John Cage, entre otros, sin voluntad de constituirse como grupo homogéneo y mucho menos como movimiento artístico.
Fluxus contribuyó a la ludificación urbana, sustentando su práctica en caminatas, acciones o happenings, modalidades artísticas de reciente creación en el contexto de aquellos años marcados por el arte no objetual o, dicho de otra manera, en los albores del arte conceptual. Visitas subterráneas al SoHo o a lugares exóticos y aleatorios formaron parte del calendario de los ‘Free Flux-Tours’.
En su examen de la vida cotidiana urbana en la Ciudad de México, Francis Alÿs presentó, en 2019, ‘Dwelling Poetically: Mexico City, a Case Study’, una serie de trabajos que contenía uno en concreto de especial interés. En él se percibe a un grupo de personas que se refugia a la sombra del mástil de una bandera del país. Política y poética conviven en la obra de Alÿs, así como la propia fisicidad y el simbolismo de la bandera y, también, de la propia sombra, que podría interpretarse de una suerte de refugio, climático.
Esa sombra proporciona cobijo en la canícula y el sol de justicia. Por otra parte, el carácter efímero de la misma, el movimiento de ondear al viento y sus variaciones posibilitan una lectura en clave tanto de reloj de sol que demuestra, como un péndulo de Foucault, la propia rotación de la Tierra.
Continuando con la sombra alargada en la prácticas artísticas, encontramos el trabajo de Tim Noble & Sue Webster. La pareja de artistas crea imágenes mediante la disposición de una manera determinada de basura o chatarra configurando dichas representaciones no en el propio objeto, sino en su sombra. Es lo que los ambos denominan “psicología perceptual”, una herramienta propia de este ámbito para la evaluación de pacientes. Como ellos mismos definen, en su producción artística han “mezclando las estrategias de la escultura moderna y la actitud del punk para hacer arte del anti-arte”.
En los últimos años, el caminar y la figura del caminante están adquiriendo –o recuperando– un notable protagonismo. Analizando esta cuestión desde un punto de vista cultural, que es el que nos atañe, puede haber varios factores desencadenantes de tal circunstancia. Por un lado, el auge de una voluntad de mayor conciencia de respeto medioambiental y una presencia activa de los peatones en las ciudades. Por el otro, una cuestión latente de índole económica en los medios, relacionada con el concepto “ciudad del cuarto de hora” que exige reducir nuestros desplazamientos a la mínima expresión, básicamente caminando.
Sea como fuere, en verano, volviendo al flâneur, mejor caminar de noche que de día y “soñar más despiertos que dormidos”.
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